jueves, 17 de marzo de 2016

¿Podemos ya hablar de Podemos?



Desde que se presentó esa opción recibió ataques descalificadores de un modo absoluto de parte de los intereses políticos a los que afectaba. En realidad, a la derecha le interesó e interesa agitarla como un espantajo para manejar los miedos de sus bases. Era lógico que los partidos de izquierda ya existentes temiesen a la competencia que llegaba y lógico que los mismos medios e intelectuales a su servicio que ya habían atacado ideológicamente las reformas de Zapatero, cuando abrió un debate sobre el pasado y la llamada Memoria Histórica y cuando reconoció la diversidad y el reconocimiento nacional a Catalunya, desconfiasen absolutamente de un partido que criticaba de forma global a la Transición y su secuela democrática.
Pero también es cierto que Podemos desde el primer momento dio buenas razones para criticar su falta de respeto a las opiniones ajenas y sus comportamientos sectarios. Cualquier opinión que le fuese adversa debía ser no contestada sino destruida, descalificando al oponente. Unas buenas escuadrillas de valerosos trolls anónimos se encargaron y encargan del trabajo que le hacían a Savonarola su Guardia Blanca.
Ese partido que nació de la crisis económica ahora vive su propio momento de crisis, un partido tan joven por fuerza tiene que tener varias de ellas atravesando su infancia y adolescencia. Más en este caso en el que viaja a tal velocidad de crucero que lo que hoy dice no tiene nada que ver con lo que decía hace dos años. Sin embargo Podemos, aunque confusa, ya es una realidad política que está para quedarse, que expresa intereses y cosas necesarias en España y afecta a todos.
La crisis económica benefició a unos pocos, castigó a la mayoría y reformó y deformó a la sociedad. Paradójicamente, un sector aparentemente más débil, los pensionistas, se mostró más fuerte políticamente gracias a los dos partidos mayoritarios que dependían de su voto y lo protegían; y un sector supuestamente más fuerte, generaciones entre veinte y cuarenta, fueron arrojadas a un limbo. El 15-M tiene varias lecturas pero la fundamental es que expresó la frustración de esas generaciones que se vieron desprotegidas.
El 15-M, encabezado por esa generación pero con el asentimiento de amplios sectores, en sí mismo era una expresión de desapego y rechazo al sistema político, las consecuencias políticas lógicas eran bien una revolución política bien un situarse al margen de esta sociedad. Pero también podía ser visto y así lo fue, como un filón político, una bolsa enterrada de voluntades y votos que, cual bolsa de petróleo, podía hacerse aflorar a superficie si se sabía perforar el lugar adecuado e instalar una torre de extracción. Eso fue Podemos.
Podemos fue o es un experimento político salido de politólogos de una facultad madrileña. Solo eso ya hace que sea un partido singular, solo por eso merecerá en el futuro un análisis atento. Una consecuencia lógica y parte fundamental de su carácter fue que se instituyese a través de los medios de comunicación centralizados en Madrid.
Porque, a diferencia de la izquierda tradicional que se levantaba y se legitimaba sobre organizaciones sindicales y sociales, este partido se construye por medio de los medios. Su base no está en las organizaciones sino en la cancha mediática y eso determina su éxito y su talón de Aquiles y eso explica su lenguaje y su cultura política. Su inteligente utilización de la Red solo explica sus comienzos, sin la entrada en los medios convencionales no se habría transformado en el fenómeno político que es.
Si algo es Podemos es lenguaje, lenguaje puro en todos sus niveles. Un lenguaje desatado, sin aparentes ataduras ideológicas y deliberadamente ambiguo, 'la gente', 'la casta', 'arriba y abajo', 'dentro y fuera'...El grupo organizador prestó una especial atención a crear una retórica y un folklore propio que expresase su posición y que confiriese identidad a esa nueva generación que se incorporaba de repente a la política.
Porque de eso trata Podemos, la amenaza de aparente destrucción del sistema en realidad sirve a su reforma y construcción. Y su lenguaje acusatorio y fiscalizador paradójicamente es necesario para hacer efectiva su labor de integración de generaciones y sectores descontentos que se veían fuera del sistema político español.
En consonancia con ese afán de mostrar que representan a 'los jóvenes' y 'la gente común' (que no es la misma de la que habla Rajoy), un estudiadísimo sistema de signos y referencias generacionales. En sus representaciones más exageradas se puede decir que son guais y molan.
Tanto fue el acierto en su análisis social, comprendieron perfectamente que la sociedad española tiene una cultura cívica muy débil, es emocionalmente primaria, gregaria y modelada por los medios audiovisuales. El modo en el que resolvieron sus diferencias estos días, igual que otras anteriores, es posible porque sus dirigentes tienen una profunda confianza en la inquebrantable confianza que les ofrecen sus seguidores. Que, por otra parte, no se diferencian mucho de los seguidores de otros partidos, un rasgo muy característico de esa falta de cultura cívica española. No es necesario recordar que en un país democrático a 'la gente' le parecerían fatal esos alardes de autoritarismo, dirigismo, centralismo y caudillismo, basta constatar que la realidad de esa organización es que practica internamente todo lo contrario de lo que predica.
Y eso es algo que hay que reprochar a esos dirigentes, que manejan la relación con sus seguidores a través de los medios con los mismos instrumentos que un grupo pop, transformando a seguidores en fans que podrían tener un póster dedicado en la pared. Es abundar en la cultura política autoritaria tan interiorizada en la sociedad. Podemos, abusando de la fe de unos seguidores acérrimos, los maleduca y maleduca a la sociedad con espectáculos mediáticos y falta de democracia interna.
Podemos sobrevivirá a sus crisis de transformación con éxito, pero ese éxito debería plantear reflexiones sobre si es posible la izquierda hoy o qué es posible. El fracaso de la izquierda por obsoleta y extemporánea y ligada a organizaciones sindicales, abre un espacio que ocupa esta nueva corriente política, que se levanta sobre bases ideológicas y políticas inciertas. Aunque la idea de 'revolución' que formuló Marx en el '18 Brumario' todavía circula en el folklore de la izquierda, aquel sujeto político, el proletariado, que él dibujó o imaginó ya no existe. ¿Hay sujeto político hoy aquí para algún cambio social profundo? ¿Es posible en esta Europa en el mundo globalizado? Gramsci pensó el papel de los medios, sí, ¿pero aquellos medios son estos? ¿Imaginó Gramsci algo parecido a Atresmedia, por ejemplo? Nada es simple, todo es complejo. Pero, a ver.

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