domingo, 27 de marzo de 2016


Necesitamos un domingo de resurrección

Actualizada 26/03/2016 
  


La primavera empieza a apoderarse del jardín. El sol se apoya sobre los muros y abre poco a poco las flores. Se agradece un día así para terminar las vacaciones de Semana Santa. Parece que la luz se cuela por las cerraduras del porvenir y por las grietas del pensamiento para legitimar un nuevo y confiado sentido de la existencia. La piel pide una tregua de esperanza. Que así sea.
Mi manera de ser me ha excluido de las devociones de la Semana Santa. Sé que hay gente que tiene fe en Cristo, en la utilidad de su sacrificio y en su resurrección. Aunque el amor de Cristo me parece mucho más respetable que el oro del César y de los obispos, nunca he dudado de que la muerte es una canallada insalvable y de que no hay muerto que resucite. 
 
Ni siquiera comparto la devoción por la Semana Santa de muchos amigos descreídos. Que si es un acontecimiento popular, que si es una emoción cultural en Andalucía, que si no hace falta creer, que si hay una cara oculta de sensualidad nocturna… Lo siento, también en esto soy de la Sevilla de Antonio Machado y Luis Cernuda. No me gustan los crucificados, la exaltación del dolor, y puestos a pensar en Cristo me identifico más con el ser humano que anduvo sobre el mar y expulsó a los mercaderes del Templo que con el agonizante del madero. 
 
Pero hoy debo admitir que la luz de primavera en el jardín me sugiere que necesito un domingo de resurrección. ¿Es posible la esperanza para los que no tienen fe? ¿Es posible, por lo menos, vivir como si se tuviera esperanza? Vivir, como escribió el poeta Ángel González, sin esperanza, pero con convencimiento. Pensando en él me atrevo a preparar mi equipaje para salir del jardín, o del paréntesis de la Semana Santa, y volver a la realidad. Soy una parte más de la naturaleza que intuye el mes de abril. Rezo mi Credo: 
 
1. Creo que en España se puede configurar un gobierno de izquierdas. 
 
2. Creo que Europa puede cambiar de rumbo y convertirse en una comunidad democrática convencida de que la igualdad y los amparos públicos son la mejor garantía de la convivencia pacífica.

 
3. Creo en una política internacional no marcada por los fabricantes de armas y dispuesta a generar situaciones de justicia social en el mundo.

 
4. Creo en el respeto a los derechos
humanos.
 
Llegados a este punto, me veo obligado a aceptar ante el espejo que mi Credo tiene mucho más que ver con la Razón que con la Fe. La razón indica que si queremos dignificar la vida laboral y salvar la Sanidad y la Educación públicas es necesario cortar la dinámica de degradaciones impulsadas por la derecha. Lo verdaderamente irracional es llamarle recuperación económica a un proceso basado en la desigualdad, la miseria y los trabajos humillantes. Lo irracional, en España y en Europa, es que las élites económicas piensen que pueden aumentar de forma desmedida sus beneficios sin que el malestar de la gente provoque movimientos totalitarios y graves fracturas de convivencia. Lo irracional es pensar que el imperialismo occidental puede jugar con bombas, pobrezas y dictadores sin generar sentimientos de venganza y fundamentalismos religiosos. ¿Por qué no recuperan un poco su razón los poderosos? 

 
En mi Credo razonable el poder debe estar en manos de los políticos, así que empiezo por desear una política con la razón y los sentimientos de fraternidad recuperados. ¿Es posible un gobierno que sea partidario de leyes laborales más justas? Me respondo que sí. ¿Es posible un gobierno que no se someta a los que quieren convertir la Sanidad y la Educación en un negocio, tratando a los seres humanos como mercancías? Me respondo que sí. Junto a Portugal y Grecia, es posible remar en este sentido desde el Sur de Europa. Los cuerpos no resucitan una vez muertos. Los valores y la dignidad humana sí han resucitado en muchas ocasiones. ¿Pueden los socialdemócratas llegar a convencerse de que incluso las élites más inteligentes necesitan ahora que se atrevan a recuperar sus orígenes? 
 
España y Europa dan mucho miedo. Después de la Segunda Guerra Mundial, el poder de la Unión Soviética hizo temer a los Estados Unidos y a las democracias burguesas una extensión del comunismo por el viejo continente. Además de las tramas de espionaje y de la carrera armamentística propias de la Guerra Fría, se pensó en la necesidad de un bienestar social que equilibrase la libertad económica con los amparos públicos y una distribución económica más justa. Se empezó por tomarse en serio los salarios, porque no hay factor más justo de distribución económica que un salario decente. 
 
El fantasma del comunismo ya no da miedo, la Unión Soviética no existe. Pero vivimos un mundo que aterra, una Europa y una España que aterran. ¿De verdad queremos esta dinámica de degradación ética, laboral y económica para nuestros hijos y nuestras nietas, o para nuestros nietos y nuestras hijas?

Aunque la Conferencia Episcopal sea insensible a la igualdad, García Lorca afirmó que Cristo puede dar agua todavía. Aunque sepamos que los grandes medios de comunicación y los partidos políticos están muy presionados por las élites económicas, muchas personas necesitamos pensar que la política puede dar agua todavía. El deseo, el acto de intentarlo es ahora más significativo y más luminoso que las dificultades posteriores. 
 
Necesitamos un domingo de resurrección no para que los muertos regresen al mundo de los vivos, sino para que los vivos no den por muerto su mundo. Es lo razonable. 

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Qué hermosura de artículo, Luis, poeta y hermano. Qué verdad más preciosa emana de esas palabras. 
Yo tampoco tengo fe ni practico ni comparto boatos litúrgicos de ningún credo religioso. Y no porque la desprecie como virtud ni porque vaya de sobrada, que más bien es todo lo contrario. Respeto lo que a cada una o uno, le ayude a ser más feliz y mejor persona y con eso me basta. 
Lo mío es pura lógica, el triunfo de la razón. Me explico. Según decía el catecismo que nos hicieron aprender en la escuela "fe es creer en lo que no se ve". Pero cuando se ve cada día lo que se necesita ver dentro y fuera de una y las piezas se encajan  por sí mismas, la fe no es necesaria, y muchas veces hasta es un estorbo y una fijación que se emperra en el absurdo. Te lo aseguro. El amor, en cambio, tiene unos mecanismos inteligentes que se saltan todos los protocolos. Está loco de atar para lo lógica del frío y del cálculo, pero aporta un conocimiento  ético espontáneo, de naturaleza creadora, ingeniosa y exquisita que desborda por todas partes. 
Y desde luego que la crucifixión y las torturas no merecen devoción alguna ni en el caso de Jesucristo ni en el del resto de la familia humana. Además de una vergüenza como especie, adorar la cruz, los flagelos, las espinas, los clavos y los lanzazos, es sadomasoquismo patológico. La cruz tiene otro significado mucho mejor: es el cruce de la igualdad donde se unen y conectan lo horizontal y lo vertical, el cielo y la tierra, el consciente y el inconsciente. Es el presente, el punto de encuentro entre pasado y futuro.  La materia y la energía. Lo masculino y lo femenino, el yinn y el yang en el núcleo del Tao, el espíritu santo en la trinidad, que no son tres "personas" sino la triple manifestación de la misma energía, según la pueden captar nuestros sentidos internos y externos, desde la emoción, la razón, el sentimiento y la acción material.  La cruz no es para crucificar a nadie, sino el punto de mira para redimirse de la división y las barreras, para encontrar la conexión entre lo que está dividido y opuesto en apariencia y que necesita de la mirada humana para reconciliarse. El uso de la cruz como instrumento de tortura y muerte ignominiosa solo se le pudo ocurrir a un Imperio genocida y terrible, como suelen ser todos los imperios, que no ven más allá de sus ávidas y violentas narices.

Jesús no resucitó como se cree, con un cuerpo material. La energía cósmica integrada, de una conciencia universal adulta y ya completa como la suya, desde su interior, hizo su trabajo nuclear, -desde el núcleo no desde una bomba- y eso no lo explican las leyendas, que solo cuentan y transmiten lo que les contaron, deformado, obviamente, por el boca a boca, de quienes, además no comprenden casi nada del acontecimiento, si no es "la magia" del cuento. Es cosa de la evolución y sus caminos. El cambio de energía es un paso hacia otro estado del ser. Por ejemplo: ningún feto, que esté vivo, se queda a vivir sine die en el vientre de su madre,por muy bien que se encuentre allí. Más que nada porque llega un momento en que no le queda espacio vital disponible. 
A los niños les basta con gatear tan felices, hasta que un día, por fin, descubren que pueden levantarse solos y caminar e inician otra etapa nueva, donde todo está por descubrir para ellos. Y está muy bien así. Todo tiene su momento propicio y natural. Son etapas con sus logros, que hay que currarse,  igual que nos curramos la carrera, la profesión o el tipo de vida que nos gusta y que nos satisface. Los resultados ya llegarán con los exámenes, que son las pruebas diarias que la vida plantea. Lo mismo es la resurrección: inseparable del proceso evolutivo, del aquí y del ahora. Y para nada se trata de que los fiambres vuelvan a la vida una vez que ésta les abandona. Menudo panorama...para la higiene pública, para el medio ambiente, para las relaciones de pareja que enviudan y se recasan, para las herencias repartidas, para los papas y reyes petados y  sustituidos, para la Administración del Estado, xd! Vaya marrón con ese tipo de  resurrección!
Es lo que tiene interpretar todo al pie de la letra. Algo muy lógico, por cierto, cuando solo se entienden las cosas en un solo sentido y nos las predica cualquier Fray Gerundio de Campazas que pille unos cuantos sermones por medio. 
En esa imprescindible alfabetización del espíritu, la creación literaria, especialmente la poesía, como la música, como la danza, tienen mucho que ofrecer. Ellas son la plegaria innata que abre el alma, la alimenta y la acrecienta, y ésta hace lo mismo con la mente y el corazón. De ahí nace la melodía del símbolo y de la metáfora. La música callada, que Juan de Yepes pilló al vuelo a base de noches oscuras y de oír el murmullo de la fuente interna sin verla por ningún lado, pero sabiendo que haberla hayla, porque se siente y su frescura quita la sed y su rumor invisible aún, te da una paz insondable que nace en tu interior. Rumi y los sufíes también sabían de qué va la cosa. Los versos que nacen de la esencia son las puntadas con hilo del amor. Y lo cosen todo. Hasta los peores desgarrones.

Uno de mis hijos cuando era adolescente lo formuló muy bien un día en la mesa, cuando, de repente, se nos presentó a la hora de comer una familia calé, amiga, que estaba en apuros gordos, y dos horas antes nos había llegado como regalo de otros amigos, una caja de verduras variadas, un saco de naranjas y mandarinas, arroz de su cosecha propia y cinco litros de aceite de la cooperativa de su pueblo. Nos habíamos reído y sorprendido por tanta abundancia repentina, pero claro, pensamos que al ser familia numerosa, era lógico aquel derroche de generosidad de los amigos. Cuando la familia calé llegó a casa sin nada para comer, comprendimos el gesto previsor del universo que ama. Y el menú se amplió, se compartió y se disfrutó entre todos y todas y hasta se llevaron en un tupper lo que sobró, para la cena. 
Entonces, ante el comentario del patriarca gitano, que es un crack en cuestiones de intuición, mi hijo, con sus catorce años reflexivos y muy críticos, lo soltó tal cual: "Es que en esta casa aunque se quiera ser ateo no se puede. No es que pidamos y se nos dé, es que se adelantan. Siempre pasa lo mismo. Y no porque recemos mucho ni hagamos nada especial. Es que se ve que las cosas funcionan así cuando es necesario". Y casos como éste podría estar contando  uno detrás de otro, hasta cansarme. Pues eso mismo. No se trata de creer por creer, por tener algo a lo que agarrarse a la desesperada o un consuelo en los malos tragos, que también es muy lícito y justo; se trata, más bien, de amar por amar desde la razón, sí, también desde la razón. A todos y a todas. Así, tal cual. Sin poner barreras preventivas esperando la decepción y el batacazo "natural", tan 'normal' en nuestra especie. Sin filtros ni excepciones, ni siquiera con los más canallas. Que los hay. Y no pasa ná, como diría José Mota. La vida es mezcla para que todo pueda evolucionar.

Se trata simplemente de fluir con todo de buen rollo y sabiendo que lo mejor no está por venir, sino en tus manos, aquí y ahora, sin que la mente picajosa y las emociones saltarinas vayan poniendo por medio etiquetas chungas como los juicios y pre-juicios, los miedos, los rencores o los celos y las comparaciones enojosas, simpatías y antipatías, picajosismo inmaduro, las culpas a tutiplén o los diagnósticos macabros por adelantado, que son decretos en negativo y no lo sabemos, y una manera absurda de dar por perdido y fastidiar en anticipo, lo que aún no ha llegado a tomar forma, tiempo y lugar. 
Es el cumplimento exacto, pero al revés, del dicho latino: si vis pacem, para bellum. Pues va a ser que no, que el universo inteligente del amor es mucho más directo y consecuente, si se prepara una guerra, guerra se tendrá. Y si quieres paz y la construyes, con el mismo convencimiento con que se prepara una guerra, buscando absurdamente la paz, eso, exactamente, se obtendrá como resultado. Se trata, como decía Tony De Mello, de dejar a dios ser Dios, sin previo diseño personal y dogmático, sin rígidas previsiones de "fe", que siempre son limitaciones que nos fabricamos nosotros mismos y descubriendo en el proceso que dios es nosotros cuando nos coscamos del detalle. Pero no el "dios" de las religiones. Es harina de otro costal. Nada que ver. 

Hay que resucitar conscientemente y sobre la marcha, de muchas muertes chungas para descubrirlo. Pero, ¡sí se puede! y yo diría que hasta se debe trabajar en ello para que cambie todo eso que no funciona ni en nosotros ni en los demás, por puro desconocimiento y confusión de datos dogmáticos e "infalibles". Con tanta energía atascada en los canales de la luz, con tanta fuerza empleada al revés, con tanta cabezonería y orgullazo, con tan malos humores en general, con tanto apego ansioso a las 'verdades intocables' es imposible que esto pirule comme il faut. En ello andamos. Bendecir es bien-decir, bien-pensar y bien-hacer. Pase lo que pase. 
¿Y qué mejor bendición que la poesía hecha vida y la vida hecha poesía, ojos, oídos, manos, paladar, piel, neuronas y corazón? A veces en la palabra. A veces en el grito. A veces en el canto. Y siempre desde el silencio profundo que siente, se conmueve, comprende y comparte. ¿La fe? Buena está si bien acaba. Pero la inteligencia del amor para resucitar cada día, como un domingo de Pascua, imprescindible.

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