jueves, 31 de marzo de 2016

La voz de Iñaki


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Fumata gris

EL PAÍS 

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Parece que en el esclarecimiento de los humos ha tenido mucho que ver el cansancio y el resquebrajamiento de las tripas de Podemos. No es un milagro de Nuestra Señora de la Santa Hegemonía ni una conversión fulminante al buen camino, lo que ha vuelto del revés la obstinación cabezona de P.I.;  ha sido, exactamente, verle las orejas al lobo de verdad; el aparato podemita jugaba a ser el lobo del sorpasso entre las crédulas cabritas, cuando de repente se le ha aparecido el lobo de verdad, el lobo en serio: la evidencia de que las cabritas ya no le consideran Mamá Cabra, sino un impostor disfrazado de lo que no es, para zampárselas en cualquier momento, y amenazan con montarse el redil en otros parajes más autónomos y menos mandones, si se ven forzadas a tener que votar lo mismo para que nada se arregle y al final sea C's quien, unido al Psoe, se lleve la perra gorda, porque al "jefe" le da por apostar a la ruleta de una nueva cita electoral si no es él quién organiza mangas y capirotes. Y a P.I. le ha dado miedo. Mucho miedo, cuando ha visto el abismo delante de sus narices y se ha descubierto balanceándose en el borde. Tanto, como para morderse el ego y dejarlo en silencio. Un gesto, que de haberlo hecho hace mes y medio, nos habría ahorrado tensiones, indefensión ante un PP silvestre, que se sigue comportando como "el señorito del cortijo", y habría posibilitado tener ahora un gobierno decente y no estar a disposición de las exigencias de Rivera y su peculiar sentido de la democracia, la igualdad, la libertad y la fraternidad. 
El tan cacareado "gobierno a la valenciana" hubiera sido posible concretarlo en las conversaciones que convocó Garzón hace unas semanas; pero no era  cosa de llegar a acuerdos cuando la reunión no la han convocado Iglesias o Sánchez, que no se dignaron a aparecer por allí. Suponemos que por la pervivencia de viejos tics caciquiles que aún arrastra la "clase política". 
Si Rivera es tan buen patriota y está tan preocupado por España y la verdadera democracia como afirma, debería aceptar y ofrecer su participación sin soberbia ni rigidez, en un gobierno progresista que además quiere contar con él. Lo que podría ser una oportunidad excepcional para cambiar todo lo que no funciona a derecha y a izquierda. 
Esa actitud egópata, le iguala al Pablo Iglesias de antes. O sea, le coloca en el imperio del egocentrismo prepotente de quién no es capaz de aceptar por el bien común, el reto de un gobierno plural, en el que él no lleve la voz cantante; la pluralidad que es lo que en realidad quiere la ciudadanía y por eso lo ha votado así. Rivera confiesa, por su cuenta y sin contar con la decisión soberana, que prefiere otras elecciones en las que a él le salgan las cuentas favorables, antes que aceptar la voluntad popular. Políticos así, incapaces de dar la talla como gobernantes si no se llevan la gran tajada partidista, no son buenos gestores ni buenos políticos. Son caciques palabreros, que sólo saben trabajar si ellos son los que mandan, pero nunca saben aceptar la realidad como se presenta, ni negociar con la diversidad que es tan buena y sana para las democracias y el estado de Derecho que tanto cacarean en sus discursos y tan mal comprenden cuando les toca aceptar las condiciones para hacerlo funcionar según las necesidades y exigencias de la sociedad y no según sus fórmulas teóricas e inflexibles, condicionadas por sus ideologías dogmáticas e inamovibles, tanto, como para hacer que los ciudadanos sirvan a sus partidos y no sus partidos a los ciudadanos, que es para lo que se les vota. 
Hasta ahora está siendo Pedro Sánchez, a pesar de tener tantos problemas e incomprensión en su propio partido, el que de los tres, está demostrando más capacidad de apertura, de flexibilidad, de diálogo y de escucha. El que ha aflojado la tiesura en el tema catalán, se ha acercado a derecha e izquierda con el mismo buen talante y se está jugando más que ninguno de ellos, precisamente con eso se demuestra que es en el Psoe donde la democracia interna tiene más peso, donde las bases se escuchan más y el portavoz está más controlado por ellas y por eso está en vilo, entre su deber como candidato y su pertenencia socialista. Es el más generoso y el más responsable, con diferencia. Sería una lástima que por la incapacidad de los otros dos, el proyecto progresista de un gobierno de cambio real se fuese al garete. Y sería, además, un borrón sin cuenta nueva posible en el libro de notas de Iglesias y Rivera. De Podemos y de C's. Y todo, como dice Iñaki, por miedo. Por ese miedo visceral a lo nuevo, a lo que no se controla, a lo que está por hacer y por descubrir. Por el miedo suicida a no salir por la escalera de incendios y preferir achicharrarse en el lugar conocido, antes que encontrar la salvación en la salida por conocer y construir. 
La otra cara del miedo es la constructiva, la que no se resigna a lo de siempre y decide arriesgarse a iniciar otros caminos si las circunstancias indican el agotamiento de las posibilidades conocidas. Así fue la Transición. Eso fue haciendo Suárez y su generación de políticos e intelectuales procedentes de una educación dictatorial, manipulada y sometida a la opresión, a la mentira oficial, a la crueldad disfrazada de "legalidad", a la hipocresía como salvoconducto de supervivencia. En eso crecieron y se desarrollaron, y sin embargo, pudieron sacar adelante una democracia impensable. Se comieron el miedo, los dogmas y la soberbia para poder pactar y hacer posible una sociedad mejor, no la mejor, obviamente, sino sólo bastante mejor que la que dejamos atrás con la década de los 70. Imagino que con un Rivera y un Iglesias jamás habríamos conseguido una Constitución, una reforma humanitaria de todas las leyes en uso, la supresión de la pena de muerte y de la cadena perpetua, una legalización de la pluralidad política haciendo visibles y respetables a los partidos "diferentes" como el socialista y el comunista y a los sindicatos horizontales, la ley del divorcio, el respeto a la diversidad de los pueblos y nacionalismos y la libertad de credo, de asociación y de manifestación. Todo eso fue el resultado de convertir el miedo al cambio en el valor necesario para realizarlo. Fue la realización materializada de un poema que todos cantábamos desde hacía años, aunque no hablásemos catalán: "Al vent", de Raimon, el juglar de Xátiva. Para vivirlo a fondo hubo que perder el miedo y transmutarlo en esperanza que se realiza día a día, decisión a decisión. Paso a paso.
De momento no parece que salvo Pedro Sánchez, los otros dos triunviros estén a la altura de tan decisivo momento histórico, político y social. Me encantaría estar equivocada  y celebraría mañana mismo, de muy buena gana, haberme equivocado, si me sorprendiese la noticia de un acuerdo y de una investidura para iniciar un gobierno plural, sin más exclusión que la de los corruptos, que son los que de verdad han arruinado España. 


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