Luis Alegre lo aclara divinamente. Podemos es un invento prefabricado, enlatado y etiquetado, puesto en venta en la tele y en las redes, donde la imagen, la cháchara saltimbanqui, la etiqueta y el logo son básicos. Un negocio muy bien hecho, eso es verdad. Un producto del mercado, donde solo hay dos principios fundamentales: el producto y la masa compradora que lo hará posible creyéndolo el bálsamo de Fierabrás, una vez convencida y engatusada por la palabrería del charlatán más hábil y mejor adiestrado de la empresa.
Podemos es un modelo perfecto del producto capitalista y la demostración matemática de que el mercado es un valor en alza hasta en lo que pretende ser menos mercantilista y "puro" de intenciones, una renovación de los valores revolucionarios y una subversión contra la ferocidad de un capitalismo salvaje. Lo que Alegre se calla es algo muy decisivo: Podemos habría sido imposible sin la manipulación descarada de la materia prima del 15M, sobre la que se ha levantado un emporio viejoven de supervivencia al servicio de esa nueva clase social, que pica "de arriba y de abajo": el precariado universitario, que se se ha constituido como nuevo cacicato político, subido a la chepa de "la gente", que le lleva las andas, como si se tratase de los pasos de la Macarena o el Gran Poder. Pero parece que no han comprendido todavía en lo que puede derivar esa manipulación arrivista de asaltar el paisaje sociopolítico sin más retaguardia e intendencia que las peroratas ocurrentes del "liderazgo carismático", su guardia pretoriana y el club de fans. Muy poca cosa para los costaleros que sudan la gota gorda bajo el peso del iconostasio, o del 'iglesiostasio', para concretar con más precisión.
El tocomocho dura lo que dura la 'ilusión' de ganar el premio prometido. Cuando la realidad deja tan claro el asunto, cuando se ve clarísimo que la voluntad ciudadana de pluralidad y consenso en las urnas es papel mojado para el equipo técnico habitual podemita y que lo único que cuenta es arañar parcelas de poder hegemónico al precio que sea, y el reparto del mobiliario, entre escaños y sillones, y que la preocupación por la regeneración de la decencia puede esperar sine die, que tampoco es tan urgente, -que no es igual un abuso de derechas que un abuso de izquierdas transversales, o más bien atravesadas para que nadie pueda mover pieza si no es el jefe carismático plenipotenciario-, el impulso democrático de los comienzos ha mutado en intereses de partido y de ahí ha derivado a la categoría intelectual de dogma sectario, la cosa se ha puesto feísima. Y "la gente" se ha dado cuenta de la sorpresa que Podemos escondía en su interior.
El tocomocho dura lo que dura la 'ilusión' de ganar el premio prometido. Cuando la realidad deja tan claro el asunto, cuando se ve clarísimo que la voluntad ciudadana de pluralidad y consenso en las urnas es papel mojado para el equipo técnico habitual podemita y que lo único que cuenta es arañar parcelas de poder hegemónico al precio que sea, y el reparto del mobiliario, entre escaños y sillones, y que la preocupación por la regeneración de la decencia puede esperar sine die, que tampoco es tan urgente, -que no es igual un abuso de derechas que un abuso de izquierdas transversales, o más bien atravesadas para que nadie pueda mover pieza si no es el jefe carismático plenipotenciario-, el impulso democrático de los comienzos ha mutado en intereses de partido y de ahí ha derivado a la categoría intelectual de dogma sectario, la cosa se ha puesto feísima. Y "la gente" se ha dado cuenta de la sorpresa que Podemos escondía en su interior.
Va a ser que no, se dicen las cabritas entre susurros y bisbiseos, para no dar motivo de escándalo a "la gente" de fuera, que ya ha quedado clarísimo que no es la misma que la de dentro del hábitat hegemonicófilo.
Como en el chascarrillo del burro viejo camuflado de pollino jovenzuelo puesto a la venta en la feria de ganado, las cabritas se han acercado a la oreja del asno recompuesto y le han dejado caer la frase de la fábula: quien no te conozca que te compre.

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