La política y la pobreza
Luis García Montero La gran victoria de la derecha es que el debate político no esté centrado en esta situación social. Es también el gran fracaso de la izquierda._____________________________________________________
Y a partir de este punto, "hay que pagar..."
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Había escrito un post en serio comentando esta incidencia, pero al cabo de un rato (con perdón; últimamente ya va sonando la palabra "rato" con un molesto retitín inevitable que invita a presentar excusas por no usar un término menos cargado de mierda semiótica) he decidido que no, que no me mola nada la pesada densidad del tema recurrente y me ha dado por mirarlo desde el lado opuesto. Y hay que ver lo que cambia la perspectiva con la mutación del punto de mira.
Pues sí, un sucedido como la privación de lectura de algo agradable y hermoso, puede proporcionar, además del fastidio, grandes beneficios resilientes y espontáneos. Por ejemplo, comprobar que a pesar de una contrariedad sobre la que tu ánimo se inspira, la luz de una mañana de otoño sigue siendo preciosa, con sus nubes y claros jugando, indiferente a los rifirrafes de cualquier tipo, entre el lleno y el vacío, entre el azul y los nácares del blanco al gris, con su esplendor de calma dominical, con el toquecillo suave de la brisa y del jilguero patinando entre los cables de las antenas, con la música que flota en el silencio y en el sonido de la normalidad adobada por el rever de los aviones, que a veces pasan tan bajitos, que te dan ganas de invitar a un té kukicha con stevia, a los pasajeros, cuya silueta casi vislumbras en las ventanillas, apisonadas de tres en tres, en asientos hallo kitty de treinta centímetros de ancho por veinte de alto y rodillas a la altura del mentón, y todo por cortesía de Ryanair y sus recortes de esto y aquello, desde siempre y para siempre.
El regalo de la alquimia consiste en que el tiempo que no vas a dedicar a la lectura del texto reconfortante de un poeta estimado y fraterno, lo estás dedicando al mismo hecho reconfortador de observar en los cristales del alma el vivo reflejo de lo que siente el cuerpo, piensa la mente, profundiza la conciencia y gobierna y reparte el espíritu. Y todo en el mismo lote de notiempo y noespacio, o sea, en el hueco agridulce del presente, que nunca se mide en lo que es, porque nos acaba desbordando antes de que podamos inventar un presentómetro que nos facilite la tarea; para eso el reloj es inútil, sólo podemos calibrar la dimensión de los flecos del pasado y coleccionar los cromos del futuro entre la nostalgia y la paciencia. Pero nada de consistencia 'presental' en lo que se refiere a la naturaleza simple y gozosa de lo profundo. Así como a lo María Zambrano o lo Baruc Spinoza, más o menos.
Es decir, que la privación de algo grato se puede convertir en sí misma y bien mirada, en una suma de sorpresas multiplicables, algo así, como esas ofertas de Carrefour, en que te endosan tres unidades, de lo que sea, por el precio de una. O como abrir el baúl de la Piquer, que nunca sabremos que contenía, pero precisamente por eso daba y da para tanto, como metáfora de inmensidades domésticas a desgranar, cual racimo de uvas en sazón, en analogías interminables y puede que hasta divertidas y un poco dadaístas, que la vida pillada al instante da para mucho más de lo que parece, así, por encima, en vez de por dentro, que es la única manera en que se puede asumir y entender lo que nos va desfilando alrededor.
Ese "dentro" no es ningún misterio, aunque se quiera, tantas veces, embarullar con secretismos y "formas especiales" que no son ni lo uno ni lo otro cuando te las topas de frente, sino todo lo contrario: son lo que tú quieras que sean. Y eso es el verdadero poder. No lo otro; lo que llaman "el poder" en realidad 'puede' poquísimo, más bien nos ata, nos constriñe y si nos descuidamos hasta nos estriñe. Porque se metaboliza fatal. Y siempre nos engatusa a cambio de quitarnos algo. Que puede ir desde la libertad, al sueldo, al sustento, al techo, a los libros, a la alegría, a la dignidad, al sentido del humor o al sentido de la vida. Lo que no puede quitarnos jamás el 'poder', es el amor. Porque sólo es amor cuando se da mucho más que cuando sólo se recibe pero no se está a la altura de darlo. El amor entre las madres , padres y niños, es un buen ejemplo. Los niños desde que llegan necesitan el amor incondicional y sin pedirles nada a cambio, naturalmente, para poder asumir la vida y no quedarse por el camino. El amor es así. Y su felicidad es su expansión, su contagio, su fluir sin encerrarse en el toma y daca. No necesita que lo recompensen, que ya es el premio gordo la mera existencia del Otro/Otros en uno mismo, mucho más que la existencia posesiva de uno mismo en el Otro/Otros. Pero esa maravilla "el poder" la desconoce. Y también la envidia sin saber lo que es, solo porque ve su resplandor feliz y percibe de lejos su aroma indescifrable y delicioso en medio de cualquier cosa, por fea e ingrata que se presente. Imagina que no la posee porque no ha acumulado bastante importancia, volumen, tamaño, visibilidad, dinero, prestigio, seducción o éxitos, pero se equivoca. El "poder" se equivoca siempre y se vien abajo en cuanto sale de su corral, de su establo bien organizado. Se desparrama y se desvitaliza. Se aburre así mismo, se acartona en su aura llena de miedos, así el poder que puede tanto y a la vez tan poco, se desfonda y por eso necesita chupar energía de lo que está vivo, de lo que puede crear, inventar y volar sin abandonar el suelo de la realidad material, y así también la transforma, la ilumina, le da sentido y orden, aún en el desorden de lo aparente. Y llega, en efecto a donde nunca alcanza el "poder", que puede quitarnos lo que menos vale, pero nunca lo que es el verdadero valor de la esencia.
El 'poder' con su enorme acumulación de trastos imprescindibles para poder poder, no cabe por las puertas de la felicidad graciosa y ligera, que nunca le toca en la rifa del destino diario, aunque compre y truque todas las papeletas con todos sus dineros y maneje satélites artificiales y compre antenas y artilugios inalámbricos para controlar los cuatro puntos cardinales de su campo visual, es decir, de lo que es capaz de abarcar. No sabe que lo que llamamos "destino" tiene dos caras, una manejable y la otra libre, la manejable por el ánimo y el pensamiento disparatado y cerrado en sí mismo de la mayoría de los humanos elementales es el fatum, la otra, la que nace de la gracia y el salero del alma, de la conciencia y del espíritu confabulados en aquellos humanos que más se van humanizando en la palestra del tiempo y del espacio, se llama providencia y se entiende de maravilla con el fluir de la libertad. Y eso le permite precisamente remontar los bocados del fatum primitivo y teatral, hasta contratarlo como maestro para no perder de vista los riesgos que tiene haber nacido en este plano de las existencias.
Los griegos lo entendieron a la primera y usaban el teatro para mirarse al espejo del fatum y participaban en él mediante máscaras vociferantes que llamaban theai y que los romanos llamaron personae , con tanto acierto, por parte de ambos términos sinónimos, que hasta la moderna psicología les ha venido a dar la razón. Con la particularidad de que thea, además de "personaje" o "máscara", también significa "visión" y "diosa", y "persona", es también un personaje fingido, la máscara del actor y la actriz. A la Trinidad derivada de las enseñanzas de Jesús pilladas de oído se le adjudican 3 "personas", o sea tres personajes, tres "ficciones" o "visiones" o 'máscaras' de una fuerza que se desconoce y solo se "nota" por sus efectos. En realidad, al ser todos Hijos del Hombre todos tenemos una "personalidad", una máscara teatral con la que representar el psicodrama de la existencia y con la que nos creamos nuestro guión teatral, nuestra representación, sumando o restando, multiplicando o dividiendo los elementos que elegimos o rechazamos, o tomamos, abandonamos y retomamos, etc, etc...Nosotros mismos somos los autores y autoras, las actrices y actores, el guión, el decorado, las luces, las sombras y el escenario. Los efectos especiales, también.
Por eso, mirando esta mañana la nueva oportunidad que me brinda otra vez el rifirrafe de Infolibre me he decidido por disfrutar la privación del texto como una ocasión estupenda para ir mucho más lejos y más hondo de lo aparente. Y así disfrutar un montón con todo lo que se me regala a cada instante, sin desperdiciar ni un cachito de agradecimiento que se me devuelve multiplicado ad infinitum. Una gozada.
Mientras el suave viento del Otoño mueve los toldos, las nubes le hacen guiños de complicidad. Como dice Marieta, una joven amiga que también se despertó a base de asumir contrariedades desde chica: "es que cuando cambias la forma de mirar, nada vuelve a ser lo mismo, las cosas te hablan y te explican lo que nunca te imaginaste que podrías comprender".
Eso se llama Poesía. Ni más ni menos.
El regalo de la alquimia consiste en que el tiempo que no vas a dedicar a la lectura del texto reconfortante de un poeta estimado y fraterno, lo estás dedicando al mismo hecho reconfortador de observar en los cristales del alma el vivo reflejo de lo que siente el cuerpo, piensa la mente, profundiza la conciencia y gobierna y reparte el espíritu. Y todo en el mismo lote de notiempo y noespacio, o sea, en el hueco agridulce del presente, que nunca se mide en lo que es, porque nos acaba desbordando antes de que podamos inventar un presentómetro que nos facilite la tarea; para eso el reloj es inútil, sólo podemos calibrar la dimensión de los flecos del pasado y coleccionar los cromos del futuro entre la nostalgia y la paciencia. Pero nada de consistencia 'presental' en lo que se refiere a la naturaleza simple y gozosa de lo profundo. Así como a lo María Zambrano o lo Baruc Spinoza, más o menos.
Es decir, que la privación de algo grato se puede convertir en sí misma y bien mirada, en una suma de sorpresas multiplicables, algo así, como esas ofertas de Carrefour, en que te endosan tres unidades, de lo que sea, por el precio de una. O como abrir el baúl de la Piquer, que nunca sabremos que contenía, pero precisamente por eso daba y da para tanto, como metáfora de inmensidades domésticas a desgranar, cual racimo de uvas en sazón, en analogías interminables y puede que hasta divertidas y un poco dadaístas, que la vida pillada al instante da para mucho más de lo que parece, así, por encima, en vez de por dentro, que es la única manera en que se puede asumir y entender lo que nos va desfilando alrededor.
Ese "dentro" no es ningún misterio, aunque se quiera, tantas veces, embarullar con secretismos y "formas especiales" que no son ni lo uno ni lo otro cuando te las topas de frente, sino todo lo contrario: son lo que tú quieras que sean. Y eso es el verdadero poder. No lo otro; lo que llaman "el poder" en realidad 'puede' poquísimo, más bien nos ata, nos constriñe y si nos descuidamos hasta nos estriñe. Porque se metaboliza fatal. Y siempre nos engatusa a cambio de quitarnos algo. Que puede ir desde la libertad, al sueldo, al sustento, al techo, a los libros, a la alegría, a la dignidad, al sentido del humor o al sentido de la vida. Lo que no puede quitarnos jamás el 'poder', es el amor. Porque sólo es amor cuando se da mucho más que cuando sólo se recibe pero no se está a la altura de darlo. El amor entre las madres , padres y niños, es un buen ejemplo. Los niños desde que llegan necesitan el amor incondicional y sin pedirles nada a cambio, naturalmente, para poder asumir la vida y no quedarse por el camino. El amor es así. Y su felicidad es su expansión, su contagio, su fluir sin encerrarse en el toma y daca. No necesita que lo recompensen, que ya es el premio gordo la mera existencia del Otro/Otros en uno mismo, mucho más que la existencia posesiva de uno mismo en el Otro/Otros. Pero esa maravilla "el poder" la desconoce. Y también la envidia sin saber lo que es, solo porque ve su resplandor feliz y percibe de lejos su aroma indescifrable y delicioso en medio de cualquier cosa, por fea e ingrata que se presente. Imagina que no la posee porque no ha acumulado bastante importancia, volumen, tamaño, visibilidad, dinero, prestigio, seducción o éxitos, pero se equivoca. El "poder" se equivoca siempre y se vien abajo en cuanto sale de su corral, de su establo bien organizado. Se desparrama y se desvitaliza. Se aburre así mismo, se acartona en su aura llena de miedos, así el poder que puede tanto y a la vez tan poco, se desfonda y por eso necesita chupar energía de lo que está vivo, de lo que puede crear, inventar y volar sin abandonar el suelo de la realidad material, y así también la transforma, la ilumina, le da sentido y orden, aún en el desorden de lo aparente. Y llega, en efecto a donde nunca alcanza el "poder", que puede quitarnos lo que menos vale, pero nunca lo que es el verdadero valor de la esencia.
El 'poder' con su enorme acumulación de trastos imprescindibles para poder poder, no cabe por las puertas de la felicidad graciosa y ligera, que nunca le toca en la rifa del destino diario, aunque compre y truque todas las papeletas con todos sus dineros y maneje satélites artificiales y compre antenas y artilugios inalámbricos para controlar los cuatro puntos cardinales de su campo visual, es decir, de lo que es capaz de abarcar. No sabe que lo que llamamos "destino" tiene dos caras, una manejable y la otra libre, la manejable por el ánimo y el pensamiento disparatado y cerrado en sí mismo de la mayoría de los humanos elementales es el fatum, la otra, la que nace de la gracia y el salero del alma, de la conciencia y del espíritu confabulados en aquellos humanos que más se van humanizando en la palestra del tiempo y del espacio, se llama providencia y se entiende de maravilla con el fluir de la libertad. Y eso le permite precisamente remontar los bocados del fatum primitivo y teatral, hasta contratarlo como maestro para no perder de vista los riesgos que tiene haber nacido en este plano de las existencias.
Los griegos lo entendieron a la primera y usaban el teatro para mirarse al espejo del fatum y participaban en él mediante máscaras vociferantes que llamaban theai y que los romanos llamaron personae , con tanto acierto, por parte de ambos términos sinónimos, que hasta la moderna psicología les ha venido a dar la razón. Con la particularidad de que thea, además de "personaje" o "máscara", también significa "visión" y "diosa", y "persona", es también un personaje fingido, la máscara del actor y la actriz. A la Trinidad derivada de las enseñanzas de Jesús pilladas de oído se le adjudican 3 "personas", o sea tres personajes, tres "ficciones" o "visiones" o 'máscaras' de una fuerza que se desconoce y solo se "nota" por sus efectos. En realidad, al ser todos Hijos del Hombre todos tenemos una "personalidad", una máscara teatral con la que representar el psicodrama de la existencia y con la que nos creamos nuestro guión teatral, nuestra representación, sumando o restando, multiplicando o dividiendo los elementos que elegimos o rechazamos, o tomamos, abandonamos y retomamos, etc, etc...Nosotros mismos somos los autores y autoras, las actrices y actores, el guión, el decorado, las luces, las sombras y el escenario. Los efectos especiales, también.
Por eso, mirando esta mañana la nueva oportunidad que me brinda otra vez el rifirrafe de Infolibre me he decidido por disfrutar la privación del texto como una ocasión estupenda para ir mucho más lejos y más hondo de lo aparente. Y así disfrutar un montón con todo lo que se me regala a cada instante, sin desperdiciar ni un cachito de agradecimiento que se me devuelve multiplicado ad infinitum. Una gozada.
Mientras el suave viento del Otoño mueve los toldos, las nubes le hacen guiños de complicidad. Como dice Marieta, una joven amiga que también se despertó a base de asumir contrariedades desde chica: "es que cuando cambias la forma de mirar, nada vuelve a ser lo mismo, las cosas te hablan y te explican lo que nunca te imaginaste que podrías comprender".
Eso se llama Poesía. Ni más ni menos.
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