jueves, 15 de octubre de 2015

El catolicismo, la "marca negra" de los cristianos



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El arzobispo Antonio Cañizares ha criticado este miércoles la llegada de refugiados sirios a ...
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Otro borrón sin cuenta nueva a cargo de la clerecía españolona y nazi-católica: Don Cañizares, su ilustrísima y reverendísima arzobispalidad valenciana ha hablado. Es un decir. Porque en realidad, lo que ese individuo   al que mejor que nada califican sus hechos y destarifes infraparlantes, ha escupido contra los refugiados, no alcanza ni roza los mínimos del noble uso del lenguaje. Mucho menos alcanza la altura que se esperaría de un supuesto líder religioso, qué menos que  al ras de Don Bergoglio, alias, su papa Francisco, empeñado en dar lecciones por el orbe terrestre, de cómo hay que desprenderse del poder y las riquezas de este mundo traidor, que no es malo porque la gente se empeña en que lo sea, sino por culpa del pecado, esa entidad independiente y autónoma, que va por libre y  se apodera de la peña y la invade sin más, sin que la misma peña tenga nada que oponer ni objetar. El mercadillo del pecado es la moneda y trueque de un sistema expendedor exclusivo de perdones, bendiciones e indulgencias capaces de arrancarle al mismo Dios -que come de sus manos- la salvación de la morralla, a base de pasta en velas y en limosnas de cepillo parroquial, mientras los pobres de la Tierra se multiplican al mismo ritmo que los miles de millones de los cuatro gatos, íntimos amigos y sostenedores de los amos del perdón y las excepciones indulgentes...

Don Cañizares no es mala gente, no. Es un buen sacerdote, cumplidor impecable de todas sus normas, leyes y cánones, faltaría más. Obediente, casto y pobre por  ósmosis en una Iglesia forrada de pasta por todas partes y encaramada a los poderes de este mundo desde que en el 313 de esta Era, Constantino la convenció, sin demasiado esfuerzo, de que todos tienen un precio y que de ese precio se puede vivir a cuerpo de príncipe, de imperator devoto y del cuento vaticano, que es mucho más completo, duradero y rentable que el cuento chino. Don Cañizares lo entendió muy bien desde siempre, aceptó todo sin rechistar y más contento que unas Pascuas se fue dejando conducir hasta la cima de las dignidades y ahora ha llegado a la apoteosis del carrerón. Desde ese estado ya casi celestial se puede hablar ex cathedra y decir lo que sea, con la garantía de que el rebaño aceptará encantado los dichos del pastor. Y hale!, a despacharse tocan, se ha dicho Don Cañizares, aprovechando la coyuntura histórica del momento, como Ratzinger aprovechó el atentado de Londres para la apología de la lucha de las civilizaciones o su visita papal a Alemania para echar pestes de Mahoma, inspirado en los recuerdos de juventud, cuando era un joven entusiasta de la svástica y del fürer. La cabra tira al monte y siempre acaba por enseñar el pelo de la dehesa. Qué historial! 

Mientras los refugiados se hacinan en tierra de nadie huyendo del exterminio, mientras una gran mayoría de europeos claman a favor de la acogida de y atención urgente a los hermanos machacados por las bombas que fabrica y vende esta civilizada cristiandad, que además agrede con recortes y miserias a los mismos europeos que claman en favor de las víctimas, mientras la Iglesia es dueña de un patrimonio inmobiliario infinito, que prefiere tener cerrado antes que compartir con los necesitados, Don Cañizares, pasándose el Evangelio de Jesús por las manoletinas y el borde de la túnica principesca, se sube al podio mediático y declama su discurso, el mismo que escuchábamos en el franquismo los niños de entonces, a pie de calle acojonada y/o genocida: "no son trigo limpio", "no son de fiar", sólo le ha faltado añadir la coletilla de entonces: "son gentuza", no lo ha dicho con palabras, pero lo demuestra su disposición. Y se queda tan pancho. Y el papa no dice nada, los colegas tampoco, porque como siempre, los trapos sucios se quedan en casa. Sin lavar, por supuesto; no sabrían por donde empezar la limpieza. Ni siquiera está claro que distingan la suciedad, más que nada por el hábito de convivir con ella tan íntimamente en lo cotidiano, y por haberla convertido en "moral católica". Así se explican los derroteros del pp. Que se pueda ser un gran devoto y un cabronazo en el mismo lote. Sin solución de continuidad ni de nada. 

Sólo me gustaría encontrarme a este personaje cara a cara y preguntarle, con todo el respeto que merece, cómo interpreta él la parábola del buen samaritano y con cuál de los viandantes que encontraron al herido tirado en el camino, se identifica...y si de verdad cree que Jesús tenía razón o simplemente estaba como una regadera y sólo gracias a la Iglesia inmortal ha podido hacer su carrera  superstar por los siglos de los siglos y sólo ha sido la excusa "sagrada"  y vestida de pantocrator , para lavar la cara a todas las barbaridades del régimen de todos los imperios y para que el mundo siga como siempre, en manos de lo peor de cada casa...

Ya lo dijo Machado desde su lucidez de poeta: "mala gente que camina y va apestando la tierra...". Pero qué triste es comprobarlo.

Quitemos la máscara a la pantomima y reconozcamos de una vez donde están los valores del Evangelio: ¿en el hipócrita "tedeum" de la Catedral de Cañizares y el pp, o en la procesión laica y compasiva de la calle solidaria y fraternal? ¿En el palacio arzobispal cerrado a los pobres o en las casas de los valencianos y españoles abiertas a los refugiados?  Y tomemos nota, por favor!


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"Tuve hambre y me disteis de comer,m tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis". Mateo, 25-35

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