lunes, 19 de octubre de 2015

La voz de Iñaki


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Confíe usted, nosotros desconfiamos

EL PAÍS  

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Reconozco, ante el mejunje convulso por los zurriagazos electorales de la casta partidista, que experimento el mismo estado de desconcierto que ayer ante la última imagen de Camilo Sexto. Una metáfora completa del apaño politicante, que a base de remiendos de última hora, está convirtiendo en una subasta de despropósitos el hecho político y el respeto a la ciudadanía. 

La sensación es la de estar visitando un quirófano multiusos, en el que además de dejar España como unos zorros embanderados por el pp, el equipo tétrico habitual está practicando la taxidermia a las ideologías, valores y programas políticos, lo mismo que a la dignidad de la ciudadanía, en un proceso largo y cansino. Muy cansino. Agotador. Especialmente para quienes lo soportan con cada vez menos recursos y salidas. O sea, todos, menos los forring offices beneficiados por el susodicho tratamiento quirúrgico. O sea, ellos. Los caciques de toda la vida, camuflados en el nodo político, como si fuesen nuevos en el trajín de los ancestros y herencias que no paran de recibir por todas partes. Y encima sin pagar el impuesto  patrimonial del más de lo mismo ni el IBI de la pesadez abusadora de paciencias varias. 
Como espectáculo es la apoteosis del aburrimiento repetitivo y como recurso democrático un sainete tragicómico.Y no sé que es peor. 

Lo de la confianza, Iñaki, ya da la risa floja en estas tesituras, al comprobar cada día, que en efecto, en el pp, la gran mayoría de representantes sólo se maneja con-fianza presente y futura y con una naturalidad quepaqué desde siempre y sin que los papeles de Bárcenas se esforzasen en esconderlo ni por un momento. Unas fianzas marrulleras, pagadas con los dineros afanados en nombre del Estado y/o directamente sacadas de él, o sea, de nosotras y nosotros, dineros-fraude, que el juez debería incautar en nombre del Estado y no dejar a disposición del mismo delincuente que se los ha apropiado para que con ellos burle la Justicia, pagando su inicua libertad. No cabe una cirugía plástica del enjuague más zafia y vergonzosa. 


Tras muchos años de tomaduras de pelo en nombre de una transición, que en garras de la crisis, nos mostró lo poco que había ejercido como tal, estamos indefensos, igual que recién llegados a la realidad más cruel y aplastados por ella. Las posibles salidas se bloquean, la tenaza neoliberal no se corta un pelo en el estrangulamiento de la vida digna y en el chantaje, cuyo exponente máximo es C's. La Lara Croft del sistema, un simulacro que en el fondo es Terminator disfrazado de Candy Crush para dar el pego, engatusar con la ilusión juguetona y hacer tragar la píldora de la 'necesaria' y 'razonable' muerte de la justicia social, en el rol redentor de Naranjito. El chico bueno de la clase, el sensato y decente, que pretende como er sosialihmo de los viejos tiempos, combinar la justicia, las libertades y los derechos de los trabajadores, con el neoliberalismo más bestia del Estado concebido como empresa. Pero, eso sí, tendiendo la mano generosamente a los chicos rebeldes de la generación perdida en su egopatía viejoven, para que se integren y salgan de la marginación.  


Tal espectáculo tragicómico es más propio de un videojuego que de la realidad. Un Iglesias y un Rivera frente a frente en pleno revival del  pasado próximo  y  cada vez más rancio, pero con ínfulas salvadoras en el presente como si la historia no fuese tan ferozmente experta en repeticiones. Anoche lo revivimos todo junto en la 6ª, animado por Evole y Pastor coordinando el debate entre la mejor viejoventud de que, al parecer, disponemos, o más bien,  intenta disponer de nosotros. Es la demostración de los años de vacío pedagógico, de no enseñar en la escuela la Historia de la España objetiva y reciente, edulcorando o ninguneando la memoria y de marear ese vacío resultante con series patateras como Isabel, Carlos, Cuéntame y Águila Roja, pero poco roja, que luego pasa lo que pasa...Mucho mejor los secretos de Puenteviejo o de los tiempos revueltos cada vez más acoplados al cuentacuentos de lo que no se remueve ni con excavadora.  


Esta viejoventud que no nos sorprende con nada nuevo en lo que atañe a lo viejuno y nos deja el tufo a naftalina friki en lo que aporta de novedad ' juvenil', es exactamente el resultado rancio de una educación lastimosa, blandengue y fofa, ñoña hasta en su versión más heavy, que se ha criado adorando el deporte de competición y pantalla, bajo las faldas de papá y mamá, nutrida con dibujos manga y playestations , leyendo libritos del Barco de Vapor, para no agobiarles pensando, hasta caer con los años en el territorio gore de los dinosaurios convertidos en galletas, los vampiros en ángeles salvadores, las brujas en dulces apariciones, los diablos como estímulo del ingenio, Crepúsculo como cuento de hadas, Mordor como diseñador y expendedor de joyas y bisutería a tutiplén en los mercadillos de la tierra medi(a)ocre, matar a distancia muñecos con forma humana que ya no se distinguen de la realidad, Harry Potter como gurú  y Juego de Tronos como el nuevo tratado de El Príncipe maquiavélico. 
Ahí se han fundido los cables de la transición. Ahí se ha producido el germen del colapso intelectivo. Nuestro futuro se ha hecho migas a través de un presente anodino que arrastra la mugre del pasado. Y sólo nosotros, los padres y educadores de ayer, somos responsables del desastre de hoy. No en vano nuestros pensionistas están pagando  a un precio astronómico el karma adquirido en plan meninfot, deseducando hijos con tan pocos recursos cognitivos y tan sumisos a la barbarie del sistema más bárbaro e irreformable cuanto más hipócrita, aun cuando van de rebeldes con muchísima causa. Pobrecicos. Rebeldías que naufragan dulcemente ante un IPhon , un IPad o una tablet que se llevan en sus garras rapaces los subsidios de paro, los sueldos escuálidos y la autoestima, los derechos y la libertad que les anulan mientras se la venden.  

Se les educó desde el miedo subliminal y desde la comodidad intelectiva. Les hemos hecho perezosos éticos y activistas del consumo. Ahora con la crisis se ahogan. Como sus mayores. No han aprendido a nadar y ahora que el océano de la globalidad sin fondo y sin forma les arrastra sin compasión y con una voracidad aterradora, no tienen ni un mal bote salvavidas, ni herramientas para construirlo. El océano del neoliberalismo, que nosotros llamábamos eufemísticamente 'estado de bien estar', convencidos de que era la octava maravilla de las civilizaciones, se los traga. 

La indignación no basta. La indiferencia mata igual que la avaricia. Como en la época arcaica de los mitos, hay que aprender lo antes posible a construir arcas, pero esta vez no puede ser una sola, sino miles de arcas solidarias, capaces de rescatar lo que queda de humano y natural en el Planeta. Que el problema particular de lo próximo no nos haga olvidar la visión de conjunto ni a los refugiados, ni el TTIP, ni el TISA, ni Palestina e Israel, ni Siria e Irak, ni la muerte del alma agazapada en la atracción fatal del vacío que aturde y golpea con el bombo y platillo y la velocidad retórica del momento. 

La confianza hay que ponerla en la inteligencia y en el corazón. Después ya se verá qué políticas y políticos se acoplan a las necesidades y exigencias de ese paisaje. Y si no los hay habrá que remangarse  e inventarlos, reinventándonos.


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