domingo, 4 de octubre de 2015

Adiós al verso libre. Una pena más, poderoso caballero es Don Dinero.

Poeta en Granada 

 

Sobre los quince años cayó en mis manos el libro de Ian Gibson sobre la muerte de Lorca. Gracias a un hispanista irlandés, hoy más granadino que yo, descubrí el sedimento de una historia que todavía era posible sentir en las plazas, los cafés, las huertas y los inviernos de Granada. Luis García Montero (Infolibre)

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Este pequeño fragmento del artículo dominical de García Motero en Infolibre, es el único espacio legible al que se puede acceder desde hoy en ese diario, libre, infolibre, según se define a sí mismo, siempre y cuando se pueda pagar por leer los contenidos de más enjundia en el ciberespacio. Se comprende perfectamente que en el mundo de pirañas mercantiles que el mismo poeta denuncia constantemente en sus artículos e intervenciones mediáticas, sucedan estas miserias contradictorias, en las que el capitalismo neoliberal tiene la sartén por el mango de todas todas.  Tal vez el poeta cobra por publicar y de algún sitio debe salir el dinero que le pague por ser poeta, por destilar belleza e inteligencia. Es, ciertamente, difícil escapar al canto de las sirenas de la pasta y no todos tenemos el temple de Ulises, ni se puede exigir a nadie el heroísmo de ser lo que se aparenta y de aparentar lo que se es.

No obstante, reconozco que duele verificar ciertas realidades como ésta. Hoy enterramos un trocito más de libertad en nombre de la misma libertad. Una paradoja más en un mundo ya de por sí, paradójico. Más cerca del destarife que de la cordura. Y por lo que se ve todo se puede contagiar en cualquier momento, ya que el medioambiente está tan contaminado que no podemos distinguir un roto de un descosido, ni un hilván interino de una costura en serio.
O pagamos por leer al poeta o no hay verso libre que valga, vamos, que no hay tu tía. Es lógico que estos desmanes de la  incoherencia tengan lugar en una sociedad donde todo tiene precio y la libertad auténtica es una utopía hermosa, y, para muchos, imposible; se queda simplemente en el testimonio vocal de esa bella inútil que ya ha nacido condenada a la etiqueta de la rareza e incapaz de hacerse carne mortal y de habitar entre nosotras, como la Beatrice de Dante. O la incorpórea e intangible musa de Becquer, vano fantasma de sombra y luz.

A veces por ganar dinero se pierden otras ganancias cuyo valor no tiene precio. Por ejemplo, se puede perder el sentido que une y establece la coherencia entre lo que se es y lo que se pretende ser, entre lo que buscamos y los medios que utilizamos para encontrarlo. Es imposible descubrir  maravillosos perfumes en las alcantarillas o un matadero de reses en una pastelería o edificar una casa sólida, confortable y resistente, con cartones, plastilina y pegamento. Eso mismo pasa con la libertad, la dignidad, los derechos, la democracia y las ideologías. Que una cosa es predicar en la era, aventando la paja cantando la Rosa del Azafrán y otra, muy distinta cosechar el trigo con el canto fecundo del silencio y convertirlo en pan tangible y nutritivo. 

Cuando comprobamos in situ la voracidad insaciable del sistema terminator, la reacción inmediata es la pena, una cierta flojera de ánimo y la tentación sutil de aceptar lo evidente, del suspiro resignado de la impotencia, pero pronto, algo se enciende dentro y esa pátina de tristeza se convierte en energía de cambio, en ganas de incrementar el potencial de la conciencia y vienen a la mente los rostros, las palabras y los hechos de tanta gente que está por la labor, a nuestro lado, en la calle, en la asamblea, en el trabajo por dar la vuelta a este estropicio del que todos renegamos, aunque hay quienes a la menor oportunidad se dan la vuelta y se apuntan al "dame pasta y glamour y dime lo que quieras", lo cierto es que también hay mucha, mucha gente que se da y se empeña desde la base, -y sin querer nada más que el bien común-, en que esto cambie, y que cambie desde cada una de nosotras, de verdad, desde las entrañas al compromiso.
Y entonces, recapacitas y te dices, que lo que te ha entristecido ha sido solo un detalle, un borrón inesperado y subsanable, sobre el poema incombustible de la vida, pero tú, por la experiencia del codo con codo de los sencillos, sabes con certeza indestructible que el tesoro generoso y gratuito que te convoca y experimentas cada día, está compuesto por muchísimas más claridades y cuentas nuevas que borrones. Y entonces, con una sonrisa, sales al aire libre y cierras la puerta tras de ti. Para no regresar nunca a tal estado involutivo.

Y recuerdas el consejo de los abuelos: ¿para qué ocuparse de medios días habiendo días enteros, hija mía? El tesoro más grande que tenemos en este mundo es el tiempo. No lo pierdas en lo que sólo cuesta, pero no  merece lo que vale el tiempo de que dispones.
Pues eso. 

Mientras el mercadillo, lleno de esas razones que el corazón no entiende ni ha entendido nunca, intenta poner precio a la libertad, ella se escapa por las rendijas, como la luz y el perfume de la vida. Como el gozo de vivir. Y se va con la música a otra parte.

 


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Afortunadamente, los milagros existen y la magia de la luz abre de repente la oscuridad. Infolible ha publicado el artículo de García Montero sin cobrar peaje. Gracias! Lo dejo aquí, a continuación, para que se pueda disfrutar. Y me alegra infinitamente que  la generosidad y la apertura de mente y corazón, triunfen sobre la racanez y la miseria de espíritu habituales en un mundo desnaturalizado. Bravo por la gente buena que sabe arreglar las cosas. Bravo por los poetas que saben convertir la vida en poesía y la poesía en vida. Y bravo por los editores que saben estar a la altura de la poesía y de la vida, que en realidad son inseparables.


Verso Libre

Poeta en Granada


Actualizada 03/10/2015 (Infolibre)    

Ian Gibson acaba de publicar Poeta en Granada. Paseos con Federico García Lorca (Ediciones B, 2015). Celebra así sus bodas de oro con una ciudad y un poeta. En el verano de 1965, el hispanista irlandés empezó a estudiar los acontecimientos que desembocaron en la ejecución del autor del Romancero gitano y Bodas de sangre. Con apenas 26 años, atraído por las relaciones literarias entre el poeta andaluz y su compatriota J. M. Synge, se empeñó en preguntar, madrugar por los archivos, compartir recuerdos con amigos y familiares y quemar las noches de las tabernas en las que se emborrachaban y se iban de la lengua los franquistas para buscar lo que temblaba en los silencios de la ciudad…, en los escombros de la mentira. El resultado fue su ensayo La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca (Ruedo Ibérico, 1971).

Por esas fechas yo había empezado a leer a Lorca en la edición de Obras Completas de la editorial Aguilar que encontré en la biblioteca de mi padre. Me encerraba en la habitación más silenciosa y adornada de la casa, un salón que se reservaba sólo para las visitas y las celebraciones especiales. Algunos libros son visitas que se vuelven amigos de toda confianza. Allí me dejaba arrastrar por las metáforas. La luna, los limones, los caminos nocturnos, el jinete condenado a no alcanzar su destino, el puñal, los juncos a la orilla del río, el horizonte de perros detrás de la oscuridad, el temblor de los muslos y de los pechos me encerraban en otra habitación imaginaria, llena de emociones, sugerencias y verdades primitivas. Una habitación particular dentro de otra habitación. Desde entonces la poesía no ha dejado de ser para mí una habitación de ventanas abiertas al mundo dentro de cualquier habitación cerrada. Suenan los pasos de la vida y de la historia al otro lado de las puertas, al otro lado de la luz o de las sombra.

Sobre los quince años cayó en mis manos el libro de Ian Gibson sobre la muerte de Federico García Lorca. Descubrí el pasado de mi ciudad, la permanencia en forma de silencio o de murmullo de una realidad que había sido condenada por la represión. Gracias a un hispanista irlandés, hoy más granadino que yo, descubrí el sedimento de una historia que todavía era posible sentir en las plazas, los cafés, las huertas y los inviernos de Granada. El destino se convirtió entonces en la tarea de recuperar lo que había desaparecido con la Guerra Civil. Son las paradojas de toda verdad falsificada: el futuro llega a depender de la recuperación del pasado.

Muchos años después, ya en los años 90, me enamoré de una madrileña. En nuestro primer viaje a Granada, fuimos a la casa familiar para hacer las presentaciones. Ya no existía la habitación de las visitas. Después de comer con mis padres, tomé la carretera de Víznar y subimos al silencio sagrado de una fosa común para completar el viaje. En un poema de Completamente viernes que se titula “El pasado” recordé aquella segunda entrada en familia: “Aquí viven mis muertos, / estas son mis raíces, / y su calor se extiende / como ramas al borde del camino, / alambres oxidados por la lluvia, / que sirven todavía para tender mi ropa”.

Poeta en Granada, el último libro de Ian Gibson, merece la reseña de un crítico literario que hable con objetividad de las relaciones decisivas entre la obra de Federico García Lorca y su ciudad. A la manera de Richard Ford, Gibson ofrece una guía práctica para recorrer Granada con los ojos del poeta. De paisaje en paisaje, de calle en calle, señala además cuestiones imprescindibles para la comprensión de la literatura lorquiana. Pero yo no escribo aquí una reseña, sino un artículo sentimental. El ensayo del hispanista maduro me ha devuelto al adolescente que fui y a los libros que desde entonces marcaron mi vida.

Ayer estuve en el Congreso de los Diputados con la Plataforma Comisión de la Verdad para entregarle a los grupos parlamentarios de izquierdas las indicaciones que los expertos de la ONU han hecho sobre el desamparo que todavía sufren las víctimas del franquismo, una historia injusta que cae sobre más de 150.000 desaparecidos forzosos, 30.000 niños robados y 2.300 fosas documentadas. Hace casi 40 años que vivimos en una democracia sin raíces. Muchas de las cosas que ocurren en España son una herencia del olvido.

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