La conjura de los juiciosos
Tras este juego de naipes existe una realidad social, económica e internacional que nos va a explotar en la cara, mientras un batallón de desocupados sentados en su escaño discuten sobre cuestiones que sólo les atañen a ellos
No me cuenten que son de culturas políticas distintas y que no pueden pactar. ¡Claro que son distintos! por eso unos votaron a unos y otros, a otros
Si fían su futuro a la suerte y al sentimiento ¿qué sabrán de las emociones que moverán a las masas de aquí a tres meses?
“Sólo me relaciono con mis iguales y como no tengo iguales, no me relaciono con nadie”
John Kennedy Toole. La conjura de los necios
John Kennedy Toole. La conjura de los necios
Vengo
insultada, no se molesten. No es que haya prestado mucha atención pero
creo que ya he sido trending topic un día por la indignación de los
forofos del PSOE tras hacerle ver a Simancas que ese relato embotado que
nos sirven ataca a la inteligencia y otro día por recordarle a Belarra
que la realidad existe y la hemos visto todos y que reinterpretar y
reelaborar tiene un límite. Así que una vez cumplido el trámite de la
ordalía y el capirote, vistoso y catárquico pero poco efectivo hoy en
día, dejen a las personas mayores que pasemos adelante y reflexionemos
un poco sobre las cosas de comer.
Ha pasado a ser una
frase de pegatina de nevera pero no por ello es menos cierto que se
puede engañar, o confundir, a unos pocos mucho tiempo o a muchos un rato
pero no a todos todo el tiempo. Más allá de ese mundo formado por magos
del marketing y visionarios de la cultura política de las series,
existe un mundo real con problemas reales y ciudadanos que todavía
conservan el suficiente sentido crítico, la sensatez, el análisis
racional y lógico y la nada endeble memoria necesaria para darse cuenta
del inmenso despropósito en el que nos hacen naufragar. Por eso las
papillas del argumentario se nos atragantan. Hemos seguido el desarrollo
de los acontecimientos desde el principio, los hemos analizado y
procesado y, aunque les parezca imposible, hasta los hemos entendido.
Sabemos a qué juegan y nos estamos hartando de que lo hagan.
Están
consiguiendo, eso sí, llevarnos a un agotamiento infinito y a una
desilusión global. Nos están cubriendo de hartazgo y de reproche. Casi
ni los que nos dedicamos a seguir sus piruetas estamos interesados ya en
la función y esperamos el desenlace sin pasión y con todo el
escepticismo que produce ser conscientes de que tras este juego de
naipes existe una realidad social, económica e internacional que nos va a
explotar en la cara, mientras un batallón de desocupados sentados en su
escaño discuten sobre cuestiones que sólo les atañen a ellos y hacen
trampas al nada solitario juego de la democracia.
Hago
ahora una pausa no publicitaria para acoger los abucheos. Puede que yo
no sea la verdadera izquierda de la más izquierda y puede que tampoco
sea una revolucionaria radical dispuesta a saltar las compuertas de la
socialdemocracia. Lo más probable es que no sea nada. Nada más que una
ciudadana, eso sí cuadriculada e ingenua, que pretende no perder pie con
la realidad, que no deja de ver los problemas que se acumulan en el
escenario internacional, que no puede cerrar los ojos ante la cantidad
de cuestiones que se acumulan en la escena más próxima. Una ciudadana
consciente de que los mecanismos constitucionales y democráticos están
meditados para conseguir unos resultados y que no son resortes de feria
para pulsarlos y soltarlos a voluntad de algún calculador jugador que
quiera comprobar hasta que punto pueden servir para hacer saltar la
carambola que le de el triunfo.
No me cuenten que son
de culturas políticas distintas y que no pueden pactar. ¡Claro que son
distintos! por eso unos votaron a unos y otros a otros, y ocupan un
espacio ideológico diferente. Con los que son iguales no se pacta ni se
negocia. Con los que son iguales se comparte. No me cuenten que son la
esencia de lo que este país necesita y que necesitan convertirse en
gendarmes de esas políticas para que puedan llevarse a efecto. Puede que
si no pueden llevarlas a efecto sea porque no hayan tenido la mayoría
suficiente de ciudadanos para implementarlas. Asuman. Reflexionen.
Maduren.
Tampoco leviten con esa historia de que
llevando al país a sus enésimas elecciones van a mejorar su resultado
hasta los 150 diputados y van a volver los viejos tiempos. ¿Quién les ha
dicho tal cosa? ¿Unas encuestas hechas ahora? ¿Y qué saben de lo que
espera a la vuelta del cabo de las tormentas de octubre? ¿Qué les han
asegurado del cansancio emocional y del cabreo sordo y hasta de la
indignación de muchos de los llamados a ser sus electores? Antes de
noviembre queda mucho por ver y mucho por solucionar y mucha tela que
cortar en el panorama político nacional e internacional e incluso en el
económico. Si fían su futuro a la suerte y al sentimiento ¿qué sabrán de
las emociones que moverán a las masas de aquí a tres meses? Por no
mencionar el hecho de que llevan en el gobierno más de un año y han
tenido la suerte de que no se les venga encima ninguna patata caliente
pero ¿quién les dice que de aquí a esa fecha no se desata una crisis, un
accidente, una catástrofe natural, algo que le de un vuelco total a esa
soberbia con la que leen los números?
Y ¿qué decir de
los que avanzan como un bulldozer denunciando humillaciones -como si la
humillación, por definición, no tuviera que ver con el propio orgullo-
sin reparar en ese curioso frente de majorettes que les ha surgido entre
lo más granado de la carcundia y la derechona del país? Será porque
entre ellos están ahora los analistas más granados de lo mejor para la
izquierda, los únicos que comprenden el corazoncito del líder. Todos han
apartado de su lado a los que conservan la mesura y el sentido crítico o
los han acallado con la amenaza de enseñarles la puerta. Nadie
brillante se rodea de mediocres y tiralevitas.
Quizá
sólo se pueda orquestar ya una especie de conjura de ciudadanos
juiciosos y firmes en sus convicciones. Una conjura de ciudadanos
cabreados que, si vuelven a ser llamados a las urnas espuriamente,
repitan milimétricamente su comportamiento del mes de mayo. Una
confabulación de gente sensata y juiciosa que les devuelva los dados
trucados en las urnas y les vuelva a poner ante sus incapacidades.
Conste
que aún confío en que sean capaces de hacer su trabajo aunque ya no lo
vayamos a recibir con ilusión. En caso contrario les deseo que las urnas
les devuelvan los mismos, para ustedes, odiosos resultados para que
quede absolutamente claro que son las personas las que no son capaces de
hacer democracia con ellos. Nosotros no nos hemos equivocado. No nos
llamen a rectificar porque puede que nos rebelemos y no lo hagamos y
sean sus miserias las que queden al aire.
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