miércoles, 25 de septiembre de 2019

Hasta ahora solo es un signo de normalidad el decreto del Supremo. No hay motivos para celebrar nada mientras un juez y la santa inquisición sigan haciendo de su capa un sayo e impidiendo lo decretado ¡"legalmente"! - al estilo españolón porcojonista- Solo escribiré sobre el evento, cuando se produzca, mientras tanto bastante tengo con gestionar la vergüenza y el marrón de ser española y no poder desnacer en este nido de mofetas encloacadas, especialista en que nada parezca lo que es y nada sea lo que parece. Como diría Labordeta: ¡A la mierda!


Hasta el rabo todo es Franco

No quiero ser aguafiestas, pero a Franco llevamos año y pico desenterrándolo. Con la decisión del Supremo todos bailamos sobre su tumba como si ya estuviera vacía.

Pero ahí sigue, y aún quedan vías para demorarlo. Si no lo sacan antes de las elecciones, después ya veremos la prisa que tenga quien gobierne.

La última palabra sobre la exhumación de Franco la tiene el juez que atacó la ley de Memoria Histórica




Sánchez ve la exhumación de Franco como "una gran victoria de la democracia"
EFE
Junto a la tópica botella de cava, tengo en el congelador el artículo para el día que exhumen a Franco del Valle de los Caídos. Lo tengo escrito desde hace tiempo, como los obituarios de esos personajes públicos de edad tan avanzada que los periódicos les tienen escrita la necrológica desde años antes.
Mi artículo para celebrar la exhumación de Franco lo dejé ya escrito hace un año y tres meses. Es el tiempo que llevamos exhumando a Franco, exhumándolo poco a poco, tan poco a poco que ahí sigue. Hace un año y tres meses lo prometió Sánchez, nada más llegar a la presidencia tras la moción de censura, y yo escribí mi artículo, por si era algo rápido. Aquel día ya hubo quienes celebraron el anuncio como si ya viesen el furgón fúnebre saliendo de Cuelgamuros.


Dos meses después lo aprobó el consejo de ministros, y yo volví a desempolvar mi artículo, y volvimos a celebrar un "día histórico". Un mes después, ya en septiembre del año pasado, lo validó el Congreso, y otra vez aplaudimos un "día histórico", escribimos artículos eufóricos, recordamos a las víctimas y bailamos sobre su tumba, aunque seguía ocupada.
El verano de 2018 lo vivimos en la inminencia de que cualquier mañana nos despertaríamos con la noticia. Lo he contado alguna vez: Manel Fontdevila y yo estábamos en agosto del año pasado publicando una novela por entregas en este mismo periódico, cuya trama tenía que ver con la exhumación de Franco. Escribíamos excitados y a la vez angustiados por si al día siguiente sacaban la momia y nos dejaban sin novela, de tan inminente como era. Y aquí seguimos un año después.
Siguió corriendo el calendario, y el pasado marzo el gobierno puso por fin fecha a la exhumación: junio de 2019. Volvimos a celebrar como si ya estuviese la tumba vacía, aunque ahí seguía, solo había que esperar unos meses y ya. Después llegaron los obstáculos judiciales, que lo iban a demorar un poco más. Hasta este martes, cuando el Supremo dio vía libre, y otra vez celebración, "día histórico" y nuevos artículos sobre Franco, el Valle, el Pardo, la maniobra de exhumación, el futuro del Valle, la reparación a las víctimas… Con una pequeña objeción: el dictador todavía está allí, bajo la misma lápida.
Ahora el gobierno dice que esta es la buena, que lo va a sacar antes incluso de la campaña electoral, cuestión de semanas. Pero por delante espera un juez filofranquista que se ha agarrado a la licencia de obras y va a hacer todo lo posible y más por impedirlo. Si planta pelea al gobierno, la cosa se puede ir para largo. Más de tres años, dicen los que saben del asunto. Aparte de los recursos que la familia ponga en el Constitucional, que también podría suspenderla hasta resolver. Y esperen, que en el camino espera el prior del Valle, que no se ha mostrado muy colaborador hasta ahora, y que es capaz de echar silicona en la cerradura de la Basílica el último día. Sin mucha imaginación se me ocurren otras vías para ganar tiempo y demorar la exhumación, pero no las voy a compartir aquí para no dar ideas a la familia.
Este martes todo era triunfalismo, todos bailamos sobre su tumba como si ya estuviera vacía. Pero ahí sigue. Y si no lo sacan antes de las elecciones, después ya veremos la prisa que tenga quien gobierne. Incluso si es el propio PSOE, que ya rentabiliza electoralmente la exhumación sin necesidad de consumarla.
En fin, que no quiero ser aguafiestas, pero a Franco llevamos año y pico desenterrándolo, y ahí sigue. Y lo que le puede quedar aún. Para nuestra generación, exhumarlo se empieza a parecer a su propia muerte: esperada desde unos años antes, inminente en cada recaída de la enfermedad, pero lo mantuvieron con vida hasta el infinito y más allá, mientras caducaban las míticas botellas de cava en las neveras.
Franco alargó la guerra más allá de lo necesario para causar mayor matanza; prolongó su dictadura hasta quedarse solo en Europa; siguió matando hasta el último día y un poco más; estiró su propia vida hasta no quedar ni el último suspiro; y ahora está dispuesto a quedarse en su tumba unos meses más, años si lo permitimos.
Y nada me gustaría más que tragarme este artículo dentro de unas semanas.

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