domingo, 15 de septiembre de 2019

Natura et magistra

Resultado de imagen de imágenes de inundaciones
Como un ciclón de fuerza incalculable
se ha vuelto del revés la vida misma.
Los elementos han enloquecido
y hartos de malos tratos
se han hecho feministas a su modo
rompiendo las barreras patriarcales
haciendo picadillo
los diques del ppoder negacionista
los cauces adecuados de una normalidad
obsolescente y programada
en un más largo plazo no para el día de hoy,
-¡jolín qué  prisas!-
sino para un mañana desplazable
lo mismo que las fichas del parchís...
pero no en este plan,
qué mala educación meteorológica,
qué pésimos modales y qué comportamiento
tan burdo y descortés...

¿Dónde habrán aprendido esas malas maneras
estos impresentables elementos?
En España, imposible. Aquí todo es perfecto,
del rey a los mindundis, todo siempre en su sitio,
y cada uno en su puesto. Nadie se salta el turno
si no hay quien lo bendiga y lo consienta, 
por suspuestos,
es decir, si no hay una parienta o un pariente
que ejerza de alcaldesa en un ayuntamiento,
verbigracia,
o un cacique proclive que barra para adentro,
eso es lo natural, el rango de "lo nuestro"
lo que siempre se hace porque siempre se ha hecho
y es pura tradición hereditaria. Como la monarquía,
por ejemplo,
inigualable patrimonio real
sobre todo en cualquier democracia
que ha elegido sin miedo ni presiones
regresar a un pasado principesco
que mola mucho más que tanto populismo
inadecuado, cutre e impresentable,
en un reino tan fino y tan selecto,
tan de intelectuales y prebostes
reciclados y vueltos
del rojo del revés al azul más derecho,
eso sí, con matices, naranjas y morados
que en un plisplás son verdes como helechos.
España es el pendón del arcoiris
basta con observar su Parlamento
en el que el amarillo ya es el lider
de un independentismo a contrapelo.
Y todo ese currazo se ha llevado
cuatro décadas plenas de zozobras,
vaivenes y bandazos.
España es entrañable
y nunca olvida, por eso nunca cambia
y siempre es fiel a aquel  primer amor
de Isabel y Fernando,
a las nupcias gloriosas y sublimes
en el salón del trono de Doña Inquisición,
de las dulces baladas sefardíes y moriscas
huyendo de la quema
mientras la parejita en Santa Fe,
sacaba a San Tequemo en procesión.
Una historia impecable y milagrosa
por esa condición de hacer el bis
siglo tras siglo,
sin cambiarle ni un punto ni una coma.


Y el clima sin coscarse
de tan genial relato interminable,
se amontona y en esas se amotina,
y la naturaleza se atraganta
y le da por llover a pierna suelta
como si de Macondo se tratara,
y se convierte en tromba sin pensarlo dos veces,
que ahora se llama DANA
la tormenta perfecta en la alturas
como un gloria de Bach o de Vivaldi,
para disimular que sale de la nada,
metátesis silábica tan cierta como aguda
que es lo que sobreabunda
cuando la democracia pierde el rumbo,
el alma y la vergüenza y saca de su nada
un sistema de pesas y medidas contrahechas
con el que evaluar a las manadas
que han ocupado el trono de la inutilidad
y de la buena vida costeada
por el rebaño manso que les vota
en cada electoral encrucijada.

Sin gobierno, sin propuestas ni rumbo,
y sin los cuatro puntos cardinales
que indiquen donde estamos
y a qué precio,
con el riesgo de andar de puerta en puerta
en busca de trabajo y de sustento,
con sanidad, escuelas y pensiones
haciendo cuerda floja,
reforma laboral como felpudo,
dos pijos a la greña discutiendo
cuántos sillones sacan a subasta,
en la traca final de las burbujas
el pueblo amordazado por la mugre,
la hartura y el cansancio, Catalunya,
a tanto llega el lance
que el clima  según pinta, está hasta la peineta
de ver sufrir al pueblo,
por eso ha decidido empoderarse
sin duplicar la p del verbo impertinente, 
y dar una patada en el trasero
a tanta estupidez incompetente.

No es un castigo, no, por más que lo parezca,
sino la razonable consecuencia natural
de sumar atropellos y de restar conciencia,
cuando sobran el fraude y el cinismo,
vanidad y torpeza, avidez, chulería, horteras cognitivos
y enredos proxenetas, que han hecho del engaño
su certeza.

Lo que ya no consigue gritar
el pueblo machacado
una vez resignado a la miseria
que se va deshaciendo voto a voto
y diciendo entre dientes
¡cuánto vasallo fiel y pagaimpuestos
para tan mala empresa!,
lo gritarán las aguas y los vientos desatados
los ríos desbordados por la mierda,
ha quedado bien clara la faena:
lo que los pueblos sufren lo venga la Natura,
la sustancia que habita cielo y tierra.

Las migraciones huyen de pifias similares
y diarias
que causa el capital y el consumismo.
¿Cómo se queda el cuerpo
cuando a una economía como España
le sucede  lo mismo?
Mas con el agravante de que aquí
padecemos por lo que decidimos
y en África, Asia o América Latina,
sufren por lo que Europa y América del Norte
llevan haciendo siglos.









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