Comenzó siendo la tabarra de unos melenudos; la casa común, nuestro
planeta, vive bajo amenaza. Muchos equilibrios fundamentales se están
rompiendo, nos decían, y los mirábamos con desdén. Su lucha,
perseverante, avalada por sucesivos informes científicos de autoridad aplastante,
ha logrado penetrar en la conciencia universal. Quedó atrás el tiempo
de la sensibilización, ahora ya todos sabemos lo suficiente.
El discurso oficial del mundo lo confirma, todos se apuntan a él. La política pugna por hacerse con la bandera de lo verde,
disputándosela a los verdes o pactando con ellos, como las empresas,
que se empujan unas a otras para presentarse como las más comprometidas
con la economía verde.
En la Cumbre del Clima de Nueva York ya no se oyen voces disonantes; hace mucho que se hizo innecesaria la retórica. La cumbre se llama de la acción y se habla de dinero y nadie duda de que la resistencia del negacionismo es interesada. Donald Trump ofrece la ventaja de su descarada transparencia.
No es conciencia lo que falta. Ayer mismo, 70 países con Europa a la cabeza se comprometieron a reforzar sus políticas contra el cambio climático, pero seguramente no se está mirando donde hay que mirar. Queda aún mucho trecho y mucha guerra de intereses antes de el encuentro en la tercera fase con la más cruda realidad mental acabe con los rodeos. Ese encuentro sí que va a costar, cuando comprendamos que no se trata de poner más o menos dinero sino de revisar nuestro modelo de desarrollo; cuando comprendamos que el crecimiento infinito en un mundo finito es imposible y que la sostenibilidad que pretendemos es insostenible.
En la Cumbre del Clima de Nueva York ya no se oyen voces disonantes; hace mucho que se hizo innecesaria la retórica. La cumbre se llama de la acción y se habla de dinero y nadie duda de que la resistencia del negacionismo es interesada. Donald Trump ofrece la ventaja de su descarada transparencia.
No es conciencia lo que falta. Ayer mismo, 70 países con Europa a la cabeza se comprometieron a reforzar sus políticas contra el cambio climático, pero seguramente no se está mirando donde hay que mirar. Queda aún mucho trecho y mucha guerra de intereses antes de el encuentro en la tercera fase con la más cruda realidad mental acabe con los rodeos. Ese encuentro sí que va a costar, cuando comprendamos que no se trata de poner más o menos dinero sino de revisar nuestro modelo de desarrollo; cuando comprendamos que el crecimiento infinito en un mundo finito es imposible y que la sostenibilidad que pretendemos es insostenible.
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