Análisis
LEONARD BEARD
Vivimos un conflicto entre demócratas, en esta afirmación radica toda esperanza de solución
Una segunda idea tiene gran arraigo: la sentencia del Tribunal Supremo tiene un doble objetivo. De entrada crear en el imaginario de las generaciones nacidas en democracia, y en consecuencia alejadas emocionalmente del significado político e histórico de la Transición vivido por sus progenitores, que "quien la hace, la paga". Escarmiento, pues, por una parte y voluntad de diseñar una jurisprudencia suficientemente funcional como para que el Estado no tenga que vivir encorsetado entre las chapuzas que tanto han desprestigiado la justicia española internacionalmente, y la necesidad de aplicar respuestas más eficaces si "los catalanes lo volveis a intentar ", como me soltó un exdiputado del PP de alto rango. En todo caso, nada que no fuera previsible y no hubiera sido ya denunciado desde Catalunya: la no admisión a trámite en el Congreso en el año 2014 de la propuesta del Parlament de negociar un referéndum conducía inevitablemente (Rubio Llorente ya lo previó) a unas elecciones catalanas plebiscitarias y la consiguiente construcción de una legalidad paralela en el Parlament como consecuencia de la negación del diálogo, así como el retorno, también reflejado en el Diario de Sesiones, de la figura del preso político y del exiliado.
A pesar del intento de hacerlo descarrilar, el 'procés' tiene un gen movilizador y cívico
En definitiva, no habrá salida si no se asume que entre demócratas solo cabe una resolución democrática basada en el principio democrático (y aquí el referéndum no se puede soslayar como solución). Que se va a sufrir si no se asimila el gran error de sustituir la negociación política por la judicialización (con connotaciones de venganza por una supuesta ofensa cometida al Estado). Y que nos despeñaremos si el Gobierno español no combate la derecha política o alimenta los aparatos estatales más reaccionarios amparados por un relato mediático dominante que genera una creciente catalanofobia (nunca la BBC ni las televisiones privadas británicas hubieran tratado a Salmond de filonazi o violento).
La resiliencia democrática de la sociedad catalana es extraordinaria. Prueba de ello es la manera como irrumpirá la demanda política de amnistía y la socialización del debate del encaje de la desobediencia civil en sociedades postmodernas, lo cual no quita que las nuevas generaciones (y mucho!) se deberían alarmar ante un sistema que evidencia no ser capaz de metabolizar en clave democrática la demanda catalana, apostando por un nuevo 155 y el incremento de la represión, porque lo convierte en inviable frente a otros retos urgentes y de magnitud global.
En conclusión, catalanes y españoles damnificados de un sistema de libertades español que no podría pasar la ITV de calidad democrática que exige el siglo XXI.
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