martes, 10 de septiembre de 2019

A vueltas con lo de siempre: ¿religión o conciencia?, ¿despertar o roncar santamente per omnia saecula saeculorum, amén?

Qué país y qué estado más extraño tenemos. El laicismo es un derecho y un valor, un respeto profundo a las conciencias, una conditio sine qua non en cualquier sociedad democrática con un verdadero estado de derecho donde la igualdad en los mismos derechos y deberes hace posible la libertad en vez del atropello y la convivencia en el bien común, cada vez más allá de las leyes, que solo sirven en plan purga de Benito, como jaulas para encerrar a la fiera cuando ataca, pero no para educarla, regenerarla y hacerla abandonar su condición de fiera, ya sea, política, ideológica, cultural, religiosa, étnica o simplemente millonaria a costa de arruinar a los menos favorecidos, o en el envés de la hoja, en violencia revolucionaria por saturación completamente lógica, pero que tampoco soluciona nada cuando la tortilla da la vuelta y el proletariado se convierte en dictadura, siempre a base de hegemonías y sectas de poder capaces de lo peor haciendo que los mejores fines se corrompan con los más repulsivos medios "necesarios", sin comprender que el fin acabará por corromperse con las propias herramientas tóxicas que fabricarán una excelencia imposible si ya viene corrupta de casa.

Mientras el poder sea el objetivo principal, por encima de las personas, no avanzaremos, solo daremos vueltas alrededor del mismo laberinto, cada vez más desgastado y necesitado de remiendos cada vez más infumables.
Curiosamente ni el Psoe ni UP han hecho mención a la ausencia de laicismo práctico en nuestro sistema estatal. La religión católica ya se le supone a los españoles como el valor al soldado y la marcha real del himno impuesto a sablazos y a tiro limpio, a la monarquía o a cualquier jefatura de estado que se aposente en trono del poderío. 

Poco importa si a esa comedia milenaria no hay fe que la sostenga, ni principios éticos que la hagan posible, y que las mejores ideas, acaben en nada, basta para entenderlo con el ritual del bautismo, ese ceremonial abusivo practicado con los recién nacidos en la pila bautismal, un residuo autómata, troglodita, inentendible sin la participación adulta del que desea bautizarse (un pobre e indefenso bebé no es consciente, y como todos niños, manipulable  "por su bien", claro), mediante un 'sacramento' que lejos de ser lo que fue en su origen: una elección personal de cada individuo -que decidía profundizar y pertenecer a una fraternidad evangélica universal y sin exclusiones ni privilegios ni poderes fácticos, con un compromiso de vida material y espiritualmente compartida-, ha derivado en una estrafalaria ceremonia prosélita e irrespetuosa con la libertad de conciencia, una liturgia especializada en rociar la cabeza de las criaturas de pocos días con un chorro de agua fría, unos aceites benditos y sal, como si fuésemos una ensalada, o un rito de magia, haciendo que la criatura llore desconsolada por la ocurrencia del clero, que ya apunta maneras desde el principio con sus sádicas intenciones hacia los chiquillos, y para colmo con la cooperación de los padres y madres, madrinas y padrinos.
Yo misma fui educada en ese plan y mis hijos se bautizaron...Curiosamente, cuanto más claro iba siendo mi descubrimiento del Evangelio y su praxis en mi vida y más patente se hacía con los años el descubrimiento de lo que llamaban "Dios", tanto en mi interior como en el mundo que me rodea y me unifica, más nítida me iba quedando la gran patraña de una religión-imperio, más falsa que los euros de metacrilato o que los ajos de plastilina. Cuando la peña super religiosa te confesaba a media voz, que en realidad no creía en nada de aquel teatro tan devoto como pagano, pero que iban a misa los domingos por si acaso luego había algo y se lo perdían y acababan en el infierno solo por no acudir a doblar el espinazo una vez a la semana, total por no dedicar media hora a adorar el ego de un dios ávido de adoradores, enamorado del incienso y encantado de que su voluntad caprichosa que lo mismo daba un premio en la quinielas, que mandaba una enfermedad devastadora, o una ruptura de pareja o la muerte de los seres queridos, o un despido laboral que dejaba en la calle a un padre de familia o una familia desalmada, o hacía estallar una guerra...Menudo Dios... pero inexplicablemente, tan fácil de contentar con triquiñuelas, velitas, exvotos y limosnas para lo que hiciese falta, que así te quitabas de encima el marrón de darlas en mano y verles la cara a los mendigos, con la pena que dan, y el respiro solo al pensar que están ahí para que tú te ganes el cielo a base de limosneo...mientras comulgas con todas la ruedas de molino que te salen al paso, mientras el confesor te arregla la agenda de los pecados y te los deja en minimalistas pelillos a la mar. Un chollo, vamos. 
Pues eso, cuanto más exploraba la religión católica y asimilaba el Evangelio en mi conciencia ya inseparable del Nosotros y Nosotras, más me alejaba del trilerismo beatorrón y comodísimo del que disfrutaban y padecían las beatíficas y obedientes gentes de mi entorno, más veía la energía de ese "dios" en la normalidad de cada día, de la naturaleza, del curso de las cosas, de cada ser, con sus particularidades, variedad, pluralidad, actitudes y opciones, menos me encontraba en la tesitura de juzgar y mucho menos condenar a nadie y encima, para siempre, o sea, a la pena de muerte en la tierra o al infierno si la tierra no conseguía ser lo suficientemente haevy y ofrecer sufrimiento ad hoc en cantidades potentes a todos los rebeldes y descreídos, aunque luego en su vida diaria fuesen bellas personas incapaces de hacer mal a nadie.  Y mientras ese dios made in power, solo salvaba a los devotos aunque fuesen unos malos bichos recurrentes y unos misarables plenamente conscientes de sus barrabasadas, bastaba con que le adorasen y se lo contasen a un cura, aunque a continuación volviesen a ser terribles una vez más, total si te arrepientes, dios te perdona, siempre que un cura lo haba en su nombre, tu arrepentimiento solo es válido si está homologado por el power ranger eclesial...Dios es un trámite y el laicismo pasa de él.

Un buen día sientes muy dentro con un sabor a verdad indestructible y evidente al 100% que aquel montaje no tiene pies ni cabeza, solo protocolos rituales sin más. Está vacío. Hueco. Es como adorar al becerro de oro del Éxodo.
Así, el mismo espíritu que llaman santo, va alfabetizando por su cuenta a quienes desean ir al cole universal y particular, y no lo tienen fácil por el curro, las responsabilidades, el rebote, los traumas, el dolor, el agobio, la depre, las adicciones, la vida sin sentido pero llena de trastos como un desván y la falta de tiempo. Para el espíritu el tiempo no existe y el espacio es adaptable a toda circunstancia por chunga o frívola que pueda parecer...Sabe despertar y enseñar desde cualquier experiencia por rara que parezca. No es escandaliza de nada. Por eso nunca condena a nadie, ni amenaza, ni mete miedo para sentirse poderoso y aterrador. De eso ya se encargan las religiones, los políticos, la publicidad, el consumismo, los banqueros, el poderío fascista en azul, en rojo, en amarillo, en verde ,morado o naranja y, por supuesto, la prensa cuando se le va la pinza y se enfanga en lo peor que se le ocurre o le sugiere la patronal de los IBEX globales y regionales. 

Aunque parezca un oxímoron no lo es: el espíritu es laico y solo desde la laicidad se le puede entrever y descubrir con la garantía de que no hay trampa ni cartón en esa experiencia, porque no hay humos ni incensarios que enrarezcan el aire ni la visibilidad ni el reconocimiento, esa anámnesis de que habla Platón. Ni tampoco hay en nosotros un especial interés por divinizar lo suyo ni implantar dogmas que justifiquen su existencia. Serían una inutilidad, como lo es perder el tiempo en demostrar que el oxígeno invisible que respiramos o que el pensamiento que no vemos, existen. Es indudable que si estamos vivos, existen aunque no se vean ni hagan ruido. Poco importa demostrar que lo que es Es, como cantaba Miky en Euroirrisón, cuando sugería que la venda debía caer si querías SER tú misma. Será de todos modos aunque queramos que no sea. Y descubrirlo es la vida sin tapujos, sin miedo, sin barreras idiotas, pero con el único límite de no hacer daño,  ni a sí mismos ni a los Otros, que también son tú aunque tardes años en descubrirlo.

Cuando a través de los años voy reconociendo lo que hay a ese nivel, hasta he acabado por comprender a Tomás de Aquino, el más locuaz, sesudo y apoteósico teólogo del catolicismo, empeñado como fuese y durante años, en demostrar mediante cinco vías nada menos que la existencia de Dios, con el sello de la Iglesia Católica. Cuando descubrió lo que había de verdad más allá de los montajes piadosos y botiflers, ya al fin de su vida y sin fuerzas para hacerlo él mismo, pidió a sus compañeros y discípulos que quemasen y destruyesen toda su obra, porque durante su vida solo había escrito estupideces, y que Dios era algo que solo se puede descubrir viviendo cada uno con ello en lo profundo y en lo periférico al mismo tiempo, no estudiando ni imaginando leyes y coartadas mentales que se quedan en nada cuando se hace la luz, mientras la vida se desliza hacia parámetros  a los que solo nuestra libertad bien gestionada, según la esencia de cada ser,  puede darle el sentido necesario para hacerse posible, actuante y en ello, salvífica. Y eso solo puede ser posible porque el espíritu es laico. No tiene apegos ni es fan ni hooligan de nadie. Ama y es Amor. Nada lo ata, y sopla donde quiere, cuando y como quiere, que viene a ser cuando su parte material hecha humanidad comienza a ver y a salir del túnel elegido para experimentar en el nivel de este universo. Por eso tiene bastante con cualquier cosa, y no le falta detalle, sin necesidad de aferrarse a la decoración, a los deseos tóxicos, a las máscaras ni a los disfraces de mago ni de cura, ni de jefe, ni de gurú, ni de chamán ni de rey de reyes ni de sopa con ondas.

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