El movimiento slow llega a la Medicina, para una vida y una medicina mejor
Ha llegado a mis manos, gracias a mi compañero Guillermo Basauri, un artículo sobre “periodismo lento” (slow journalism)
que me ha encantado. Me recuerda, y quienes me conocen saben que tengo
necesidad de ello, que cada aspecto y tarea de la vida mejoran cuando
son disfrutados de manera pausada y reflexiva siempre que sea posible.
En el periodismo, la diferencia entre la producción “de consumo” que
copa los medios y una producción lúcida y llena de significado tiene
consecuencias porque contribuye a generar (o no) opinión y cultura, y a
cultivar (o no) hábitos de reflexión crítica y de diálogo
enriquecedores.
Durante mucho tiempo el “fast” (rápido) ha sido lo que aportaba valor, no sólo en el rendimiento de una cadena de trabajo en la industria, sino en todos los aspectos de la vida. Percibimos que nos falta tiempo, y la velocidad puede ayudarnos a recuperarlo, a ahorrarlo, a sacarle más partido… ¿o no? Puedes llegar más rápido a la playa si conduces a toda velocidad, pero el objetivo de ir a la playa es descansar y disfrutar, y habrás empezado perdiendo la oportunidad de descansar y disfrutar durante el camino; sin contar con que habrás incrementado las probabilidades de tener un accidente que ni siquiera te permita llegar.
Comemos para reponer fuerzas, pero el “fast food” (comida rápida) no nos permite sentirnos tan recuperados como cuando comemos de manera tranquila un plato preparado con cariño y que sea nutricionalmente equilibrado. Ahora podemos leer multitud de artículos sobre la “slow food” y el “mindful eating”, es decir dedicar la atención adecuada a la calidad de las materias primas, la manera de cocinarlas y servirlas, y por supuesto la manera de consumirla con atención para que podamos deleitarnos con ella. Además, poner toda nuestra atención en algo mejora nuestra salud mental, nos mantiene centrados y enfocados.
Ya hablaba en este blog del “slow thinking” en oposición al “fast thinking”: estamos programados biológicamente para ahorrar energía (mínimo esfuerzo) valiéndonos de la experiencia para saltarnos pasos en los razonamientos y sacar conclusiones más rápidamente, pero “pensar despacio” nos ayuda a evitar errores en la percepción de las cosas y el análisis de las situaciones, para poder generar conclusiones más sólidas y permitir pensar en propuestas innovadoras o soluciones diferentes de lo habitual.
Por supuesto, existe una “slow medicine”. Es la clase de medicina que promocionamos en este blog: prestar toda la atención necesaria al paciente y a su historia, actuar con prudencia tanto en el diagnóstico como en el tratamiento para evitar los errores y los excesos; con serenidad, sosiego, y cortesía podemos ofrecer al paciente una “medicina lenta” (o mejor aún, “medicina desacelerada”), que es una medicina mejor, y proponerle sugerencias sobre su forma de comer y de comportarse. E igual que hemos comentado con la comida, los profesionales podremos disfrutar de ejercer una medicina humanista en cada una de las consultas. La homeopatía tiene que ver con todo ello, no porque “actúa lentamente” (al contrario, puede actuar muy rápidamente) sino porque requiere del profesional tomarse su tiempo y dedicar atención al paciente, y porque contribuye a construir relaciones de gran valor entre médico y paciente.
Es un post breve porque si fuera largo no volveríais a leerlo, y este es uno de esos mensajes para recordar cada cierto tiempo: por eso os dejo también esta charla de Carl Honoré, creador del “Movimiento Slow” (subtitulada al castellano). Tenemos dinámicas globales que nos dirigen hacia el consumo rápido e impulsivo (de productos, de información, de entretenimiento, de comida), y nuestro cerebro se hace adicto a ello rápidamente (tiene que ver con los “subidones de dopamina”). Pero…
Durante mucho tiempo el “fast” (rápido) ha sido lo que aportaba valor, no sólo en el rendimiento de una cadena de trabajo en la industria, sino en todos los aspectos de la vida. Percibimos que nos falta tiempo, y la velocidad puede ayudarnos a recuperarlo, a ahorrarlo, a sacarle más partido… ¿o no? Puedes llegar más rápido a la playa si conduces a toda velocidad, pero el objetivo de ir a la playa es descansar y disfrutar, y habrás empezado perdiendo la oportunidad de descansar y disfrutar durante el camino; sin contar con que habrás incrementado las probabilidades de tener un accidente que ni siquiera te permita llegar.
Comemos para reponer fuerzas, pero el “fast food” (comida rápida) no nos permite sentirnos tan recuperados como cuando comemos de manera tranquila un plato preparado con cariño y que sea nutricionalmente equilibrado. Ahora podemos leer multitud de artículos sobre la “slow food” y el “mindful eating”, es decir dedicar la atención adecuada a la calidad de las materias primas, la manera de cocinarlas y servirlas, y por supuesto la manera de consumirla con atención para que podamos deleitarnos con ella. Además, poner toda nuestra atención en algo mejora nuestra salud mental, nos mantiene centrados y enfocados.
Ya hablaba en este blog del “slow thinking” en oposición al “fast thinking”: estamos programados biológicamente para ahorrar energía (mínimo esfuerzo) valiéndonos de la experiencia para saltarnos pasos en los razonamientos y sacar conclusiones más rápidamente, pero “pensar despacio” nos ayuda a evitar errores en la percepción de las cosas y el análisis de las situaciones, para poder generar conclusiones más sólidas y permitir pensar en propuestas innovadoras o soluciones diferentes de lo habitual.
Por supuesto, existe una “slow medicine”. Es la clase de medicina que promocionamos en este blog: prestar toda la atención necesaria al paciente y a su historia, actuar con prudencia tanto en el diagnóstico como en el tratamiento para evitar los errores y los excesos; con serenidad, sosiego, y cortesía podemos ofrecer al paciente una “medicina lenta” (o mejor aún, “medicina desacelerada”), que es una medicina mejor, y proponerle sugerencias sobre su forma de comer y de comportarse. E igual que hemos comentado con la comida, los profesionales podremos disfrutar de ejercer una medicina humanista en cada una de las consultas. La homeopatía tiene que ver con todo ello, no porque “actúa lentamente” (al contrario, puede actuar muy rápidamente) sino porque requiere del profesional tomarse su tiempo y dedicar atención al paciente, y porque contribuye a construir relaciones de gran valor entre médico y paciente.
Es un post breve porque si fuera largo no volveríais a leerlo, y este es uno de esos mensajes para recordar cada cierto tiempo: por eso os dejo también esta charla de Carl Honoré, creador del “Movimiento Slow” (subtitulada al castellano). Tenemos dinámicas globales que nos dirigen hacia el consumo rápido e impulsivo (de productos, de información, de entretenimiento, de comida), y nuestro cerebro se hace adicto a ello rápidamente (tiene que ver con los “subidones de dopamina”). Pero…
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