El gran alivio
"La
balanza de la Justicia no es un mecanismo demasiado sensible, es una
burda báscula que sólo se mueve cuando los platillos se llenan a
quintales"
Jacob Wassermann
Jacob Wassermann
El
caso de la destrucción de los discos duros de los ordenadores de
Bárcenas ha sido uno de los mayores calvarios y quebraderos de cabeza
para el PP en su largo vía crucis de corrupción. Lo fue desde el
principio, aunque la opinión pública no hay entendido a veces su
relevancia. Los populares tenían abiertos dos frentes para que no se
desbaratara el relato de los casos aislados, de las personas malvadas y
de la ignorancia radical del propio Partido Popular de todo lo que se
hacía en su nombre, tanto para ganar elecciones como llenarse los
bolsillos. El primero era la acusación de Gürtel por la cual se le
consideraba partícipe a título lucrativo. Sí, esa por la que fue
condenado y cuya sentencia le costó la moción de censura y la pérdida
del poder. Ya hemos relatado todo lo que el PP hizo y deshizo para
evitar ese final y todo lo que está dispuesto a hacer incluso en el
futuro para cobrarse la pieza del magistrado De Prada al que consideran
verdugo de sus intereses. El segundo frente no era otro que el
procedimiento en el que ayer fue absuelto.
Este
segundo proceso ha constituido una espada de Damocles de enormes
dimensiones para el Partido Popular. Era la primera vez que el sentado
en el banquillo por un delito era el propio partido como persona
jurídica. Una condena hubiera supuesto el derrumbe de toda la estrategia
sobre la ignorancia y la limpieza de un partido que, ¡qué mala suerte!,
se vio poblado inopinadamente de rufianes conocidos y otros que aún
vamos a conocer. Como castigo se llegaba a pedir su suspensión como
partido. Ayer, el magistrado Eduardo Muñoz de Baena se puso de perfil y
aceptó la tesis de la Fiscalía valiéndose de tres elementos
fundamentales: la falta de pruebas, el in dubio pro reo y la doctrina
Botín. Ahí es nada.
Voy a centrarme en la absolución
del Partido Popular en sí, más allá de la de su personal, porque esa es
la verdadera clave de todo este asunto. La cuestión mollar es cómo los
ocultos resortes de la Justicia han propiciado que quede absuelto un
partido político sobre el que pesaba la grave acusación de haber
entorpecido la propia labor de la Justicia destruyendo pruebas de una
instrucción judicial. Habrá recurso, pero sobre una sentencia
absolutoria tiene pocas posibilidades.
Siempre les he
hablado de los casos en los que se oye rechinar el sistema —el caso
Nóos, por ejemplo— y éste ha sido uno ellos. Fue un juez, el juez Ruz,
el que envió la cuestión a Plaza de Castilla cuando se percató de que se
la habían jugado y una de las pruebas que había pedido al Partido
Popular le había sido entregada totalmente inservible. La cuestión llegó
así a Plaza de Castilla y en el juzgado de instrucción, la magistrada
sustituta que entonces lo ocupa, lo archiva de plano sin realizar la más
mínima diligencia. Las acusaciones no están conformes con tal archivo y
lo recurren para que sea la Audiencia quien decida. Me van a decir que
es casualidad, pero en ese paso la causa se pierde, se desvanece, se
esfuma. No está. Nadie dice nada hasta que las acusaciones no se
mosquean por el retraso y van a preguntar. La funcionaria insiste en que
lo mandó, la Audiencia en que no se recibió. ¿Dónde fue por el camino?
¿Por qué de los cientos de miles de recursos que se tramitan vino a
suceder con éste? No olvidemos nunca que durante todo este devenir
procesal es el Partido Popular quien sigue gobernando la nación, la
Comunidad y, por supuesto, nombrando fiscal general.
Es
la verdadera titular del juzgado, Rosa Freire, la que a su regreso pone
todo su empeño profesional en sacar adelante la instrucción
reconstruyendo el procedimiento evaporado e investigando hasta enviarlo a
juicio. En ese momento llegan no sólo las recusaciones del PP sino las
descalificaciones sobre esta magistrada. Lo de siempre.
Por
si fueran pocos avatares, el propio perjudicado, Luis Bárcenas,
abandona en un momento dado la acusación. Curioso. Es el paso preciso
para que, dado que la Fiscalía no acusaba tampoco, se planteara por el
PP la aplicación de la Doctrina Botin, como efectivamente hace la
sentencia. Nunca sabremos a ciencia cierta si ambas cuestiones están
relacionadas. La doctrina Botín es esa "legislación" realizada por
jueces en la que se altera y restringe una figura constitucional como es
la acusación popular, sin que haya mediado intervención del Parlamento.
Esa que permitirá a cualquier poderoso, siempre que pueda hacer
desistir a Fiscalía, deshacerse del problema penal dándole unos mimos o
unos sustos al perjudicado para que retire su acusación. Un arma que
hasta ahora ha servido muy bien a los de arriba y que ya va siendo hora
de que el legislador desmonte en una votación democrática.
Así
que el magistrado, el que no nos dejó ver ni oír el juicio porque
aceptó la petición del PP de no televisarlo, afirma que no ve pruebas de
que cuando se ordenó resetear y destruir el contenido del disco duro,
supieran que ahí podía haber algo importante y eso porque estima que no
tenían por qué estar al corriente, ni la gerente del PP ni los demás, de
que en la Audiencia Nacional se investigaba a su ex tesorero y la
contabilidad B del partido. Lo que hace vivir in albis.
Falta
de pruebas, in dubio pro reo y Doctrina Botin. A la sentencia, en sus
excesivas 74 páginas, no le falta un perejil para hacer lo más fácil en
este caso que es ponerse de perfil y absolver. Eso sí, sin ahorrarles el
juicio, para que el PP no se salga en todo con la suya, y resolviendo
aplicar la doctrina Botin no antes sino en sentencia. El juzgador ve tan
plausible que se destruyeran los discos para entorpecer la acción de la
Justicia como que se borraran para aplicar los protocolos y reasignar
los ordenadores. "Es sabido que ante dos alternativas de hecho
admisibles, compatibles con la lógica y potencialmente susceptibles de
general convicción, el principio in dubio pro reo obliga al juzgador a
inclinarse por la que más favorezca al acusado", explica. Resulta que la
testifical de Bárcenas no resultaba muy fiable, dice, aunque "en
absoluto se ha concluido que Bárcenas hubiera faltado a la verdad".
El
más favorecido es el PP que precisaba la absolución en este caso para
no cargar con el insólito estigma de la condena a la organización, para
que el relato se sustente, para poder seguir apelando a la presunción de
inocencia de todos los que siguen siendo imputados, para poder afirmar
que las ranas y la charca nada tenían que ver con ellos. Al menos el
juez ha tenido el detalle de no condenar en costas a las acusaciones
populares que son las únicas que han conseguido impedir la evaporación
de este procedimiento que inició, no lo olvidemos, otro magistrado.
El PP respira. Es el gran alivio.
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