miércoles, 4 de septiembre de 2019


La importancia de coincidir

La mayor fortuna política es que las crisis económicas te pillen en la oposición

VÍDEO: Pablo Palacios



La mayor fortuna política es que las crisis económicas te pillen en la oposición. En España, el tsunami del 2008 provocó una hecatombe que no hubiera evitar ni Aznar ni rato juntos, aunque los ingenuos errores de Zapatero empeoraron las cosas.
El ir y venir de los ciclos favorables, que tiene mucho de indescifrable incluso para los expertos, marca tanto o más que las políticas. Con las mismas recetas socialdemócratas, en la primera legislatura de Zapatero (2004-2008) la economía voló hasta la estratosfera. Así mismo, sin restar importancia a las medidas correctoras, la recuperación posterior ha tenido mucho que ver con el giro del viento cíclico.
Ahora que asoman nubarrones en el horizonte, pésimos datos del paro en agosto, numerosos indicadores de desaceleración y "esa mala pinta que tiene el mundo" (que decía Emilio Ontiveros en El País) se está extendiendo una atmósfera de pesimismo económico, un presagio de mala racha que, si se confirma, presumiblemente va a coincidir con la izquierda en el poder.

La derecha, al abrigo de la oposición, podrá denunciar cada mal dato y mantener abierto el mito de sus recetas milagro. Como sabemos, la catástrofe provocada por los excesos ultraliberales, por los estragos de sus brutales recortes, no han acomplejado ni un poco a los promotores.
Las medidas anunciadas el martes por Pedro Sánchez en un acto que era a la vez oferta a Podemos y mitin de campaña electoral están muy bien, están en línea con lo hecho e insinuado en sus diez meses de Gobierno; pero tendrán un valor u otro según coincidan o no con un ciclo desfavorable. Será un factor determinante.
La política acostumbra a apuntarse el mérito de las coincidencias; como el rey de El Principito, que alardeaba de que el sol se ponía cuando él se lo ordenaba. El arte consistía en darle la orden a la hora exacta.

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Al hilo de este comentario de Iñaki se me ocurren algunas reflexiones acerca del vínculo orteguiano entre el yo/nosotros y las circunstancias. Es indudable que la circunstancia existe, que las cosas pasan a veces con nosotros, a favor de nuestros criterios , otras en contra y otras sin que haya nada ni a favor ni en contra. Las circunstancias varían, pero nosotros podemos y deberíamos elegir cómo afrontarlas, en vez de abandonarnos a su alibí, que  en eso consisten la libertad y la función de la conciencia, responsables de la elección y del resultado de las mismas. Es decir, yo/nosotros tenemos en nuestra mano la posibilidad de asumir la circunstancia fatal como hecho consumado o la posibilidad de modificar nuestra visión de ella, hacer de la circunstancia un aliado o pasar página, y cambiarla por algo mejor que beneficie en vez de machacar a los circunstanciafectados. Por ejemplo, citemos un caso tan próximo que está a la vista, ¿qué se he hecho con la misma crisis, con los mismos desajustes y zarandeos económicos, en dos estados similares y vecinos sin poderlo evitar: Portugal y España? En Portugal estaban aun peor que en España mientras gobernó la derecha ultraliberal, o sea, que Zapatero era, con todos sus fallos y descalabros, un As de la economía comparado con lo que había en Portugal al mismo tiempo. Es decir, la circunstancia era la misma. Pero ese yo/nosotros, que debían gestionarla, eran completamente otros. Tenían otra visión y otra experiencia. También tuvieron una dictadura en paralelo a la española, que resolvieron con un 15M coloreado por los claveles. Y nadie les calificó de desmadre, de caos ni de las plazas de Maese Pedro o rebaño de mindundis enfadados con todo, huérfanos de líderes enteradísimos y a la suya, a pesar de estar organizados para parar desahucios y solventar puntualmente políticas indecentes en sanidad, en educación, vivienda, pensiones, empleo... todo lo contrario: era el pueblo soberano, convencido de ser capaz de reordenar el presente y dar paso a otro futuro sin aferrarse al pasado como a un salvavidas que se deshincha mientra flota. Que es lo que viene sucediendo en España desde hace la intemerata. Y que ni siquiera la democracia de eterna transición ha conseguido enderezar, -¿quizás por haber convertido lo transitorio en eterno?- Nunca lo sabremos si nos quedamos esperando a que nos lo expliquen en el Parlamento, en La Moncloa o en La Zarzuela. Lo explican las huelgas, la revolución de los catalanes, no tanto por lo indepen, que solo es demagogia manipulada de unos pocos,como por la miseria estatal y las desigualdades inexplicables en un estado democrático y de derecho deficitario y muy mal aplicado, siempre al pie de letra leída al modo más proclive al enjuague del poder institucional, que en vez de ser la salvaguarda de la honestidad y el equilibrio, el amparo del desprotegido, es el paraguas de la desigualdad y del enjuague solemne y rimbombante, de la picaresca juris-rampante. Todo ese embrollo no es circunstancial, es perenne, fijo.Inamovible. El peor lado del aserto orteguiano: la circunstancia ya no es el "yo", es el ama del corral gallináceo. Del cercado ovejil.
Eso no ha ocurrido en Portugal, tal vez por un detallejo en el que nadie parece fijarse a la hora del circunstanceo jerigonzante: Portugal es una república. Y España es un reino-colador constantemente remendado, con lo primero que se tercia, mientras lleve el mismo apellido y genética y lo mantengan los caciques ya inmemoriales, de restauración en restauración, en la que curiosamente hasta los socialistas doblan litúrgicamente la bisagra y dicen amén, sin relacionar democracia con enjuague monárquico, ni sacar consecuencias del engendro ni relacionar lo que hay con lo que sucede y viceversa. El pan con el hambre. La estafa como modelo de estado con la degeneración social y política que resulta de tal circunstancia, que cada vez es menos circunstancial y más objeto directo a la yugular del pueblo, de los pueblos ibéricos, ya convertidos en  la casa madre de la ONCE política y económica a la deriva.

Pacientemente, con vocación magisterial, la vida nos va enseñando que Ortega tenía razones relativas y nunca absolutas, para asegurar su visión de lo circunstancial, no cabe duda, pero que no se puede ni es real ni recomendable, usar la circunstancia en plan comodín-escapatoria  en el totum revolutum, sálvese quien pueda,  de los desastres para justificar calamidades que no se han previsto ni se tienen en cuenta hasta que se caen encima y confunden todo en sus escombros como una Torre de Babel majareta en caída libre en apariencia pero programada en realidad por la flor y nata de la vaciedumbre. No es la circunstancia quien decide qué hacer con ella. Esa gestión nos corresponde a nosotras/os. A los sujetos pensantes, no a los actores, que solo representan guiones escritos y dirigidos por sujetos interesados en que el teatro no se distinga de la realidad (ya uqe tanto mola calificar de actores a toda la peña, Calderón y "La vida es sueño" deberían ser maestros de cabecera y el monólogo de Segismundo interiorizado y explícito, el abecedario de humanización imprescindible en el selectivo para entrar en la Universidad, en cualquier carrera que se elija). Es curioso el afán con que la moda del lenguaje adopta términos cada vez menos centrados en la realidad y más dispersos en lo volandero pero que suena como erudita posverdad, aunque carezca de sustancia.

Las coincidencias son circunstancias. Sólo eso. De nuestra lucidez , sano uso del albedrío, responsabilidad y conciencia despierta y activa depende tanto el reconocerlas como tales, como  la gestión resultante de ese reconocimiento. El colocarlas donde mejor estén, más bien común aporten y menos problemas insalvables generen es la creativa tarea de nuestro yo/nosotros, cada vez más inseparable. No somos nosotros las circunstancias, sino sus programadores. El mundo de la informática es una prueba real y simbólica de ello.

Los portugueses eligieron cómo querían salir de la crisis, lo han conseguido hasta con el aplauso y la admiración de sus euro-oponentes. Los españoles han conseguido que la crisis se alargue sine die, porque no se sienten pueblo capaz de arriesgarse a dar un salto cuántico en una revolución pacífica, sólida, autosuficiente social, sostenible y eficaz, y, más aún, cuando lo han intentado y casi conseguido se han encontrado maniatados por la promesa ilusoria y egopática de un Podemos inmaduro y pijamente autodemoledor, que solo puede negarse a cooperar si no manda y controla en plan gobierno paralelo, convertido en una simulación irrisoria de pírrica e infantil hegemonía y frustración.
Otro ejemplo de como superar la circunstancia y asumir la coincidencia desde la libertad es la votación en el Parlamento inglés que ha frenado y tirado por tierra los planes fachas del actual y defenestrado premier, Johnson.  Los ingleses salieron a la calle en masa cuando vieron que la reina, obedeciendo al nuevo avatar de lo más viejo, dejó hecho tirillas al mismísimo Parlamento, que es la cuna y el fruto de la Carta Magna y el origen de la convivencia política para los habitantes del UK.
Realmente no es lo mismo estar en el gobierno que en la oposición a la hora de gestionar el bien común, -que se  lo pregunten a los ingleses ahora mismo o a los madrileños fans del pp-, si lo que lleva la batuta son ideologismos, sillonitis, o planes adjuntos de estrategias sofistas en conflicto, donde lo único que cuenta es ganar y pisar al "enemigo", sin comprender que en el nuevo marco global de supervivencia de la humanidad, no puede haber enemigos políticos sino seres humanos capacitados para salir a flote cooperando, comprendiendo, empatizando, y construyendo los puentes necesarios que aun no existen, y no dinamitando los que haya. Una cosa es coincidir como postura y otra cooperar activamente como realización concreta y adulta de un plan compartido, que es lo que se espera de políticos que han tenido la osadía de presentarse en las urnas y a la hora de la verdad no tienen la menor idea de dónde se han metido ni de lo que puede desencadenar su frivolidad y su estupidez, al ocupar puestos que les quedan enormes.

Es evidente que las circunstancias y su gestión son cosa nuestra y solo coincidencias en un pack yo/nosotros sin remedio, que nos convierte en víctimas y/o verdugos, según la intensidad y la ética común con que se enfoque el tema. La importancia de coincidir se queda en poca cosa si no se desarrolla la capacidad de elegir y comprometerse seriamente con un presente capaz de  derivar en un futuro de lúcida esperanza.

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