Políticos perversos
Es patrióticamente esperpéntico que los que se dicen llamados a solucionar los problemas se conviertan en el mayor de ellos
Estamos en manos de políticos perversos y eso solo puede precipitarnos al caos. Quizá sí es en parte culpa nuestra, porque somos incapaces de desenmascararlos
"La crueldad es el remedio del orgullo herido"
Friedrich Nietzsche
La culpa es suya. Podemos darle todas las vueltas que
queramos pero es suya, sin duda. Nada de inventar nuestras fórmulas o
reformas ad hoc para desbloquear un sistema que no
está bloqueado. Son ellos. Tampoco debemos responsabilizarnos nosotros.
No votamos mal. No estamos ante un problema insoluble cuya solución nos
compete solventar en una sucesión de elecciones hasta que, por
agotamiento popular, les demos lo que desean. Son los responsables. La
ciudadanía no tiene muchas dudas y por eso los sitúa como la segunda
mayor preocupación del país. Es patrióticamente esperpéntico que los que
se dicen llamados a solucionar los problemas se conviertan en el mayor
de ellos. Por eso voy a hablarles hoy de Paul-Claude Racamier y de su
concepto del perverso narcisista.
El psicoanalista
francés definió hace mucho tiempo ese tipo de personalidad egótica y
cero empática cuyo único objetivo es la instrumentalización de otros
individuos para conseguir sus fines. La elaborada descripción de
Racamier ha servido a muchas personas para comprender el origen de sus
relaciones tóxicas pero lo cierto es que sus teorías no se quedaron allí
sino que llegaron a establecer los síntomas y los mecanismos que se
ponen en marcha cuando los perversos -primero seductores, luego
verdugos- campan a sus anchas en el campo de la empresa o de la
política. Desgraciadamente para nosotros, cada vez son más los autores
que afirman que los tiempos actuales son los tiempos del narcisismo y
así aupamos, elogiamos y aplaudimos a los que, claramente, poseen estas
psiques que pueden llegar a destruirnos. También como sociedad.
Según
autores como Horni o Stoll los dirigentes perversos "lejos de
esforzarse en aplacar o resolver los conflictos (...) buscan
amplificarlos colocándose ellos mismos en el exterior del desastre
relacional que desatan". Ahora vayan pensando si esto les suena de algo.
Lo malo es que estas teorías concluyen afirmando que es así como
estamos llegando a una nueva forma de totalitarismo, eso que algunos
llaman un totalitarismo soft, que se basa en el
modo de actuar perverso narcisista y que eleva la seducción al rango de
modelo relacional. Así lo importante es el relato, es decir, la
seducción.
Otra de las características evidentes de
este tipo de individuo político y de este tipo de liderazgo es que "los
dirigentes perversos dicen siempre lo contrario de lo que hacen,
enuncian eslóganes por su virtud reductora, como si fueran un
encantamiento social hipnótico y lo hacen sobre todo por la legitimidad
con que ello les dota a ellos mismos". Repito que quizá sean capaces de
identificar algunos de los males que todos sabemos que nos azotan porque
sabemos, los ciudadanos sabemos, que todo esto no es normal. Sabemos
pues que es patológico. Todos los que no estamos envueltos en ese bucle
de egotismo, que no sabemos a cuántos líderes, a cuántos asesores, a
cuántos gurús aqueja, sabíamos desde el día de las elecciones lo que
debía pasar. Era lo que en una democracia saludable era lo normal. Nos
topamos ahora con una democracia patologizada, contagiada de un mal que
destilan los que intentan dirigirla.
"El perverso
desfigura los problemas que pretende resolver. Esta forma de seducción y
de demagogia cortocircuita el arduo trabajo del pensamiento y de la
elaboración", continúan desgranando los autores. Asistimos exactamente
al resultado de ese fenómeno. Los problemas que nos plantean cada día
para realizar los pactos, para llegar a acuerdos, para hacer su trabajo,
para comenzar a caminar no son los problemas reales sino los que se ven
bajo su prisma y los que se reelaboran en la retórica de la seducción.
Los
dirigentes perversos pretenden que organizan cuando lo que están
haciendo es sembrar el caos. Los dirigentes perversos nos seducen con la
búsqueda de la unión cuando lo que hacen es dislocar la sociedad. Nos
prometen modernizar para ocultar que lo que van es a devastar. Dicen que
quieren prevenir cuando van a precipitarnos y, finalmente, llaman a la
calma cuando lo que buscan es mantener la excitación. "Todo dirigente
perverso ha hecho con regularidad lo contrario a lo que pretendía que
iba a hacer". No hay más preguntas.
La perversión,
cuando se aplica a la política, tiene consecuencias funcionales. Lo
estamos viendo en directo. Esa fricción parte también del hecho de que
el sistema perverso no es capaz de delegar y busca que hasta las
decisiones más nimias sean remitidas hacia arriba, hacia el líder, hacia
el perverso. Y en esas andamos, en una sociedad narcisista en sí misma,
la sociedad individualista, que encumbra a los que le son parejos. A
esto le hemos unido lo que de primeras parece un avance pero en la
práctica puede ser una trampa cuyos efectos ahora estamos comprobando y
que no es otra cosa que las famosas "primarias", la elección del líder
por un proceso que puede ser comprometido por la seducción del perverso.
No son pocos los teóricos norteamericanos que ya han analizado los
problemas del sistema tras la llegada de Trump, otro que tal baila, al
poder. Son ellos los que han reparado en que cuando los liderazgos se
fraguaban en los cuartos de arriba, entre humo de puros, se producían
sinergias internas que se conjuraban para impedir el paso a los
individuos problemáticos, a los perversos, a los que no debían llegar.
Sea
como sea, tenemos un problema. Intentamos explicarnos mediante
elaboradas teorías por qué actúan como actúan. No hay tal estrategia. Es
algo más grave. Estamos en manos de políticos perversos y eso solo
puede precipitarnos al caos. Así que, quizá sí es en parte culpa
nuestra, porque no somos capaces de desenmascararlos y de buscar
personas con afán de servicio común para encarnar el poder. Nos dejamos
seducir o, dicho más claro, embaucar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario