Mucho póker, poco ajedrez
Publicada el 04/07/2019
El mismo PSOE que con 84 diputados logró sumar el apoyo de siete partidos para echar a Mariano Rajoy y al PP del Gobierno, parece hoy incapaz de alcanzar un solo acuerdo con alguien para formar un Ejecutivo estable de cuatro años de duración. Lo ocurrido en la moción de censura, en junio de 2018, fue una sorpresa, sobre todo para Albert Rivera. Sánchez obtuvo 180 votos, incluidos los de los dos partidos independentistas catalanes y los de EH Bildu.
Aquí una muestra de la diferencia entre la educada despedida de Rajoy (primer vídeo) y la brusca bienvenida de Rivera.
Ha habido más teatro —sobre todo con el presunto trajín de los restos del dictador— que logros objetivos debido al bloqueo de la Mesa del Congreso dominada por PP y Ciudadanos, pero la sensación es que el clima político ha mejorado. El mayor éxito fue la subida del Salario Mínimo Interprofesional a 900 euros, incremento que no ha hundido la economía como vaticinaban los agoreros y los interesados.
Tras el susto andaluz, y con el trifachito en minoría en el Congreso de los Diputados, pero muy suelto de lengua en algunas autonomías y ayuntamientos, todo parece estancado de nuevo. Es como si pasado el peligro de que "viene el coco" nadie tuviese un plan. En vez de trabajar en favor de un programa de gobierno progresista, PSOE y Unidas Podemos (UP) se han liado en una batalla terminológica. El primero habla de gobierno de colaboración, un eufemismo que le permite todas las opciones. El segundo, de gobierno de coalición, que incluiría ministros de UP. No son sinónimos, son antónimos.
El problema, según Moncloa, es que Podemos exige que Pablo Iglesias sea vicepresidente. Sin esa garantía no desea avanzar en un programa conjunto. UP responde que no aceptará vetos a personas. La número dos de la formación, Irene Montero, sostiene que no entrará jamás en un Gobierno que impida el paso a Iglesias.
Han pasado más de dos meses desde las elecciones del 26 de abril y no hay noticias de que ambos grupos hayan alcanzado un acuerdo sobre algo, y temario hay: reforma laboral, ley mordaza, reforma fiscal, igualdad, apuesta por la ciencia, crisis territorial y reforma de la Constitución, Migración, Europa, Educación, Concordato, Memoria Histórica, Franco, RTVE y una ley de transparencia de verdad. No piensen mucho, copien la sueca, que es la más antigua del mundo.
Tras el resultado de las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo, en las que UP ha perdido fuerza, y en las que el PSOE no ha logrado resultados espectaculares, Moncloa se ha ido alejando del gobierno de coalición. Las experiencias en Galicia con el BNG y el tripartito en Cataluña con ERC no salieron bien. Parecían gobiernos paralelos. Nos falta experiencia para jugar en equipo, para que el conjunto y los objetivos sean más importantes que las estrellas y los egos. Esta podría ser una excelente oportunidad para aprender.
Se habla mucho de Portugal, donde hay un gobierno socialista monocolor dirigido por Antonio Costa (86 escaños) apoyado por el Bloco de Esquerda, equivalente a Podemos (19 diputados), el Partido Comunista de Portugal (15 escaños) y el Partido Ecologista Os Verdes (dos escaños). Juntos tienen mayoría absoluta. Para mantener la unidad son necesarias dos virtudes: saber negociar y conocer la realidad, si se rompen gobernaría la derecha.
Pero España no es Portugal, y parece que Sánchez no es Costa ni Iglesias es Catarina Martins. Mientras que no hay avances en ningún campo para un posible pacto de gobierno con UP, tanto la Moncloa como Ferraz no dejan de lanzar guiños al PP y a Ciudadanos para que se abstengan en la investidura y permitir que arranque un gobierno monocolor sin ataduras con Podemos y los independentistas. El lenguaje corporal y verbal es poco respetuoso hacia UP y sus 3,7 millones de votantes. Tanto PP como Ciudadanos han dicho por activa y pasiva que no habrá abstención. Ni siquiera existen opciones de mercadear con la Comunidad de Madrid y otros lugares para evitar a las dos derechas el bochorno de depender de VOX. De momento, bochorno hay poco, más allá del postureo de Rivera y sus fieles para congraciarse con Macron.
En el siguiente vídeo, tras escuchar un poco tenso el grito de la militancia socialista, Sánchez dejó abiertas todas las puertas. Ahí están las claves.
Es posible que estos movimientos tengan el objetivo de rematar al todavía líder de Ciudadanos y adelantar su relevo, difícil a corto o medio plazo. Este juego táctico mal esconde que Sánchez y sus asesores parecen trabajar con un plan B: elecciones el 10 de noviembre. La publicación de la sentencia del procés y los plazos legales determinarán si habrá una doble convocatoria electoral. El PSOE maneja encuestas que predicen un batacazo de UP, que podría quedarse en 20 escaños o menos. En Madrid podrían perder hasta siete escaños. Esa predicción cuenta con el supuesto de que a Íñigo Errejón le dé tiempo montar un partido en toda España, o al menos en las provincias donde tiene más posibilidades. Olvida que una de la virtudes de Iglesias sigue siendo su capacidad de remontar en las campañas y en los debates.
Otra variante es que Manuel Valls decida dar el salto a la política catalana y nacional para robarle a Ciudadanos una docena de escaños. Es un juego peligroso. Unas nuevas elecciones hundirán a VOX, perjudicarán a Ciudadanos y desmovilizarán a la izquierda. Gana Casado.
Acordaros de Madrid, la primera ciudad que revierte planes de lucha contra la contaminación y el tráfico. No hemos dado un salto atrás de diez años, sino de 21 siglos. La Roma imperial fue pionera en la regulación del tráfico de carretas y personas, y Pompeya la primera en imponer calles de un solo sentido. Detroit, destrozada por la crisis económica, se recupera gracias a las bicicletas, el tranvía y las zonas verdes. Ámsterdam estaba inundada de automóviles en los años 70. Necesitamos gobernantes con visión y no este grupo de extremistas inútiles.
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