Hasta en la playa te encuentras conflictos laborales
Es que ya ni en verano
nos dejan tranquilos. Antes las vacaciones eran sagradas, y en cuanto
asomaba julio la realidad entraba en modo "ahorro de energía", y
podíamos sestear sin más preocupaciones que las propias del verano:
incendios, accidentes, muertes de famosos, serpientes informativas. Pero
eso quedó atrás, y ahora casi no se distingue el verano del resto del
año, la realidad no se toma vacaciones.
¿Qué? No, no
me refiero a la actualidad política, ni a las investiduras veraniegas,
ni a la decisión del gobierno y los partidos de no irse de vacaciones.
Tampoco hablo de las tertulias televisivas, que antes se despedían a
finales de junio para dar paso a la relajada programación estival, y los
periódicos adelgazaban.
Me refiero a los conflictos laborales, que tampoco
descansan en verano y no respetan el derecho del trabajador a no pensar
en sus derechos durante las vacaciones (si aún las tiene). Y no estoy
hablando de las huelgas de transporte, como las de los trabajadores de Renfe, de Iberia en el Prat, o de Alsina en Catalunya, pues esas huelgas sí son frutos de temporada (y sigo pensando lo mismo que ya he escrito en otras ocasiones). Hablo de otros conflictos laborales que antes esperaban al otoño.
Este
verano vas a un festival musical a ver a tus grupos favoritos, y te
encuentras una huelga de montadores, como en el Sónar (aunque llegó un juez para darle otro bocado al maltrecho derecho de huelga). Vas a pedirte una pizza, y resulta que los trabajadores de Telepizza llevan
ya varias huelgas en distintas ciudades este verano (piden nada menos
que ¡el salario mínimo!). Si esperas que la pizza te la traiga un rider de Glovo, igual también lo pillas en huelga (el próximo jueves en
Barcelona, para denunciar su situación de falsos autónomos). Y si el
ciclista es de Deliveroo, es fácil que esté pleiteando contra la empresa
en el juzgado (y ganando).
Y
ya el colmo: quieres ir a la playa a darte un baño, y tampoco ahí te
escapas, no respetan ni lo más sagrado del verano. Si la playa es de
Vigo, llegas feliz con tu sombrilla y te encuentras en el paseo marítimo
una concentración de socorristas,
con sus pancartas y todo, que allí los "vigilantes de la playa" andan
de conflicto laboral por la precariedad, los bajos sueldos y los
incumplimientos de la concesionaria. Y no sigo, que no me caben en este
artículo todos los conflictos laborales en activo.
Antes,
cuando llegaba el verano, los sindicatos avisaban del venidero "otoño
caliente", pero respetaban las vacaciones, oiga. Ahora ya todo el año es
conflicto, y lo que vendrá. En el primer semestre del año se han duplicado las horas "perdidas" por huelgas (así las llaman, aunque para los trabajadores suelen ser "ganadas").
Durante
unos años, la "crisis" fue la palabra mágica para desactivar
conflictos. La "crisis" justificaba congelar sueldos o bajarlos,
deteriorar condiciones, negociar a la baja, sustituir trabajadores con
derechos por otros más precarios. Parece que la paciencia se agotó, o
que la "crisis" ya no asusta ni sirve como argumento. Muchos no están
dispuestos a seguir perdiendo, e incluso hay quienes se proponen
recuperar lo perdido. Y no van a parar hasta conseguirlo, tampoco en
verano.
No sé a ustedes, pero a mí me alivia saber que
mientras el país oficial está paralizado, sin gobierno, y mientras
prometen meter mano algún día a la reforma laboral, el otro país, el
real, está vivo y muy peleón. Tengo claro que las buenas noticias van a
llegar por ahí, y deberíamos prestar más atención a esas luchas que al
teatrillo de las investiduras. Venga.
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