Hablemos un poco de los presupuestos
Con su habitual profundidad en el análisis, Inés Arrimadas ha denunciado que los ha hecho Oriol Junqueras desde la cárcel
No sólo no aumentan la deuda, que los gobiernos de Mariano Rajoy multiplicaron por dos, sino que la contienen
Las cuentas del Gobierno prevén para Catalunya una inversión cercana al 18% del total, casi el peso de Catalunya en el PIB estatal
No sólo no aumentan la deuda, que los gobiernos de Mariano Rajoy multiplicaron por dos, sino que la contienen
Las cuentas del Gobierno prevén para Catalunya una inversión cercana al 18% del total, casi el peso de Catalunya en el PIB estatal
El vigente Estatut
catalán establece que la inversión del Estado en Catalunya debe
equipararse a su peso en la economía española. Los presupuestos
aprobados por el gobierno de Pedro Sánchez serán los primeros que se
acerquen a cumplir ese mandato legal. La Santa Alianza de la derecha
española se ha lanzado a denunciar las cuentas como un pago a
separatistas y golpistas. Con su habitual profundidad en el análisis,
Inés Arrimadas ha denunciado que los ha hecho Oriol Junqueras desde la
cárcel. Las cuentas de Sánchez prevén para Catalunya una inversión
cercana al 18% del total, casi el peso de Catalunya en el PIB estatal.
Qué paradoja que los supuestos defensores de la constitucionalidad
vigente denuncien este cumplimiento como un acto de chantaje y traición.
Tanto se habla de elecciones cuando se comentan estos presupuestos que
apenas nos queda tiempo para repasar los números. Andamos sobrados de
descalificaciones políticas de las cuentas y la España cabreada ha
encontrado en los presupuestos de Sánchez otro motivo más para el drama calderoniano y la tragedia patriotera
que nos sirven a diario. En cambio, andamos escasos de números y
cálculos que expliquen por qué son tan malos estos presupuestos para
nuestra economía o nuestro bienestar; cuando no nos vemos sumidos
directamente en el lodazal de mentiras como ésa que rodean a la
inversión en Catalunya.
En materia de fiscalidad las invenciones que se difunden
sobre estos presupuestos superan a cualquier saga fantástica. No sólo
no aumentan la deuda, que los gobiernos de Rajoy multiplicaron por dos,
sino que la contienen. No crece una presión fiscal que sigue cinco
puntos por debajo de la UE15, tampoco resultan confiscatorios para los
beneficios de sociedades y rentas de capital. Sólo se suben un poco,
menos de lo necesario y conveniente, los impuestos a quienes ya hace
tiempo que han salido de la crisis, para redistribuir con algo más de
justicia los costes de la recuperación. Un ejemplo: mientras aquí se
califica de inconstitucional y confiscatorio reducir al 95% la
bonificación total que las empresas españolas disfrutan por sus
beneficios en el extranjero, en la Meca del liberalismo español, los USA
de Donald Trump, los gravan entre un 7% y un 15%. A ver si así
empezamos a conseguir que las empresas que ya han vuelto a los
beneficios de 2007 retornen también a pagar un volumen similar de
impuestos.
Tampoco se dispara el gasto público. El
gasto corriente sube un más que ajustado 5% y progresa un 40% la
inversión social, pero debe contextualizarse en un crecimiento del gasto
total que seguirá por debajo del 40% del PIB, cuatro puntos por debajo
de la media de la UE15. Un objetivo más que modesto, especialmente si
tenemos en cuenta que resulta razonable esperar un significativo aumento
de los ingresos, dado que el ejercicio anterior marcó récord de
recaudación y las previsiones auguran lo mismo para 2018. Si vamos a
debatir los presupuestos, hagámoslo como no quieren que lo hagamos
quienes prefieren que no hablemos de presupuestos o impuestos: más
cuentas y menos cabreos
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