Sí, golpe de estado se llama a la interrupción del funcionamiento institucional de un país por método impositivo perpetrado por fuerzas internas políticas o militares, y opuestas a las que gobiernan legítimamente el estado, con la intención de ser califas en lugar del califa.
En este caso se añaden y concurren circunstancias que serían un escándalo si en vez de en Venezuela este esperpento hubiese sucedido, por ejemplo, en cualquier país europeo. En España hubo un golpe semejante en 1981 y ni EEUU ni los países europeos se lanzaron a saco sobre nosotros en plan piraña. Nos respetaron y nos dejaron solucionarlo como se pudo. Claro, también es verdad, que lo nuestro fue más un episodio prefabricado de la Commedia dell'Arte que un golpe militar en serio. Pero bueno, la apariencia era de golpe, lo de la comedia se fue destapando solo y a toro pasado, en el momento ningún país se arrogó el derecho de intervenir, de meter las narices y de tratarnos como a los huéspedes del Cottolengo.
Lo mínimo que en casos como éste debería exigir la ONU a sus miembros, es respeto por el gobierno legítimo de Venezuela, expresión de la voluntad popular y soberana de los venezolanos y venezolanas, y dejar que ese estado encuentre el mejor modo de arreglar sus asuntos políticos, de convivencia, económicos y territoriales. Sobre todo preguntándose a sí mismo mediante unas elecciones legislativas qué tipo de gobierno desea tener por mayoría. Es lo mínimo que debería hacer una comunidad internacional honesta y civilizada y no este club de cotillas, marujos y especuladores políticos y financieros del dolor ajeno. Lo que se está haciendo es vergonzoso al permitir que Trump sea el patético y enajenado deus ex machina del mejunje, que apoya a un golpista narciso, como todo golpista, violento y ambicioso que descaradamente quiere mandar desde hace tanto tiempo y que no repara en medios para salirse con la suya. Es el revival de la situación en Chile con Allende apoyado por el pueblo, Pinochet apoyado por los empresarios y banqueros y la sombra protectora del Gran Jefe Blanco del Norte gestionando el momentazo y limpiándose el trasero con los dictados morales de la ONU y la pipa la paz.
Como buitres andan todos revoloteando y chillando encima del desastre como en El libro de la selva de Kippling mientras Shirkhan el tigre devorador del capitalismo salvaje acosa a los Mowglis del pueblo venezolano esperando zamparse el petróleo y forrase antes de devorarlos a ellos como esclavos sometidos al mismo yugo del FMI, del BM y Wall Street.
Me parece horrible que España, especialmente tal y como está, se convierta en asesora y directora "espiritual" del entuerto, y que un presidente como Sánchez, incapaz de decidir a favor de salvar vidas en el Mediterráneo por no enfadar a la carcundia facha, se considere con la auctoritas suficiente como para dar consejitos a nadie; a todo el elenco interventor le convendría recordar que sabe más el tonto en su casa que el listo en la ajena y que felicitar y apoyar a un subversivo locatis facha como el tal Guaidó, ( por más que se confiese liberal y demócrata tendrá reconocer que un liberal demócrata jamás puede dar un golpe de estado sin dejar de ser ambas cosas) y que, por parte del Gobierno de España no tiene pies ni cabeza pedir la libertad para Venezuela cuando se mantienen en la cárcel presos políticos inocentes de delitos, a los que jamás se les ocurriría dar un golpe de estado para quitar la mugre de los gobernantes que les aplicaron ese 155 que se deberían haber aplicado a sí mismos y al emérito chorizo impune si tuviesen el más mínimo resquicio de decencia.
Este espectáculo es grotesco y digno de los cascotes y escombros del imperio conquistador, que no acaba de entender que América Latina hace doscientos años dejó de ser el cortijo de la monarquía borbónica y de sus caciques delegados. Estamos en el siglo XXI, por favor, dejen en paz a Venezuela, ayúdenla si pide ayuda humanitaria, pero absténgase de meter las narices que no es lo mismo que ayudar. Venezuela ya era demócrata cuando España ni siquiera era capaz de sacudirse de encima la dictadura más aberrante. La propia España, con su sensibilidad hiperestésica para las minucias y de papel de lija para lo más grave y delicado, con este espectáculo se está colocando a la altura política del betún. Como siempre. No da para más.
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