miércoles, 23 de enero de 2019

Es muy interesante leer este comentario sobre la canción que Miki Núñez cantará en Eurovisión representando a España. No tiene desperdicio


Festival de Euroirrisión


Me gusta la música clásica (música absoluta, la llama el maestro Morricone) pero mi proclividad al postureo cultural no es tanta como para afirmar que el resto de la música no vale la pena. Me gustan también el jazz, el rock, algunas (pocas) canciones pop, las bandas sonoras, soy musicalmente  omnívoro. Por gustarme, me gustan hasta algunas canciones de Eurovisión, desde Poupée de cire a Volare, pasando por La la la o Waterloo. Soy de buen conformar. España ha llegado a competir en este certamen, que ven todos los años 200 millones de personas, con algunas canciones simpáticas (festivaleras, que diría la petarda de Alaska), de esas que te divierte cantar en la ducha o en el karaoke. Pero lo de este año es inenarrable, de película de terror. Hasta el punto de que me atrevo a afirmar sin ambages que La venda es la peor canción que yo haya escuchado nunca; y mira que cuando presentaba Los + plus, en mi show televisivo cantó hasta El Pulpo, el disck jockey de COPE que compartió un día escenario con Soraya Sáenz de Santamaría.
Una cosa es que una canción eurovisiva no pretenda ser un lied de Richard Strauss y otra muy distinta que renuncie deliberadamente a incluir en ella cualquier idea lírico–musical a la que se puedan aferrar nuestros baqueteados oídos. Hay que hacer hincapié en que en Eurovisión no compiten a título personal los intérpretes que van al festival, compite España como país a través de su RTVE pública. Por tanto, cada vez que hacemos el ridículo en Eurovisión (y este año va a ser apoteósico), estamos retratándonos como país. Estamos exportando mierda al mundo. Estamos diciéndole a centenares de millones de personas que eso es lo mejor que somos capaces de hacer.  A nadie se le ocurriría mandar a un tío que sirve bocatas de calamares in plaza Mayor a un certamen gastronómico, o a una señora que se dedica a rajar pantalones vaqueros a un concurso de moda. Bien, pues el tal Miki y su canción La Venda son el equivalente musical a enviar a un youtuber al Festival de Cannes. Y actúa en nuestro nombre. ¿De qué sirve entonces tener una Secretaría de Estado (España Global) para mejorar la imagen de España en el extranjero si luego llega otro organismo público como RTVE y dinamita todo lo que ha hecho el primero? Estamos condenando a un país entero al rídiculo para que los cuatro espabilados de siempre hagan caja en SGAE.




Miki canta 'La venda', en la Gala OT Eurovisión
Miki canta ‘La venda’, en la Gala OT Eurovisión
Hay muchos recursos técnicos para hacer interesante una canción: rítmicos (las partes fuertes no están, por ejemplo, donde tenían que estar), melódicos (se incluyen notas imprevistas o melismas de gran virtuosismo), armónicos (los acordes nos sorprenden con cadencias de engaño), no es cosa de impartir aquí una clase de musicología. Pero tienen que creerme cuando les digo que La venda no tiene nada en su interior, ni en la música, ni en la letra. Es como una tautología: A=A, la obviedad más absoluta, lo previsible hecho sonido.
Que el cantante aparezca en la prensa, abriéndose la camiseta, con cara de simio y sacando la lengua a cámara, pensando que así trasmite una imagen de adolescente transgresor, de simpático canallita, me da más o menos lo mismo, aunque admito que cierto pellizco de vergüenza ajena sí he sentido al verlo. Pero que la delegada de RTVE en Eurovisión vaya diciendo por ahí que esta canción “va a representar muy bien la alegría de España”, clama al cielo. ¿Acaso la manifestación sonora de la alegría española es la Charanga del Tío Honorio? Con perdón para este mítico trío de los 70, que aunque musicalmente muy básico, jugaba todo el rato con el humor y la autoironía.
Lo que produce alipori en La Venda es que además de ser una bosta, se toma en serio a sí misma: es una bosta pretenciosa. El autor, que debe de pensar que es un cruce entre Bruce Springsteen y Paulo Coelho, dice que su canción “trata del crecimiento personal, de quitarse los prejuicios que uno mismo pueda tener encima. A medida que pasan las estrofas nos vamos liberando de la presión social, de ese momento en el que uno está muy encerrado y va haciendo lo que la corriente le dicta”. Vamos a ver, chaval: o has compuesto una charanga, o has compuesto un Bob Dylan, pero que encima vengas a decirnos que una murga de verbena habla de algo, y más de algo tan importante como el crecimiento personal, es de traca.
Parafraseando a Rafael Sánchez Ferlosio, diré que el público y los jurados de Eurovisión reconocen bastante bien el rostro de los buenos cantantes y el perfume de las buenas canciones, y que todos los mikis y manelesnavarros de este mundo no valen para ellos lo que un cacho de suela de una sandalia vieja de Joan Manuel Serrat, tirada en un muladar y embadurnada en estiércol.
L´Espagne: 0 points.

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Es posible que con tanta erudición nominal en catarata y tal abundancia de sonoridades en mogollón desatado que padecemos, a una se le acabe ahogando el alma en la música estrictamente técnica sin haber tenido acceso a su contenido original porque los tópicos periféricos barnizados de erudición que salta al primer arañazo, no le han permitido profundizar más allá de los prejuicios y la pedantería culturalmente heredada , que es uno de los máximos "valores" patriarcales, un verdadero bunker del que solo nos puede liberar precisamente esa sencillez y frescura que se suele ignorar e incluso rechazar en las evidencias más elementales, que nos invitan a fluir sin prejuicios ni clasificaciones.

Uno de los síntomas de nuestra decadencia como sociedad machista es el desprecio agresivo y prepotente de todo aquello que no comprendemos, en el fondo el franquismo ha dejado una costra pedagógica tan espesa y profunda que ha marcado a una generación tras otra como un sello de ganadería, a esto que no se puede calificar con palabras sin caer en los mismos tics conductuales que nos disgustan y repelen. 

En cuanto a la canción La Venda, para mí , que ando en las antípodas de este comentarista con tan bucólico nombre y apellido -una máxima pradera es un concepto evocador, hospitalario, grato y con mucho encanto- es un himno que invita a la fusión entre el ser con el fluir, a entrar en la dispersión externa con un equipaje interior sano y ligero y al mismo tiempo intenso y liberador, desde la hondura iluminada del zen universal al rompeolas del mogollón inevitable de lo concreto, de modo que se puede, si así se desea y se contempla,  transmutar en el gozo de un presente continuo en el que lejos de dispersarnos, nos concentramos sin esfuerzo alguno en el ritmo jugoso del instante haciendo que lo complejo se simplifique desde la comprensión instantánea que vibra y despierta zonas impensables y desconocidas de nuestra psique, un ejercicio de atención íntima y gozosa si estamos dispuestos a acoger el don de la vida tal como llega de fábrica, sin complicaciones, dejándonos sorprender y empapar de la energía del sonido y la palabra, sumergidos en una fuente de agua fresca anímica, sin miedo a mojarnos en su caudal y haciendo de cada pensamiento un soplo de brisa limpia y perfumada por la naturaleza que llena desde las máximas a las mínimas praderas del ser... mundus maior-mundus minor .

Personalmente, al escuchar esta canción me conmueve que la inmensidad de esa experiencia sonora como una bienaventuranza poética y danzante al alcance de todos se pueda expresar con tal sencillez, humildad  y cercanía que llegue a todos y todas, que no  se quede en las castas elitistas, en la flor y nata de la decocción clasista y excluyente, que en realidad son constructos clasistas, arquitecturas egocéntricas rellenas de vanidad, barnizadas con la purpurina de la apariencia y del prejuicio excluyente, sí, apariencia, pues quien de verdad es capaz de disfrutar hasta las lágrimas y la carne de gallina con las Variaciones Goldberg, las Suites Orquestales y de Violoncello o la Musicalische Offer de Bach o mit Die Zauberg Flüte de Mozart o con la Creación de Haydn o Messiah de Haendel, igualmente sabe percibir, valorar , disfrutar y compartir  la belleza y la fusión del espíritu creador en la simplicidad del pan sonoro y el agua limpia, de la metáfora y el símbolo como alimento compartido sin barreras mentales, como la fruta recién cogida del huerto cotidiano. 
Operación Triunfo me aburre de tal modo que nunca he resistido un  programa  sin quitarlo tras la primera canción, por eso mismo me ha sorprendido tan  gratamente este descubrimiento. Quiero agradecer al compositor, al cantante y a las músicas y músico acompañantes, que nos regalen algo tan hermoso, dinámico y reconfortante para miles y seguramente millones de personas, que en medio del caos social, encontramos un abrazo musical y filosófico de fraternidad espontánea. 
No me importa que no ganen en Euroirrisión, porque su función real no es competitiva sino despertadora y estoy segura de que no caerá en el vacío y habrá muchas conciencias que se reconocerán en esos compases y en esas palabras realmente proféticas. 

Y ahora, Máximo Pradera, en vez de poner como un trapo lo que rechazas tan agresivamente, yo que tú me preguntaría cómo es posible que algo que yo no entiendo y considero de bajísima estofa, tenga tanto valor para otras personas que no son precisamente de la peña del Chiquilicuatre. La autocrítica honesta es un tónico infalible, y mucho más eficaz y sanadora que la crítica a lo ajeno.
Por si sirve de algo, "Solo sé que no sé nada", es una regla sanísima de Sócrates para despejar el camino y comenzar de cero cada día sin tapujos retóricos esclavizantes. Y  no te imaginas, Pradera,  el peso que nos quita de encima...y la serena y equilibrada visión del mundo que nos concede. Lo comento porque yo, como tú, y como la mayoría compatriota, procedo de la misma cepa española  de dogmas y liturgias excluyentes, sé, por vieja, de qué va nuestra estirpe geopolítico-cultural. Mejor tenerla en cuarentena  y atada en corto, creéme. Ains!


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