Excéntrica
Mi interpretación de la realidad a veces me hace sentir sola ante el peligro
Cada vez tengo más dudas de mi capacidad para opinar en este país. Por un lado, todos los días pasan cosas que desbordan la potencia de mi imaginación, y les aseguro que tengo mucha. Por otro, a menudo tengo la sensación de que mi interpretación de la realidad es progresivamente excéntrica, y a veces me siento sola ante el peligro. Mientras constato que, por ejemplo, toda España albergaba la esperanza de que un niño de dos años apareciera vivo después de pasar 13 días en un pozo, tras una caída libre de 70 metros. La muerte de Julen no tiene remedio, pero ya aparecerá otra víctima apropiada para excitar el morbo de las tertulias. De momento, llevamos cuatro mujeres muertas en menos de un mes, pero parece que interesan poco. La repetición cansa, aunque no en todos los casos. La autoproclamación de Guaidó en una manifestación callejera, casi simultánea a la declaración de Pence contra Maduro, nos devuelve a otro siglo, a otra época. Es evidente que no hay más salida posible para Venezuela que unas elecciones libres y justas, pero no es menos evidente que el único camino eficaz para que llegaran a convocarse sería la negociación. Un ultimátum cierra en sí mismo el camino a cualquier conversación, y aunque mucha gente no quiera saberlo, los manifestantes que apoyan a Maduro no son un montaje informático, sino personas de carne y hueso. Cabe preguntarse cómo puede haber tantas en el que se dice que es el país más rico del mundo, y qué les lleva a defender su causa con tanta desesperación. No me asombra menos que nadie se pregunte por qué los independentistas catalanes no han abierto la boca sobre Venezuela. En la actual coyuntura española, las autoproclamaciones me parecen un asunto delicado. A mí sola, por lo visto.
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