Vale la pena dedicar el tiempo necesario a ver y escuchar este espléndido documental de Michael Moore, es un verdadero master que ningún español y española se debería perder. Es pedagógico al cien por cien. Ojalá algún día en España haya conciencia y cultura suficiente para la autocrítica sin complejos, para comprender que reconocer lo mejor de los demás nos hace más grandes, lúcidos e inteligentes, no más insignificantes, que la humildad es un ingrediente fundamental de la inteligencia, no una discapacidad de la autoestima. Y que el orgullo es fatuidad pura y dura, hijo predilecto de la vanidad y nieto de la soberbia. Hermano de la chulería y del exhibicionismo, una horterada cognitiva. Es esa capa de estulticia engreída de dar una imagen superior a la realidad objetiva que es el paripé, la que nos impide superar nuestros handicaps, y valorar en igualdad la legitimidad de lo diferente, que es la igualdad en derechos y libertades, no en criterios, dogmas y tabúes. Ojalá se descubra la relación que hay entre esas actitudes nefastas y rídiculamente prepotentes con la incapacidad social y política de organizarnos adecuadamente y dejemos de culpar a los que no nos son afines, la verdad es que ni unos ni otros disponemos de educación y de orientación para hacer otra cosa mejor de lo que hacemos, empotrados en esa terrible pescadilla que se muerde la cola sin dar con la clave de qué es anterior: el huevo de la cerrazón que nos impide la visión real de nuestro estado o la gallina desplumada del cacareo constante, hueco y cansino que solo sabe repetirse.
En España hay un problema metodológico: cuando hay un hundimiento social, cuando estamos tocando fondo, todo se vuelve echar mano de la lucha, la valentía, la violencia, el orgullo, la imagen del vencedor y el alarde. No hay capacidad para reconocer el error y repararlo, por eso hay tan poca disposición para el perdón y la comprensión, que se consideran debilidades y defectos blandengues. Por eso no levantamos cabeza; porque siempre hay una parte de la sociedad que está con el As de bastos en ristre para atizar al que falla o se equivoca, en vez de comprender que mañana el error puede ser el suyo o que tal vez ese error ya se está cometiendo al no comprender y perdonar el error ajeno y reparar el mal cometido con un bien que lo compense y lo remedie en lo posible. Y todo se vuelve rigidez, intransigencia y venganza constante. Así está configurada nuestra Justicia. No en que se aprenda y se cambie por una ayuda para reinsertarse y regenerarse, el lema es "el que la hace la paga", no tanto porque la hace, sino porque no ha sabido ocultar lo que ha hecho. Por eso un corrupto no se ofende a sí mismo ni le avergüenza su propio delito, sólo le indigna que se sepa y que le llamen corrupto y delincuente.
Ni todo el oro del mundo ni la economía más boyante podrá jamás conseguir que seamos un país y un estado presentable si individualmente no despertamos ni somos capaces de vernos como estamos. Porque se carece de la conciencia que permite esa comprensión. Social y personalmente, el lugar de esa conciencia imprescindible para desarrollarnos lo más plenamente posible como seres humanos de verdad, la ocupan los prejuicios y la preocupación por dar una imagen determinada en el entorno buscando en la opinión de los demás esa valoración que no sabemos desarrollar por nosotras mismas. En modo Hidalgo del Lazarillo total.
Al ver y reflexionar con atención este ejemplar documental geo-ético de Moore, se puede ir descubriendo qué nos pasa a los y las españolas como sociedad y por qué nuestra política no podrá jamás ser mejor de lo que es si nosotras/os no lo hacemos posible desde una conciencia personal y colectiva más lúcida, consciente y sana, menos cómoda y más implicada en los asuntos de todos. El 15M comenzó a darse cuenta del percal y a dar pasos de apertura en ese sentido, pero la política mal entendida le cerró la puerta a ese proceso de liberación porque las bases se dieron por satisfechas con un nuevo partido que en realidad de nuevo no tenía nada más que el nombre.
En realidad, si fuésemos una democracia de verdad, la mitad del parlamento debería ser participación ciudadana libre y voluntaria con voz y con voto. Pero eso requiere un trabajo consciente colectivo y tan intenso como el individual. Entonces sería el momento de decir Podemos de verdad.
Si en el resto de Europa mayoritariamente es posible civilizarse ¿por qué no esforzarnos de verdad en dejar atrás esa etiqueta vergonzante del Spain is different como si fuera un calificativo virtuoso cuando es la constatación de un nivel borderline social y político?
Menos milongas y más gafas de ver.
En España hay un problema metodológico: cuando hay un hundimiento social, cuando estamos tocando fondo, todo se vuelve echar mano de la lucha, la valentía, la violencia, el orgullo, la imagen del vencedor y el alarde. No hay capacidad para reconocer el error y repararlo, por eso hay tan poca disposición para el perdón y la comprensión, que se consideran debilidades y defectos blandengues. Por eso no levantamos cabeza; porque siempre hay una parte de la sociedad que está con el As de bastos en ristre para atizar al que falla o se equivoca, en vez de comprender que mañana el error puede ser el suyo o que tal vez ese error ya se está cometiendo al no comprender y perdonar el error ajeno y reparar el mal cometido con un bien que lo compense y lo remedie en lo posible. Y todo se vuelve rigidez, intransigencia y venganza constante. Así está configurada nuestra Justicia. No en que se aprenda y se cambie por una ayuda para reinsertarse y regenerarse, el lema es "el que la hace la paga", no tanto porque la hace, sino porque no ha sabido ocultar lo que ha hecho. Por eso un corrupto no se ofende a sí mismo ni le avergüenza su propio delito, sólo le indigna que se sepa y que le llamen corrupto y delincuente.
Ni todo el oro del mundo ni la economía más boyante podrá jamás conseguir que seamos un país y un estado presentable si individualmente no despertamos ni somos capaces de vernos como estamos. Porque se carece de la conciencia que permite esa comprensión. Social y personalmente, el lugar de esa conciencia imprescindible para desarrollarnos lo más plenamente posible como seres humanos de verdad, la ocupan los prejuicios y la preocupación por dar una imagen determinada en el entorno buscando en la opinión de los demás esa valoración que no sabemos desarrollar por nosotras mismas. En modo Hidalgo del Lazarillo total.
Al ver y reflexionar con atención este ejemplar documental geo-ético de Moore, se puede ir descubriendo qué nos pasa a los y las españolas como sociedad y por qué nuestra política no podrá jamás ser mejor de lo que es si nosotras/os no lo hacemos posible desde una conciencia personal y colectiva más lúcida, consciente y sana, menos cómoda y más implicada en los asuntos de todos. El 15M comenzó a darse cuenta del percal y a dar pasos de apertura en ese sentido, pero la política mal entendida le cerró la puerta a ese proceso de liberación porque las bases se dieron por satisfechas con un nuevo partido que en realidad de nuevo no tenía nada más que el nombre.
En realidad, si fuésemos una democracia de verdad, la mitad del parlamento debería ser participación ciudadana libre y voluntaria con voz y con voto. Pero eso requiere un trabajo consciente colectivo y tan intenso como el individual. Entonces sería el momento de decir Podemos de verdad.
Si en el resto de Europa mayoritariamente es posible civilizarse ¿por qué no esforzarnos de verdad en dejar atrás esa etiqueta vergonzante del Spain is different como si fuera un calificativo virtuoso cuando es la constatación de un nivel borderline social y político?
Menos milongas y más gafas de ver.
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