La desesperación de las nuevas generaciones es un motor para el cambio que no se puede ignorar. Un grito de la conciencia colectiva imposible de sofocar con leyes mordaza ni castigos justicieros siempre a favor de los inductores desde el poder ¿Cómo pedir paciencia eterna a quienes sufren los peores tratos sociales? ¿Es justo pedir calma y sumisión a lo que no se está dispuestos a cambiar porque se vive de maravilla y hasta se hace carrera a costa de los problemas del prójimo?
No es la represión la medicina que necesita la enfermedad social de los españoles, sino la aproximación, la cercanía, la quitada de vallas y la demolición de muros, la quitada de venda en los ojos, en primer lugar, de quienes tienen responsabilidades colectivas en la gestión de los asuntos públicos, y en definitiva, de toda la sociedad. Porque la conciencia colectiva que despierta, lo puede todo aunque los poderes del miedo le digan lo contrario, no es cierto.
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