miércoles, 23 de enero de 2019

Madre yo al poder me humillo, el es mi amante y mi amado, y si para conseguirlo configuro el pino-puente y hago el círculo cuadrado, que nadie se escandalice por semejante arrebato. Son las cosas del poder, donde uno y uno son cuatro, tres y tres pueden ser ocho y lo que sea menester...Corto se quedó Quevedo en sus estrofas de ayer...


¡Por los clavos de Cristo!


No llevaba ni media hora de consejera cuando a la titular de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía, Rocío Ruiz, le sacaban un muerto del armario, un artículo suyo de hace cinco años publicado en un periódico local de Huelva en el que venía a decir que la Semana Santa era una farsa, los cofrades unos hipócritas con capirote, los costaleros unos masoquistas que se destrozan la columna cargando con un trozo de madera lujosamente vestido, y el espectáculo en general la hoguera de las vanidades de un plebe que confunde religión y protagonismo.

La herejía era de tal calibre que no tardó en ser detectada con comprensible enojo por los inquisidores de la Santa Alianza que ha empezado a gobernar en Andalucía. Pero, vamos a ver, por los clavos de Cristo… ¿en qué estaría pensado esta directora de Instituto para arremeter así contra una tradición secular, poner en duda los sentimientos religiosos de tanta buena gente y proclamar para remate que odia el olor a incienso y que cuando escucha esquilas, clarines y tambores pone tierra de por medio para no olvidar que todos somos mestizos y que, afortunadamente, una vez formamos parte de esa “espléndida, avanzada y culta civilización árabe”?

Se preguntarán con qué partido se relaciona esta alma impía, pero todo quedó rápidamente aclarado en su precipitada rectificación por el artículo: “No representa ni lo que pienso ni lo que defenderé como consejera de los andaluces”. En efecto, la independiente Rocío Ruiz ha sido propuesta por Ciudadanos y lo primero que ha aprendido de la formación es a girar como veleta en campanario. Denle unos meses y la verán procesionando en la Madrugá y arrancándose con una saeta a la Macarena con mucho sentimiento.
En evidente que criticar la Semana Santa no es políticamente correcto. A Begoña Gutiérrez, entonces secretaria provincial de Podeos en Sevilla, se le ocurrió sugerir una votación para que los ciudadanos decidieran si debían seguir sacando a la calle a la Esperanza de Triana, al Cristo de los Gitanos o al del Gran Poder y se armó la de San Quintín. Gutiérrez no tardó en afirmar la Semana Santa es “una fiesta de la gente”, que Podemos “está con la gente” y que ella misma se liaba la mantilla a la cabeza y participaba con sus hijos de esa “interesantísima manifestación religiosa y cultural”, dicho sea en palabras de Pablo Iglesias.

Hasta aquí hemos llegado. Se acabó siquiera pensar que en un estado aconfesional no deberían ocuparse de esta manera los espacios públicos, que flagelarse y desollarse la espalda a la vista de los niños no es plato de gusto o que las procesiones lo ponen todo perdido y luego no hay quien arranque la cera de los adoquines. En Coria del Río, pioneros de este nuevo orden, ya trasladaron como castigo a un técnico municipal por recomendar en Facebook a sus vecinos que “después de sacar a los muñecos a la calle” no se olvidaran de marcar la cruz de la casilla de la Iglesia  en la declaración de la renta. “Hay que cubrir gastos, ya hemos pagado con nuestros impuestos limpieza y seguridad. Así nos va”, decía. El Consistorio confió entonces en que esas manifestaciones no se repitieran por el bien del pueblo y “para evitar tener que adoptar otro tipo de medidas más drásticas”. La sombra de la crucifixión planeaba sobre el funcionario.

Se trata además de dirigir el fervor hacia la procesión correcta y no seguir el ejemplo de Willy Toledo, al que se le calentó la boca en su apoyo a la Hermandad del Coño Insumiso y a punto estuvo de caerle la perpetua. Por supuesto, quedan prohibidos los comentarios que hagan referencia al parecido entre nazarenos y miembros del Ku-Klux-Klan, sugerir a las hermandades sevillanas ponerle ruedas a las imágenes o mostrar incomprensión ante el desconsuelo que provoca la lluvia, que en Sevilla siempre es una maravilla siempre que no caiga en Semana Santa.

Desvelado el oscuro pasado de Rocío Ruiz, se esperaba o, mejor dicho, se temía la reacción de ese Torquemada de Vox que es su portavoz parlamentario Francisco Serrano. Haciendo gala de su misericordia, el inhabilitado juez se limitó a llamar al orden a Moreno Bonilla, pero se abstuvo de pedir la dimisión de la consejera que, de consumarse, hubiera dejado a Máxim Huerta sin su récord. En Vox son comprensivos. Saben que hay que dar tiempo a los cargos públicos y a la población en general para que elijan cofradía y tengan al día la licencia de caza y al corriente de pago el abono de la Maestranza. En España empieza a amanecer y a algunos se les pegan las sábanas.

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