La
vida en Siria se ha convertido en algo tan aleatorio, que hasta una
sábana puede marcar la diferencia entre la vida o la muerte para un
niño. Lo cuenta Mohammed, que con 12 años ha tenido que aprender que un
trozo de tela le puede salvar de los francotiradores pero al que esta
guerra le ha hecho perder la esperanza.
“Tengo el corazón destrozado”, explica Mohammed, que camina dando vueltas alrededor de un edificio en ruinas.
Durante
las últimas semanas hemos visto una cruenta escalada de la violencia en
Siria: las durísimas imágenes de niños y niñas muriendo asfixiados, la
explosión de un coche bomba contra un convoy de civiles evacuados en el
que murieron más de 68 niños. El dolor de un periodista que, tras
rescatar a varios bebés y niños de entre las llamas del bombardeo, se
derrumba en el suelo, dejando que el dolor le venza… y en medio de todo
ello, en el epicentro, los niños, siempre los niños. Las principales víctimas.
Ellos
son las verdaderas víctimas de un conflicto que ha entrado ya en su
séptimo año. En UNRWA, la misión de ayuda
humanitaria más grande en Siria, no sólo apoyamos a los refugiados de
Palestina, la población más vulnerable en el país. Apoyamos a todos los
civiles, aquellos que nos necesitan. Y vamos a seguir allí, junto a
ellos, tanto como seamos necesarios.
Os necesitamos.
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