Disculpen, hay que sacudir las togas
Para criticar la decisión del tribunal de 'la manada' no hay
siquiera que irse a hablar de ideologías de género u otras cuestiones,
que también. Para criticar la decisión de la Audiencia de Navarra sólo
hay que tener en pie la lógica que ese auto se salta
Una de las reacciones
que más me está pasmando en todo el asunto de “La Manada” no es
precisamente las de las manifestantes - véase turbas enfervorecidas,
según el presidente del TSJN- sino la de la propia judicatura y muchos
otros togados que asisten con pasmo a un panorama que entienden
peligroso. Argumentan que lo es para el Estado de Derecho y los derechos
y libertades pero no voy a esconderles que, en el fondo, también es
peligroso para ellos mismos y su hábitat natural y que eso les lleva a
intentar hacernos comulgar con ruedas de molino.
Los jueces están asomando el hocico al siglo XXI de una forma abrupta y
para la que no estaban preparados. No voy a cebarme con eso. Todas las
profesiones y ámbitos sociales se han ido dando de bruces contra una
realidad disruptiva que en algunos casos es prometedora pero que en
otros ofrece graves dificultades para mantener en pie los principios,
las libertades y los derechos, las virtudes que nos han traído hasta el
presente. Nos ha pasado a los periodistas, a los políticos, a los
empresarios, a los propios trabajadores, a los médicos, a los
escritores, a los músicos,a los filósofos... nos ha ido pasando en todos
los ámbitos y ahí andamos peleando por encontrar la salida que permita
salvar los trastos de los valores y navegar por las aguas de las redes
sociales, de la instantaneidad del conocimiento, de la posverdad, de la
ausencia de valores o su alteración. Seguimos reacomodándonos, si es que
fuera posible, a un cambio de paradigma que puede que acabe volando en
mil pedazos el mundo que conocemos.
Héteme aquí que los jueces se sorprenden cuando tal
estallido de lo consuetudinario se acerca a ellos. Otros juristas les
acompañan. Les veo argumentar una y otra vez: esto es lo que hay y el
sistema de recursos es el garante de que lo que hay se aproxime a lo
justo. Así ha sido durante siglos, sólo que el tempo del tiempo ha
cambiado, que la transparencia y la inmediatez no van a dar tregua a
nadie, que la sociedad ya no es la misma en la que se parieron los
sistemas que aprendimos. Ahora hay que hallar la respuesta que sea capaz
de garantizar lo que consideramos irrenunciable pero hay que saber
buscarla. Enrocarse en que las cosas no son así y no deben ser y no
pueden ser y no serán y considerar que esa actitud va a cambiar la
realidad es cuando menos ingenuo y cuando más peligroso.
Para criticar la decisión del tribunal de La Manada no hay siquiera que
irse a hablar de ideologías de género u otras cuestiones, que también.
Para criticar la decisión de la Sección Segunda de la Audiencia de
Navarra sólo hay que tener en pie la lógica que ese auto se salta. Una
cosa no puede ser cierta y su contraria también. No puede ser cierto que
ser condenado a 9 años te haga menos propenso a huir que que te pidan
24, sobre todo porque te siguen pidiendo 24 en la otra instancia y
además tienes sobre ti la sentencia de los 9. Eso es ilógico. Eso cuando
ya te han mantenido en prisión provisional dos años, con tres
resoluciones, por ese mismo motivo. Menos cuando otro tribunal acaba de
mandar ingresar a los acusados que tenía libres porque les han condenado
a 9 años, aunque les pedían cerca de 30 por un terrorismo que no es, y
eso que les quedan las mismas instancias que a los sevillanos. La
lógica. La individualización de los casos no puede permitir la
arbitrariedad porque ésta es contraria a la Justicia.
Aquí no cabe ni ampararse en el lenguaje técnico ni atrincherarse en
los conceptos jurídicos ni espetarle a los ciudadanos que no protesten
por lo que no entienden y no cabe porque no es posible explicar lo
ilógico. Llevo años traduciendo al lenguaje de la calle las
explicaciones técnicas que no siempre se comprenden. En este auto no hay
que trasponer ningún término ni descifrar ningún arcano. En este auto
habría que convencer al pueblo de que comulgue con una decisión judicial
insólita -porque no es habitual- y que contiene razonamientos ilógicos
por la mera asunción acrítica de la invulnerabilidad a la crítica de los
jueces.
Les voy a contar una cosa que supongo que
intuyen: hay jueces excepcionales, muy buenos, buenos, regulares y muy
malos. Sí, hay jueces que son una patata, técnicamente hablando, pero
nada en el sistema permite detectarlos excepto el control efectuado vía
recurso por otros jueces. Aún así el dato se oculta o no se tiene en
cuenta. Me van a perdonar pero no es lo mismo un magistrado al que le
tumban la inmensa mayoría de las resoluciones -que haberlos, haylos- que
otro que ostenta un clamoroso curriculum de sentencias confirmadas por
las instancias superiores. No es lo mismo.
La calidad
de los jueces. Sólo el plantear que se mida escalda a muchos. El propio
CGPJ ha decidido premiar la cantidad pero nunca se ha explorado la vía
de la calidad puesto que se ha entendido que hacerlo atentaba contra la
independencia. La independencia que protege de tanto mal pero también
cobija tanta inutilidad.
Los jueces, con
independencia, aplican el derecho y valoran las circunstancias. Unas
veces lo hacen bien y otras lo hacen mal. Hasta el momento, los malos
pasos se descubrían primero por los ojos atónitos de muchas partes y
después en un lento calvario de recursos hasta llegar ya no a la cúpula
final sino a veces hasta a Europa. El mundo ha cambiado. Ahora las
resoluciones vuelan. Las leemos los impertinentes periodistas, que
solemos detectar las incoherencias, más si son escandalosas, con más
tino del que pretenden. Después las leen los catedráticos y otros
magistrados y grandes abogados y jurisconsultos y nos lo cuentan en las
redes sociales o en la televisión y se forma un debate y las personas
reaccionan.
Puede que no sea lo mejor. No lo sé.
Tampoco tiene sentido planteárselo porque no va dejar de ser así por
mucho que se empeñen. No hay otra solución que diseccionar la realidad, a
ser posible con ayuda externa, y buscar la forma de mantener en pie el
Estado de Derecho en esas circunstancias. Un marino nunca grita diciendo
que con esa mar y con ese viento su barco corre peligro. Un navegante
mide el viento, observa la mar, y adecua su velamen y su rumbo y su
escora para lograr su objetivo que es avanzar seguro.
No veo que la judicatura, con excepciones, esté en esa singladura y eso
no es bueno para nadie. Desde luego no para la sociedad a la que
sirven.
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