Primarias de mesa camilla
Es un fiasco de participación, un 7,5% que revela el desánimo de un partido que acaba de recibir un durísimo e inesperado castigo
Unas primarias son para el Partido Popular lo que unos Juegos Florales para el Arma de Artillería. El PP es un partido para estar en el poder, no para pelear para conquistarlo. Gobernar es su estado natural, en ocasiones parece incluso que su derecho natural, y cuando está en la oposición, aunque dure mucho tiempo, espera su regreso no como una victoria sino como una restauración. En su concepción de la política, el líder no necesita ser elegido: surge. Surge del simple fluir de las cosas, a las que es mejor no violentar con tensiones internas. Considera la designación como un procedimiento más lógico, a fin de cuentas no hay tanto sobre lo que discutir. El PP es un partido de votantes que no dudan, se trata de ganar. Su programa electoral podría tener una sola línea. Por eso cuando pierde reacciona enfadándose con el que se atreve a desbancarle y sus análisis son absolutamente acríticos.
El Partido Popular ha alardeado con frecuencia de tener cientos de miles de militantes. Algunos dicen que era un farol que hoy se vuelve contra él. Pero no, tal vez sea cierto. Lo que pasa es que puede ser una masa dormida, de docilidad predemocrática o de pasotismo postdemocrático, según se mire, que sólo se despierta y se moviliza para luchar contra el enemigo. Además, estas son primarias en dos fases. La militancia sólo pone al toro en suerte, el día 5, porque luego son los compromisarios los que rematan la faena los días 20 y 21. En todo caso, es un fiasco de participación, un 7,5% que revela el desánimo de un partido que acaba de recibir un durísimo e inesperado castigo y que aún está cicatrizando sus heridas. Pero gane quien gane estas primarias de mesa camilla, el Partido Popular habrá perdido. Su moción de censura interna, su propia militancia, con su incomparecencia, lo habrá derrotado.
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