Si Trump quiere reventar el orden mundial, ¿quién le detendrá?
Mientras nos horrorizamos con las groseras excentricidades de
Trump, es importante comprender los grandes cambios que las refuerzan
La responsabilidad recae en los progresistas de Europa y Estados Unidos, que deben imponer un New Deal internacionalista
La responsabilidad recae en los progresistas de Europa y Estados Unidos, que deben imponer un New Deal internacionalista
La salida anticipada de Donald Trump y su posterior rechazo a respaldar el comunicado final del G7 ha dejado a la prensa internacional perpleja, dejando en evidencia el grado de incomprensión de la realidad global.
En un intento por mezclar dureza con humor, Emmanuel Macron tuvo la
ocurrencia de decir que el G7 podría convertirse en el… G6. Eso es
absurdo, sobre todo porque sin Estados Unidos, el capitalismo como lo
conocemos (ni hablar de las penosas reuniones del G7) desaparecería de
la faz de la Tierra.
Desde luego, no cabe duda de que mientras esté Trump en
la Casa Blanca, tenemos muchas razones para angustiarnos. Sin embargo,
la reacción del establishment a las jugarretas del presidente tanto en
Estados Unidos como en Europa, llenas de peligrosas ilusiones y errores
de cálculo, constituye probablemente una preocupación mayor para el
establishment.
Algunos tienes esperanzas con la
investigación de Mueller, pensando que Mike Pence sería mejor
presidente. Otros prefieren aguantar la respiración hasta 2020,
negándose siquiera a considerar la posibilidad de un segundo mandato. Lo
que ninguno comprende son los grandes cambios que respaldan las
groseras excentricidades de Trump.
El gobierno de
Trump está desarrollando un significativo impulso económico a nivel
interno. En primer lugar, aprobó recortes en los impuestos de la renta y
de sociedades fiscales que el establishment republicano no hubiera
podido soñar hace unos años. Pero esto no fue todo. En privado, Trump
dejó pasmada a Nancy Pelosi, la líder demócrata en la Cámara de
Representantes, al aprobar cada programa social que ella le pidió. Como
resultado, el Gobierno nacional tiene el mayor déficit de la historia
del país, con una tasa de desempleo de menos del 4%.
Al margen de lo que uno opine del presidente, no sólo le está dando
dinero a los ricos, que por supuesto son los que más se benefician, sino
también a muchos pobres. Con una fuerte tasa de empleo, especialmente
entre los trabajadores afroamericanos, la inflación bajo control y un
optimista mercado de valores, Donald Trump tiene el frente interno
cubierto mientras viaja a tierras extranjeras a enfrentarse con amigos y
enemigos.
El establishment antiTrump estadounidense
reza para que los mercados lo castiguen por su derroche. Esto es
precisamente lo que habría sucedido si Estados Unidos fuera cualquier
otro país. Mientras se estima que este año el déficit fiscal alcanzará los 804.000 millones de dólares y
en 2019 llegará a los 981.000 millones, y mientras que se espera que el
Gobierno se endeude en 2,34 billones de dólares más en los próximos 18
meses, el valor de la moneda se desplomaría y los intereses se
dispararían. Pero Estados Unidos no es un país cualquiera.
Mientras el banco central del país, la Fed, reduce su programa de
compra de activos vendiendo su stock de activos acumulados al sector
privado, los inversores necesitan dólares para comprarlos. Esto hace que
el número de dólares disponible para inversores se reduzca en 50.000
millones de dólares cada mes. A eso hay que sumar los dólares que los
capitalistas alemanes y chinos necesitan para comprar bonos del Gobierno
estadounidense (en un intento de obtener beneficios de forma segura) y
entonces se puede comenzar a ver por qué Trump cree que no será
castigado con un pánico bancario que afecte a los dólares o a los bonos.
Armado con el exorbitante privilegio que le da ser dueño de las
máquinas que fabrican dólares, Trump mira los flujos comerciales con el
resto de los países del G7 y llega a una conclusión inevitable: es
imposible que pierda una guerra comercial contra países que tienen un
gran superávit comercial con Estados Unidos (por ejemplo, Alemania,
Italia y China) ni con los que cogen neumonía cada vez que Estados
Unidos coge un resfriado (por ejemplo, Canadá).
Nada
de esto es nuevo. Richard Nixon también se enfrentó al establishment
europeo en 1971, mientras que Ronald Reagan exprimió brutalmente a los
japoneses en 1985. Incluso si el lenguaje no era menos incivilizado
–recordemos el resumen de la actitud del gobierno de Nixon en las
inimitables palabras de John Connally: “Mi filosofía es que todos los
extranjeros nos quieren joder y es nuestro trabajo joderles nosotros
antes”. La agresividad actual de Estados Unidos hacia sus aliados se
diferencia de aquellos episodios en dos aspectos.
Primero, desde el colapso de Wall Street de 2008, y a pesar del
subsiguiente reflote del sector financiero, Wall Street y la economía
interna estadounidense ya no pueden hacer lo que hacían antes de 2008,
es decir, absorber las exportaciones de las fábricas europeas y
asiáticas a través de un superávit comercial financiado por un influjo
equivalente de beneficios generados en el extranjero. Este fracaso es la
causa subyacente de la actual inestabilidad económica y política
mundial.
Segundo, a diferencia de lo que ocurrió en
los años 70, la última década de mala gestión de la crisis del euro en
Europa ha hecho que el establishment franco-alemán esté ahora desunido
y en retirada, dejando a los nacionalistas xenófobos y
euroescépticos asumir el poder de diferentes gobiernos.
Trump observa toda esta situación y concluye que, si Estados Unidos ya
no puede estabilizar el sistema capitalista global, igual puede cargarse
todos los convenios multilaterales actuales y comenzar de cero con un
nuevo orden que se asemeje a una rueda, con Estados Unidos en el centro y
todas las otras potencias en el radio, una disposición de acuerdos
bilaterales que le asegure a Estados Unidos ser siempre el socio más
fuerte y así poder beneficiarse de la táctica de “divide y vencerás”.
¿Puede la UE crear una alianza antiTrump al estilo 'Europe First',
quizá involucrando a China? Después de la salida de Trump del acuerdo
nuclear con Irán, la respuesta ya se ha dado. Minutos después de la
declaración de la canciller Angela Merkel de que las empresas europeas
se quedarían en Irán, todas las empresas alemanas anunciaron su
retirada, priorizando los recortes fiscales que Trump les ofrecía dentro
de Estados Unidos.
En conclusión, tenemos razón al
escandalizarnos con Trump: está ganando al establishment europeo, que se
obsesiona con su ignorancia de las fuerzas que lo socavan y sientan las
bases de acontecimientos espantosos. La responsabilidad recae en los
progresistas de Europa continental, de Reino Unido, de Estados Unidos,
que deben imponer un New Deal internacionalista en la agenda y ganar
elecciones haciendo campaña por ello.
En mis pocos
momentos de optimismo, imagino una alianza entre Bernie Sanders, Jeremy
Corbyn y nuestro Movimiento por la Democracia en Europa, el DiEM25,
ofreciendo una fuerte competencia a la Internacional
Nacionalista liderada por Trump. Hace algunos años, un triunfo de Trump
en Estados Unidos, en Europa o en otros sitios sonaba aún más
descabellado que esto. Vale la pena intentarlo.
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