lunes, 25 de junio de 2018


Reformas mentales en la justicia

Ser juez es una cosa seria. No puede ser juez cualquiera, nos va en ello la propia democracia.
Dolores Delgado pide más formación en género tras la libertad de La Manada
Dolores Delgado pide más formación en género tras la libertad de La Manada EFE
La ministra de Justicia, Dolores Delgado, en una entrevista en Hora 25, de la Cadena Ser, ha reclamado reformas mentales, tras las discutidas medidas del auto de la Audiencia de Navarra sobre La Manada. Habrá que tenerlo en cuenta, no es habitual escuchar reflexiones como estas, no ya de una ministra sino de una profesional del mismo gremio. 
Ser juez es una cosa seria, una gran responsabilidad no sólo para quien ejerce dicha responsabilidad sino para el propio pueblo, de quien emana la justicia, según la Constitución española. No puede ser juez cualquiera, nos va en ello la propia democracia. En España, transitamos desde la dictadura a la democracia pero, mientras en dos de los poderes, el legislativo y el ejecutivo, la transición fue total, en el judicial, el único no electo, que me perdonen en Jerez de la Frontera, no hubo transición sino trasiego,  sin despeinarse, con un sistema de criaderas, en donde las madres de las botas de la solera, en donde entraban los nuevos vinos, siguieron siendo las mismas del régimen anterior.
No es de extrañar que en España se confunda constantemente poder judicial con autoridad judicial, y hasta con autoritarismo, como dirían Guarnieri y Pederzoli, y que los jueces se consideren legitimados por el mero hecho de haber aprobado memorísticamente unas oposiciones , sin haber, con posterioridad, alcanzado la legitimidad de ejercicio exigible en  su función jurisdiccional constante. Los jueces desprecian la política y, considerándose un poder del estado, no entienden, sin embargo, que como los otros dos poderes, deben someterse, no sólo a controles internos sino al escrutinio externo de los demás poderes y del pueblo. No puede haber ningún poder sin frenos, como sostiene  Jiménez Asensio. 
Cuando terminamos la carrera, muy dura entonces, nos reunimos entre compañeros y amigos a ver qué hacíamos. Unos queríamos ser jueces, otros, notarios, registradores , abogados... Y siempre salía a cuento el inapreciable esfuerzo de la memorización, después de cinco años de pico y pala. Se contaba entonces que un prócer procedente de la Universidad Hispalense se sabía el Código Penal de memoria, insistentes rumores aseguraban que el susodicho, up supra, se sabía también la guía de teléfonos, la de Sevilla, que la de Nueva York hubiera sido un récord ultramarino. Un veterano jurista del foro, presente en el juvenil debate, nos aconsejó: pedidle a Dios que no os toque nunca y, si fuere así, que no os aplique la guía de teléfonos. Sabio consejo para una justicia, con demasiada frecuencia, dependiente del azar. 
Sobre la sentencia y auto de 'la manada' han corrido ya ríos de tinta jurídica, respetables y, al parecer, no sé por qué, menos respetables ríos de tinta popular, o turba, dicen. Como si solo fuera un debate aristocrático para iniciados. Lo mejor que he leído se lo debo a un admirado jurista , de lo mejor en estos tiempos, me refiero a Miguel Pasquau, en Ctxt. Lo recomiendo, ahora y siempre. Pasquau nos invita a asumir riesgos y dudar. Estoy de acuerdo. 
También dudo. Dudo de la posición dominante del auto dictado, dudo de la posición discrepante, dudo de la posición del Ministerio Fiscal. Dudo de todo, también de mí mismo. Pero esto no es un debate entre profesionales, bueno, también, pero no es doctrina, escolástica, es algo que nos afecta a todos; ya sé que la literatura judicial hispana es de lo  mejor en la Europa continental, ya sé que hay juristas y jueces extraordinarios, uno Pasquau, ya sé que  los jueces se saben de carrerilla los manuales de las  oposiciones; se los sabían, como la guía telefónica, y se lo siguen sabiendo , como cuando aprobaron, pero hace falta algo más para ser juez.   La justicia es reflexión y distancia temporal , incluso de los momentos en que se aprobaron las oposiciones. Algunos jueces creen que la inamovilidad es un seguro de empleo permanente  y no una garantía del pueblo para proteger a aquellos que administran la justicia en su nombre .
El problema no es el debate académico o doctrinal entre profesionales ,las dudas, es la duda con mayúscula de una parte muy significativa del pueblo. La desconfianza del pueblo  en el errático  proceder de sus jueces. Valores como la libertad, provisional o no, como la libertad de expresión o las libertades y derechos fundamentales  de la Constitución española están seriamente comprometidos por la  vagabunda expresión de muchas sentencias de unos  jueces y juezas  que parece que no acaban de comprender que administran la justicia en nombre del  pueblo, que no son ajenos al pueblo,  ni a su tiempo que,tal vez, no sea el de sus remotas y costeadas   oposiciones. 
La justicia española, decía antes, se rige en su reclutamiento por un procedimiento ajeno a los  valores de una democracia moderna, un sistema de criadera que tiende al conservadurismo por la vía de la reproducción de valores añejos; su propio ensimismado poder o autoridad es incapaz de entender que la esencia de la  democracia son los controles y equilibrios . No es solo un problema de perspectiva de género, es de perspectiva holística, democrática, de valores comúnmente entendidos y compartidos por la comunidad democrática internacional. Demasiados incidentes y disparidades de criterios para un solo poder judicial que muchos  jueces entienden que son tantos   como jueces  haya. 
La ministra ha dicho lo que ha dicho, reformas mentales,  pero alguien tendrá que acometer dichas reformas; mientras tanto,  el pueblo está indefenso, atrapado  en la tela de araña de los tecnicismos y el corporativismo judicial.

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