La península bonita
Eso es lo que los conservadores españoles llaman buenismo y
marketing político. Conseguir salvar 629 vidas, satisfacer el legítimo
ansia de ayuda de gran parte del pueblo español y romper un galimatías
diplomático
Una decisión política
acaba de salvar 629 vidas. No solo ha salvado esos centenares de vidas,
sino que ha devuelto la esperanza a una sociedad cautiva y ha lanzado un
potente mensaje de política exterior. No parece discutible y, sin
embargo, ayer, un diario nacional, poniendo sin duda voz a una parte de
la población, se permitía estigmatizar la solidaridad, la decencia y,
¡ojo!, la visión geoestratégica y política del Gobierno de Sánchez.
“Pedro Sánchez impone por decreto la España bonita”, rezaba sin reparar
en que con su cornada herían de muerte su propia lógica. Existe, pues,
una España bonita y no es la que se ha construido hasta ahora. Existe
una España hermosa y platónica en la que lo bueno y lo bello confluyen y
esta España ideal, alejada de la caverna, es una España que no se ha
virtualizado hasta este instante en que un gobierno diferente va a
construirla. Su tesis abunda, además, en la facilidad con que ese mundo
más claro, ese mundo como cantado por Madonna en el que el sol se pondrá
en lo alto sonando como una canción de cuna española, era tan fácil de
detonar que unos simples decretos ley podían hacerlo. Hemos vivido
entonces en la España fea y vieja y decrépita, egoísta, codiciosa e
insolidaria, sólo por un quítame allí unas firmas en el Consejo de
Ministros. La España bonita is coming y muchos españoles se alegran de ello en vez de dolerse en portadas escandalosas y aberrantes.
629 vidas se han salvado y una importante crisis
internacional europea ha sido salvada por una resolución inesperada y
osada de España. Nada de ello será en vano. Por mucho que las fake news,
las manipulaciones actuales, quieran hacer responsabilizar a este gesto
inesperado y afortunado del incremento de arribadas de pateras a las
costas andaluzas en este momento del año que se produce,
invariablemente, según la ruta más corta presenta menos riesgo y según
se cierran y entorpecen otras.
Desde un punto de
vista filosófico nos podemos preguntar con Michael Sandel -los premios
Princesa de Asturias tienen interés más allá de ver a la Reina volver a
su tierra- si realmente existe una justificación para que las naciones
impidan a los extranjeros incorporarse a ellas. Sandel nos mostraría
bien cómo en las naciones ricas las políticas de inmigración
restrictivas sirven fundamentalmente para proteger privilegios dado que
tal arribada sobrecargaría nuestros servicios y reduciría nuestro
bienestar personal y económico. A pesar de que no esté claro que tal
temor esté justificado: ¿Sería una razón suficiente para restringir la
inmigración? ¿Cómo justificamos que el lugar en el que ha nacido un ser
humano sea el fundamento de sus derechos fundamentales? ¿Vale más el
mayor bienestar de un español que la vida de un recogido en el Aquarius?
¿Apoyándonos en qué argumento filosófico o moral? ¿En la obligación de
protegernos entre nosotros por la historia compartida o la vida en
común? El filósofo reconoce que ni los más igualitaristas de entre
nosotros acaban de dar abiertamente ese salto lógico y moral que nos
llevaría a la apertura de fronteras. Citando a Walzer dice: “Solo si el
sentimiento patriótico tiene algún fundamento moral, sólo si la cohesión
comunitaria conduce a obligaciones y significados compartidos, sólo si
hay miembros y hay extraños, tendrán alguna razón las autoridades del
Estado para ocuparse en especial del bienestar de su propio pueblo (...)
y del éxito de su propia cultura y su propia política”.
629 vidas se han salvado y España ha dejado a la diplomacia europea, a
Bruselas y al rifirrafe entre Francia e Italia en una evidencia
incómoda. La crisis creada por un gesto político del nuevo gobierno
populista y xenófobo de Italia ha sido resuelta con un gesto político
del nuevo gobierno socialista español y esto vuelve a poner a nuestro
país sobre el tablero de la zozobra europea y de la necesidad de
soluciones para el problema común. Marca España gratis y peso específico
a la hora de aportar soluciones. No sé si ha quedado claro que tras la
bravata de Salvini se había producido una escalada entre los gobiernos
de Italia y Francia que había alcanzado una tensión poco común. Macron y
Salvini se dijeron de todo en público. Macron llamó nada menos que
cínico e irresponsable al italiano. Éste le respondió sin cortarse un
pelo. Hubo cancelación de cumbres, llamada de embajadores y toda la
pesca. En ese preciso momento llegó el anuncio del gobierno español y
los pilló remangados. La sociedad francesa comenzó a preguntar a sus
líderes por qué se habían enredado en la polémica sin hacer nada
práctico para salvar a esas personas como sí había hecho España y, a
pesar de la división existente en la amalgamada por la necesidad La
Republique en Marche, Edouard Philippe tuvo que anunciar que Francia
ayudaría a España a acoger a aquellos refugiados que quisieran dirigirse
a Francia.
Eso es lo que los conservadores españoles
llaman buenismo y marketing político. Conseguir de golpe salvar 629
vidas, satisfacer el legítimo ansia de ayuda de gran parte del pueblo
español, romper un galimatías diplomático y dejar a España en la mejor
situación para poner su postura sobre la mesa en unas conversaciones
sobre la postura común europea en el drama del Mediterráneo que tendrán
que producirse y que deberán romper ese eje diabólico formado por los
gobiernos xenófobos de Italia y Austria y por la parte bávara de la
coalición que quiere forzar a Merkel a cambiar su postura respecto al
refugio y al asilo.
El gobierno anterior se
comprometió a acoger a 17.337 refugiados en dos años. Cumplido el plazo
sólo un diez por ciento de su palabra internacional se había cumplido.
Hoy 629 personas en grave riesgo han pisado nuestra tierra, pero no
teman, aún le queda a Sánchez un margen de 14.728 sólo para cerrar la
promesa incumplida de Rajoy. Si esa España podía soportarlo, la España
bonita lo hará con más razón.
El sentimiento de ser
parte de algo no viene solo, sino que se acompaña de la responsabilidad.
El europeísmo de España tiene ahora un puntal más. Un puntal pero que
muy bonito.
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