viernes, 22 de junio de 2018


Pensamiento crítico

El porqué de la pobre imagen que el Estado español proyecta en el exterior


Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra


Como reconocía el que hoy es Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno español actual, el Sr. Josep Borrell, el Estado español ha ido perdiendo la batalla de la imagen en la lucha ideológica con los independentistas catalanes. El comportamiento claramente represivo del sistema judicial español y la incapacidad de los partidos políticos gobernantes en España de responder al desafío expresado al Estado español por una minoría del electorado catalán (que alcanza casi la mitad de este) por medios de negociación política ha mostrado la escasa cultura democrática de los partidos gobernantes del país, así como el sesgo profundamente conservador del Estado español. El comportamiento excesivamente represivo del sistema judicial, por ejemplo, quedó reflejado en una serie de decisiones que no fueron ni replicadas ni aprobadas por los sistemas judiciales de otros países europeos, que rechazaron seguir los deseos de sus colegas españoles, los cuales solicitaban la devolución de los políticos independentistas que se exiliaron para escapar de las autoridades judiciales que los habían acusado de “rebelión”, siguiendo un criterio para apoyar dicha acusación que no fue compartido por los tribunales de los países europeos que tenían que ocuparse de esa devolución.
¿De dónde deriva el Estado español su imagen de profundo conservadurismo?
Como persona que ha visitado muchos centros académicos a los dos lados del Atlántico Norte durante los últimos años, coincido con el Sr. Borrell en cuanto a la percepción que en los mayores ambientes intelectuales europeos y norteamericanos se tiene sobre el Estado español y su escasa sensibilidad democrática. Tal percepción, sin embargo, antecede los hechos recientes que originaron el exilio voluntario de los políticos independentistas, aunque, sin lugar a dudas, tales eventos acentuaron todavía más dicha percepción. En realidad, es fácil de ver y documentar que existe una limitación muy marcada de cultura democrática entre las fuerzas conservadoras que han dominado el Estado español, como consecuencia de que tal Estado no es un Estado basado en una ruptura con el Estado dictatorial anterior sino en una transformación de aquel Estado, con una considerable apertura hacia las fuerzas democráticas bajo un marco, sin embargo, donde las derechas herederas del franquismo conservaron un gran poder –el mayoritario- sobre tal Estado.
Hoy tal sesgo profundamente conservador ha dejado un imprimátur fácilmente detectable tanto en la estructura como en el modus operandi de los distintos aparatos del Estado. En realidad, este imprimátur aparece claramente cuando se compara el comportamiento del Estado español con el de otros países democráticos a los dos lados del Atlántico Norte. El problema que existe en España es que no hay, sin embargo, plena conciencia ni en el establishment político-mediático español ni en la opinión mayoritaria del país de su enorme déficit democrático, que ha causado la pervivencia de los dos grandes problemas que continúan existiendo en España: el problema social y el problema llamado territorial. El primero se expresa en un gran retraso social, reflejado en el hecho de que España sea uno de los países con menor cantidad de recursos en las distintas dimensiones del Estado del Bienestar, retraso que es precisamente una consecuencia del gran déficit democrático del país (ver V. Navarro, El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias Anagrama, 2006). Todavía hoy, casi cuarenta años después del fin de la dictadura, España tiene uno de los gastos públicos sociales per cápita más bajos de la UE-15, el grupo de países de la UE de semejante nivel de riqueza que España.
El otro gran problema es el conflicto entre distintos territorios en España, consecuencia del enorme dominio que el nacionalismo borbónico uninacional, heredero del que dominó al régimen dictatorial anterior continúa teninendo en el Estado español. Como he indicado en otros escritos, los dos problemas responden a un hecho común: el enorme dominio de las fuerzas conservadoras (herederas de las fuerzas que gobernaron el régimen anterior) en el Estado actual, cuyo eje es la monarquía borbónica (ver V. Navarro, Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país. Anagrama, 2002). 
El déficit democrático aparece claramente en las instituciones representativas españolas
El enorme sesgo conservador de las instituciones del Estado monárquico favorece a las fuerzas conservadoras a costa de las fuerzas progresistas. La configuración de las instituciones representativas es un claro ejemplo de ello. El abusivo control por parte de las derechas más rancias del país (herederas de las fuerzas políticas dominantes durante la dictadura) del Senado (que tiene gran poder y responsabilidad, en la reproducción de una visión muy uninacional y uniforme centralista del conservadurismo español) es consecuencia de una ley electoral especialmente diseñada para que un partido heredero de la dictadura, con una minoría de votos, también tenga el control completo de tal cámara. Con tal mayoría (que no corresponde a una mayoría electoral) es imposible cambiar la visión uninacional de España, heredera del régimen anterior.
La constante llamada al respeto a la ley caracteriza la visión conservadora de lo que es democracia, ocultando que tal ley es sesgada a favor de sus intereses y en contra de los intereses de la mayoría de la población
Tal situación muestra el escaso respeto hacia la cultura democrática que un país auténticamente democrático debiera tener. Constantemente se hace referencia por parte de las fuerzas conservadoras a la necesaria obligatoriedad de la Ley, presentando sesgada y erróneamente el cumplimiento de la Ley (una Ley que sistemáticamente les favorece, como consecuencia del gran dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron en el proceso de transición de la dictadura a la democracia) como un indicador de pureza democrática. Este respeto a la Ley como característica del sistema democrático es un argumento profundamente conservador de limitada credibilidad como indicador de vocación democrática, pues es esta misma vocación la que puede exigir precisamente la desobediencia civil. Son los poderosos los que siempre utilizan la obediencia a la ley como un indicador de democracia. Ahora bien, lo que frecuentemente motiva las movilizaciones populares de protesta, como el movimiento de los pensionistas o el de las mujeres, es precisamente su profundo desacuerdo con las leyes (y/o los comportamientos que las sustentan) vigentes en el país, que consideran injustas al violar el espíritu democrático que debería alimentar al Estado.
Los dos grandes problemas que persisten en España –el social y el territorial- están claramente relacionados entre sí
He demostrado extensamente cómo el gran dominio de las derechas (repito, herederas de las fuerzas políticas que controlaban el Estado dictatorial) en el proceso de transición de la dictadura a la democracia ha sido la causa de las enormes insuficiencias de la democracia española, y de la pervivencia de los dos grandes problemas pendientes en España: el social y el territorial. La definición de aquel periodo como modélico (que la mayoría de los medios, dirigidos por El País y sus intelectuales como los Antonio Elorza, Santos Juliá, Javier Pradera y otros) era parte de un proceso de mitificación que ha dominado todo el periodo democrático, el cual ha sido parcialmente exitoso en el país, como resultado de la falta de diversidad de los medios (muy sesgados hacia los poderes conservadores). 
En esta presentación de la Transición como modélica, se intentó convencer a la población en España que el producto final de tal Transición había sido también modélico: la democracia española era homologable a cualquier otra democracia en la Unión Europea. Sin embargo, esta imagen  no  fue suficientemente aceptada en las instituciones progresistas europeas y norteamericanas. Existían miles de indicadores del enorme déficit democrático y social del país. Entre los primeros estaba el homenaje al dictador responsable de uno de los mayores números de asesinatos por motivaciones políticas, dictador que no hubiera triunfado sin el apoyo de Hitler y Mussolini. Sería impensable que un monumento semejante al Valle de los Caídos existiera en Alemania, Italia o Francia, que tuvieron regímenes semejantes al español durante los años treinta y principios de los cuarenta.
La historia tergiversada de España enseñada en las escuelas españolas
Dentro de España había, de nuevo, miles de indicadores de la pervivencia de una visión tergiversada de lo que había sido el pasado y el presente de este país. Y uno de los mayores escándalos, que también ha sido sujeto de desaprobación internacional, ha sido la historia enseñada en las escuelas tanto públicas como privadas en este país.
El profesor Enrique Javier Díez Gutiérrez, de la Universidad de León, coordinador del estudio La mejoría democrática de la escuela, ha documentado el grado de tergiversación que existe en la enseñanza de lo que se llama Guerra Civil y la dictadura que el golpe militar impuso. El máximo cambio de tal tergiversación ha sido cambiar la versión promovida por el dictador que definía a los “nacionales” como los buenos y a los republicanos como los malos, a otra en la que no había ni buenos ni malos pues los dos bandos hicieron cosas buenas y malas. Esta equidistancia moral sirvió y continúa sirviendo como un llamamiento a la reconciliación de los dos bandos de una lucha que se considera “fratricida”.
Uno de los problemas con tal supuesta equidistancia moral es que la historia real de España es más conocida fuera que no dentro de España. La llamada Guerra Civil fue predominantemente una lucha de clases (concepto prácticamente prohibido “en el lenguaje oficial del país”) en la que las élites gobernantes y dominantes (cuyos intereses derivaban de la propiedad de los mayores medios de producción), afectados por las reformas redistributivas de las izquierdas gobernantes, dieron un golpe militar apoyados por las fuerzas militares alemanas y fascistas italianas, que impusieron una de las dictaduras más sanguinarias que hayan existido en la Europa occidental en el siglo XX. Según el profesor Malefakis, experto en el fascismo europeo, por cada asesinato político que cometió Mussolini, el régimen liderado por Franco cometió 10.000 (!!). La dictadura fue una dictadura de clase en la que hubo un maridaje y complicidad del mundo empresarial con el Estado en contra del mundo del trabajo. El origen del déficit democrático, del déficit social y de la extendida corrupción del Estado es precisamente esta complicidad de aquel Estado con el mundo empresarial, que continúa en el Estado actual aun cuando tal maridaje y complicidad es menos visible, menos grosera y menos intensa que durante la dictadura, aunque todavía persiste de una manera clara como hechos recientes han demostrado.
Nada de esto se explica en las escuelas públicas, en un intento por ocultar la realidad de un conflicto en el que se asume una equidistancia moral de las dos partes. Ello es consecuencia, en parte, de que la estructura de poder del Estado la ocupan los descendientes del lado golpista. Y ni que decir tiene que todo el aparato mediático (incluyendo a la mayoría del académico) se ha movilizado para diluir la percepción del golpe militar y la dictadura que estableció como fascistas, habiendo llegado a decirse incluso que la Falange no era un partido de inspiración fascista, y ello a pesar de las propias declaraciones de su fundador, José Antonio Primo de Rivera, cuyo cadáver es homenajeado al lado del Caudillo en el Valle de los Caídos (ver V. Navarro, Franquismo o fascismo, Público, 09.07.13).
La llamada Guerra Civil fue, además de una lucha de clases, una lucha entre dos visiones del Estado Español, la borbónica y uninacional y la republicana plurinacional
El Estado borbónico actual es continuador de los Estados anteriores borbónicos, pues su ideología es intrínseca en el Estado español, un Estado uninacional que nunca ha permitido la plurinacionalidad, considerando esta otra versión como la anti España. Esta mentalidad está imbuida de la visión conservadora de lo que es España, y que constituye el eje del nacionalismo españolista. Frente a ella, la versión republicana fue la que abrió la posibilidad de otra versión de España que surgió más de la periferia que no del centro de España. El Presidente Companys de la Generalitat de Catalunya, por ejemplo, fue y se sentía español, pero con una concepción distinta de lo que era España, una España respetuosa con la diversidad.
Lejos de ser el independentista que los independentistas actuales en Catalunya lo presentan, el Presidente Companys, se sentía español, dirigió una revista llamada la Nueva España, y era sumamente popular en el resto de España. Su salida de la cárcel en Cádiz, y vuelta a Barcelona, le forzó a pararse en varias estaciones a lo largo de su itinerario a fin de responder a grandes manifestaciones de estima y aprecio. El Presidente Companys siempre terminó con el grito de ¡Visca Catalunya y visca la República!, siendo la bandera republicana la que siempre acompañó a la bandera catalana, la Senyera.
Esta visión plurinacional apareció de nuevo durante la dictadura en la resistencia antifranquista liderada por las izquierdas. Era una lucha por otra España distinta y opuesta a la España uninacional y borbónica, la España plurinacional y republicana. Y tanto el PSOE como el PCE aceptaron esta plurinacionalidad con el respeto a la autodeterminación para los distintos pueblos y naciones de España. Y es esta realidad, la de la lucha contra la dictadura y ahora contra sus herederos, lo que hizo posible hace unas semanas la alianza de las izquierdas con los nacionalismos periféricos, la cual permitió echar del poder a la derecha heredera de la dictadura. Ni que decir tiene que esta visión será rechazada y opuesta (utilizando la expresión que utiliza Josep Borrell) “por las carpetovetónicas actitudes de la España unitaria de matriz castellana que se niega a sacar las consecuencias de la diversidad, (…) actitudes que están contribuyendo a agravar las grietas que amenazan la estabilidad del territorio español”. Es bien conocido que el gobierno español liderado por el Sr. Rajoy fue la principal causa del crecimiento del secesionismo en Catalunya.
Y también tendrá la oposición de algunas voces dominantes del secesionismo catalán, que continuarán reproduciendo la imagen de una España incambiable y reaccionaria, ignorando los cambios tan notables que están ocurriendo a lo largo del territorio español motivados por fuerzas republicanas que conjugan su vocación transformadora –tanto en el área social como en el área nacional- con la lucha para conseguir una España justa, democrática y plurinacional, unida por la voluntad y no por la fuerza. Pero para conseguir esto no puede forzarse a la población, imponiendo soluciones unilaterales que no tienen el apoyo popular. Los que se oponen al modelo actual del Estado no pueden utilizar los mismos medios que este, pues si así lo hacen pierden cualquier credibilidad para llamarse demócratas. Esto es lo que está pasando ahora en Catalunya. Así de claro.

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