jueves, 14 de junio de 2018

La virtud de dimitir


El caso Huerta nos ha pasado el primer examen del vértigo y del acoso de una realidad patológica crionificada y tóxica, de un sistema corrupto y encorsetado entre hipocresía y cinismo, retruécanos y absurdos, haciendo de esa realidad una mascarada continua. Despreciable e ineludible. 
Se decía en mi infancia que quien con niños se duerme, cagado amanece. Pues eso es lo que padecemos de contínuo en doble versión. Porque no solo  se trata de la inmadurez de los niños, de los poco expertos por su poca edad y experiencia, sino, sobre todo de la incontinenencia recalentada de los expertos en torpezas como son los vejestorios resabiados de la impolítica. 
España se debate entre las heces frescas y las resecas con pedigrí más que probado en corrupción inagotable, desde  cuya plataforma de putrefacciones es un milagro resultar incólumes hasta con la mejor disposición y mayor transparencia. En este lodazal es prácticamente imposible no salir salpicados por mera proximidad accidental, por el fango reinante, empezando por la misma familia real y acabando por las infinitas financiaciaciones en B  de lo que sea. No es ya solo el manoseo y el timo con los dineros, es que ese fenómeno pirañesco, precisamente no es la causa, como parece, sino el resultado de una corrupción "natural", intrínseca, sociológica, extensa y hasta bendecida, sin límites ni fronteras; tan espontánea y familiar como respirar. Es como un prisma de mil caras cambiantes, pero en el fondo siempre la misma jeta repetida en un holograma interminable, como paradigma de lo más cutre, como una idea platónica degenerada y corrompida con vida propia. Reina absoluta de la caverna. Y así nos va.

Acaso este modelo de  banalidad del mal comience en el ejemplo de vida que se percibe en esta sociedad desde la infancia, en el que es mucho más importante la apariencia de lo que se ve que la sustancia y el significado real de lo visto. Se valora muchísimo más la imaginería, el rebombori com és diu a València, el aspecto, la impresión, la idea que nos hacemos de los demás y la de uno mismo, que se desea imprimir en los demás; el patinazo siempre  consiste en dejar de lado la sustancia, que  tantas veces, por sistema ni está ni se la espera. Entonces sobre ese plano insustancial de lo exclusivamente aparente se elabora una corteza de experiencia fútil, que, como es obvio, será insustancial y hueca. Banal y vanofacturada. Por ello, suelen ser la decepción y el descontento frustrante el resultado lógico de cada hazaña cognitiva. ¿A qué agarrarse, entonces, para no hudirse en el desaliento de vivir como interino, hilvanado con uno mismo entre  sombras chinescas, siempre en la cuerda floja de la desilusión constante, como un pinchaglobos con muy mala leche? El resultado es siempre el mismo: pasar de la euforia al batacazo y quedarse en el batacazo bien anclados para no darse otra leche en la próxima ocasión. Así lo escéptico deriva en lo amargo y lo amargo en la costumbre de lo enfurruñado, luego se alcanza el cansancio  que desemboca en el mar espeso de la indiferencia del "todos son iguales" que nos convierte en apetitosa tierra de nadie a disposición del fango subliminal de la manipulación...Y ya tenemos la desalma mater para que un pp y un falso psoe se con-fundan en un engendro como C's hasta remover la serpiente del fascismo muerto y desenterrado como los zombis y las momias. Hasta que la grisidad se hace insoportable, el olvido va ganando terreno en la mediocridad destructiva, entonces se intenta el cambio, vuelve la misma "ilusión", en vez de construirse la nueva regeneración. 
Hasta ahora ésa había sido la dinámica enrarecida de que hemos estado disfrutando como sociedad modelo de trapicheo plurinacional en potencia, nunca en acto.  Porque ponerla en acto es delito mientras la Constitución no se adapte al siglo XXI, a las nuevas corrientes de la vida  y a la nueva visión social que desde 2011 está cambiando el mundo, incluidas ls Españas. Los anticapitalistas,profesores Laval y Dardot lo  analizan y diagnostican estupendamente en su obra conjunta "La Nueva Razón del Mundo". Lástima que Màxim Huerta sea más fan de Ana Rosa y de sus propias novelas  instagrámicas que de ellos. Afortunadamente en la transparencia de la democracia, para corregir y graduar adecuademente errores de visión y cambiar las  lentes está la óptica de la dimisión. Un remedio limpio como el agua clara y que es la prueba del algodó, que revalida y honra al nuevo Gobierno como oscurece y deja en ridículo a quienes han intentado enlodarlo y lo único que han hecho ha sido revalidarlo en decencia y honestidad. 

Ya no se trata de que no haya fraude, ni siquiera de que uno se arrepienta públicamente de sus trajines poco claros de hace diez años y haya pagado toda deuda hasta el último céntimo reclamado por Hacienda. No es eso, es simplemente que el listón de la honestidad de los gestores públicos del estado, querido pp, DEBE ESTAR SIEMPRE EN EL PICO MÁS ALTO DE LA EXIGENCIA EN LA MORAL PÚBLICA Y PRIVADA Y SI ESE NIVEL NO SE ALCANZA HAY QUE DIMITIR.
Se supone que ahora se comprenderá mejor que en Reino Unido, Alemania o Suecia, se dimita por cosas, tan poco relevantes en la España masterland, como haber copiado fragmentos de una tesis doctoral hace 35 años. Como esa circunstancia para los ciudadanos con menos responsabilidad gestora no es lo normal, no se le concede importancia al hecho de las irregularides que son solventables con una multa o una corrección, y ya está. Pero en realidad eso no basta como garantía de competencias éticas a la hora de gestionar asuntos públicos, que repercutirán en millones personas.
Si un ministro consideró, cuando no era ministro, que evadir impuestos no es delito, significa simplemente que debe dejar de ser ministro en cuanto esa evidencia se manifiesta como un hecho palpable y confirmado por los tribunales, igual que un presidente de Gobierno que lleva seis años defendiendo desde la  presidencia a  capa y espada la corrupción como lo más normal del mundo,  debería de haber sido obligado a dimitir por su conciencia en primer lugar o  ausencia de la misma, expulsado por el Parlamento y la Ley, que es exactamente lo que acaba de pasar hace unos días, gracias  a la moción de censura.
Acusar a Pedro Sánchez del "pecado" de colocar el listón de la decencia demasiado alto, como ayer se escuchaba y se leía en los medios, es el colmo de la zafiedad y de la irresponsabilidad de políticos y periodistas. No debería ser esa su preocupación de lenguaraces con las neuronas bajo mínimos, sino otra mucho mucho más grave y de peso: que la honestidad en alto grado se considere una exageración  o una manía estrambótica del nuevo presidente como  requisito político a la hora de gobernar. 
En ese tema no es la primera vez que Pedro Sánchez coloca alto el listón. Ya lo hizo en el caso de Tomás Gómez, al que echó sin contemplaciones de su cargo (tal vez entonces le faltó compaginar la democracia interna del partido y contar con la ejecutiva antes de tomar aquella decisión, que no debería haber sido unilateral en un partido demócrata) porque Gómez se había negado a dimitir, tras haberse hecho pública su participación en un asunto de irregularidades financieras y administrativas en la gestión del transporte público en Parla, como también fue expulsada de IU Tania Sánchez por prevaricación en el ayuntamiento donde era concejala.
En temas tan decisivos, delicados y básicos como la moral política y la impecabilidad de los principios éticos, todas las garantías y exigencias son pocas, porque en ello nos va la vida colectiva decente y el crédito, nacional  e internacional, como democracia y la credibilidad social, o sea, política. Es imposible hacer una construcción sólida con materiales de pésima calidad. A las primeras lluvias se derrumbará el edificio. Por eso mismo, Huerta no ha pasado la ITV. Y Pedro Sánchez ha sido justo para informarse, dialogar y ante la evidencia que ha confirmado la verdad de los hechos, hacer que dimita el ministro inadecuado para desempeñar sus funciones sin llevar sobre su cabeza la espada de Damocles de una historia no deseable e incluso perjudicial, especialmente con un pp de fondo perdido, como contraste de indecencias y ejemplos deplorables, como ya nos ha saturado con su circo de mangantes, yéndose day by day de banquillos y juzgados  como de tapas y vinos.

Es muy sano que España tenga, al menos, una izquierda de sensibilidad tan despierta también en estos temas, que son fundamentales para crear pedagogía y verdadera educación ciudadana. Ya vimos con el viejo Psoe que las heridas por corrupción que se producen desde la izquierda, a la sociedad le duelen y  le afectan mucho más que las de la derecha, precisamente por la diferencia de altura de los listones. Del fascismo y sus mil caras acomodaticias, se espera lo peor, pero de una izquierda  socialista nacida de una conciencia impecable como las de Pablo Iglesias, Fernández de los Ríos, Fiedrich Engels, Karl Marx o Anatonio Gramsci, se espera justicia, igualdad, transparencia, empatía, decencia, solidaridad y buenos sentimientos en lo público y en lo privado. Es decir, una coherencia que para la derecha es como hablar en sánscrito, pero en al ala izquierda de la conciencia colectiva es el oxígeno para respirar.

Qué chocante resulta este marujismo tremendista de los medios y los enteros. Es aparecer el panfleto mediático y saltar a coro como fieras sobre la presa, sobre los indicios, sobre la sensación en la audiencia, y sobre el árbol caído, claro, hasta convertirlo en leña, y para colmo, en este caso, con la colaboración extraordinaria del propio árbol derribado, que se defiende inútilmente en vez de admitir sin atenuantes y con dignidad, que nunca debió aceptar la oferta de Pedro Sánchez por el mismo motivo por el que ahora es apartado de un un encargo para el que no da la talla ética, y la prueba es que no ve obstáculo en que su caso no sea adecuado para la gestión pública; (Máxim, carinyet, no olvides en tus justificaciones, que no habría jauría disponible contra ti, si previamente no hubiera habido carnaza con fundamento).
Es una pena que Huerta haya reaccionado a las acusaciones con la misma falta de conciencia  con que se equivocó cuando en aquel tiempo metió la pata y que su fallo actual siga siendo el mismo de entonces, eso significa que  ni siquiera  aquel suceso consiguió hacerle comprender la gravedad insolidaria que supone la evasión de impuestos, no para Hacienda que solo es una herramienta sino para el bien común y el agravio comparativo a sus conciudadanos que sí pagan hasta el último céntimo, ganando con toda seguridad bastante menos que él. 
Es ahí donde el pp en sus críticas debería aplicarse el mismo rasero que ahora exige a Màxim Huerta. No es precisamente el pp un Rey Salomón y el Libro de la Sabiduría hecha carne, sino más bien una cueva de ladrones y filibusteros listillos e intrigantes, sin escrúpulos, pero  muy poco inteligentes, además, que con sus denuncias a terceros, mucho menos chorizos en cantidad y gravedad que ellos, lo único que hacen no es poner el ventilador sobre los demás como pretenden sino  ser incapaces de apartarlo de ellos mismos, con el añadido de  ponerse debajo de un foco enorme que alumbra y señala la basura que aún no han sacado de casa y que sigue apestando el estado por los cuatro puntos cardinales, mientras la Justicia va sacando basura a esppuertas de la fosa sépptica.


Quede meridiano que la dimisión jamás es una mala noticia en una verdadera democracia, sino el colectivo suspiro de alivio de una sociedad que madura, consciente y responsable de sí misma, que desea sanarse de la peor historia, cuando comprueba que su código ético es el valuarte de su estabilidad política y social. Su certificado puntual como Estado de Derecho. Ojalá dimitan todos los implicados en indecencias "legales" que siguen aferrados al enjuague y pululando tanto por Génova como por Ferraz, (el Psoe será socialista de verdad cuando González , Guerra, Narcís Serra y demás fauna, devuelvan sus carnets porque ya no se identifican con ese partido tan rojazo, tan plurinacional y con listones cada vez más inalcazables para esa élite giratoria et bonvivant),  con toda imppunidad genovesa y a los que tendrá que ser la Justicia la que les obligue, cuando llegue el caso y si es que no han caducado los delitos como los yogures,  a ir a la cárcel y/o a devolver hasta el último céntimo  de sus botines repartidos por el mundo.¡Eso sería to much!

Por ahora nos conformamos encantadas con un Gobierno decente y que nos dure lo necesario para cancelar el estado de desecho desde sus raíces e implantar la honestidad democrática y la justicia igualitaria como camino.

Todo se andará. Eso seguro.



Postdata
No quiero terminar este post sin recordarle a Podemos, que está muy bien y es un deber de primera línea ética  pedir coherencia ética al nuevo gobierno pero que no se olvide de que entre sus filas mantiene a una Màxim Huertas como diputada: Tania Sánchez, expulsada de IU por prevaricar en el ayuntamiento de Rivas y que se apalancó en Podemos y ahí se ha quedado como comparsa de Errejón en la Comunidad de Madrid. Camuflada de lagarterana y chupando sueldo de los presupuestos del estado, como porfesional  sine die de la política. Alegan que no es delito lo que hizo, pero esa razón no es válida desde la moral pública ni desde el código ético de Podemos. Tampoco los votos favorables al casoplón de Montero e Iglesias pueden ser un aval a tutiplén para saltarse el código ético que Podemos se dió a si mismo en 2014, y ratificó en Vista Alegre I.

 Si Podemos sigue en ese plan, se desautorizará por completo cada día más, lo iréis viendo, como herramienta reivindicadora de honestidad coherente y será el  Psoe el que  haga el sorpasso. Con eso perdemos todos. La sociedad necesita una plataforma progresista social limpia como IU, Equo, En Comú Catalunya y Compromís. De momento Podemos no alcanza el nivel de sus compañeros de coalición, mientras el amiguismo se interprete como eficiencia y excepción. Sepa Podemos que esto lo desautoriza como portavoz ciuddano y perjudica a toda la coalición.
Luego no os quejéis

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