lunes, 25 de junio de 2018

Este artículo es una buena herramienta para el análisis. Leerlo con atención puede ayudar a descubrir las modalidades de trampas que conviven con nosotros envueltas en liberalismo controlador desde lo invisible y los medios, al estilo de la novela orwelliana de anticipación "1984",como en un anticapitalismo deforme y sin alma a la altura de la granja de Orwell, de la que solo se podía escapar por la rebelión de los animales cuando se hacían conscientes de su situación. Es impresionante la clarividente lucidez del novelista y pensador, describiendo en los años 40 del siglo XX lo que estamos experimentando en la primera mitad del siglo XXI

Pobres: del bienestar a la caridad

La gestión neoliberal de la pobreza

Como recuerda Mark Fisher, la narrativa terapéutica de la autorresponsabilidad heroica es el último recurso personal en un mundo en el que las instituciones ya no garantizan seguridad alguna
Paco Roda

Malagón
20 de Junio de 2018
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas (info@ctxt.es).

1. Los datos de la vergüenza
La “marca” España tiene su contraportada. Una lista llena de números rojos. Son los números más vergonzantes que un Estado que alardea de social pueda presentar. Quizás por eso se obvian, se maquillan, se ignoran o incluso se banalizan. Pero están ahí. Son los números de la pobreza, la exclusión, el paro, la tasa de protección por desempleo, la pobreza infantil o la calidad de sus Servicios Sociales. Estos números bailan al compás de una crisis que se iniciara en 2008 y cuyo final algunos certifican, mientras otros, los muchos, continúan padeciendo. Y son esos números los que desafían los discursos hegemónicos de la clase política gobernante y el establishment mediático. Y es que en España malviven 10,2 millones de personas con una renta por debajo del umbral de la pobreza. Eso representa una tasa de pobreza del 22,3%. Solo Rumania y Bulgaria son más pobres. España padece una epidemia de paro que llega al 18,9%. Casi tres millones de personas viven con 11,4 euros al día. Como en Angola y Bielorrusia. Más del 60% de la población española tiene dificultades para llegar a fin de mes y solo el 54% de quienes se apuntan al paro perciben algún tipo de ingreso por desempleo. La renta del empleo empeora, es decir se trabaja más desde el 2012, de hecho, los beneficios empresariales se han disparado desde entonces hasta el 200,7%, pero el coste salarial apenas ha aumentado un 0,6%. Y las mujeres se llevan la peor parte, ya que suponen el 58% de las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Siete de cada diez personas que reciben los salarios más bajos son mujeres. Ellas cobran hasta un 14% menos que los hombres. Y también la juventud que logra acceder a un empleo comprueba cómo su sueldo anual es un 33% inferior respecto al de 2008.
Estos datos, por si solos, no dicen nada. Se han banalizado. Pero son arte y parte de una estrategia, de una gobernanza y de una política austericida iniciada en 2008 que se activó como consecuencia de una crisis mundial autogenerada con la intención de inaugurar una nueva manera de gobernar y gestionar el mundo.

2. El discurso neoliberal de la pobreza
Ser pobre hoy tiene un alto precio personal que se paga muy caro en el mercado del estigma asignado. Ser precario o precaria, trabajadora pobre o excluido del circuito del consumo y la normalización social no es solo una situación vivida y padecida, es también una realidad interpretada y etiquetada por el poder, que se encarga de diseñar dispositivos ideológicos y argumentales para hacer digerible y amable el discurso en torno a la pobreza y la exclusión.
Y es que no solo la crisis ha cambiado o reformulado el discurso sobre la pobreza, el desempleo, la precariedad o la exclusión social. No solo han cambiado sus ecos y sus resonancias sociales. También el discurso político y económico, que justifica la crisis y la reproduce, ha creado un nuevo sujeto social perfectamente adaptado a esta nueva situación. Un sujeto que, además de padecer una grave crisis de individualidad, ahora se autoinculpa de su situación personal y social. Ahora este sujeto tiene una noción de sí mismo y de su experiencia vital moralmente reprochable. Obsérvese al desempleado o el usuario de los servicios sociales que acude a éstos para solicitar un subsidio o prestación económica. No sólo evidencia una situación de precariedad o exclusión social, consecuencia de una estructura social desigual que raramente es observada o identificada por los profesionales que le atienden; incorpora además un juicio moral sobre sí mismo y así es evaluado. La crisis económica ha agudizado la individualización de las conductas hasta el paroxismo, pero no como un profiláctico ante la misma al estilo sálvese quien pueda, que también, sino como herramienta del poder. Y esto tiene que ver con el concepto denominado “gobierno de las voluntades” que vendría a ser algo así como las prácticas y los discursos centrados en el control de las conductas y los pensamientos de la gente con el objeto de conseguir que la propia ocupación y la propia manera de estar en el mundo y enfrentar la realidad, por dura que sea, refuerce el control del Estado, exculpe a éste de toda responsabilidad y justifique la inviabilidad natural de alterar el orden de las cosas. Como bien recuerda Mark Fisher, la narrativa terapéutica de la autorresponsabilidad heroica es el último recurso personal en un mundo en el que las instituciones ya no garantizan seguridad alguna.

3. Políticas sociales y neoliberalismo: de la protección al castigo
Dos grandes teóricos europeos nos ayudan a interpretar estas derivas, a encontrarle sentido a esta nueva gobernanza y autogobernanza ante la adversidad. Por un lado, Loïc Wacquant con su obra Castigar a los pobres incide en un nuevo gobierno de inseguridad social encaminado a modificar los desajustes sociales provocados por la desregularización de la crisis económica y la reconversión del bienestar. Por otro lado, Maurizio Lazzarato en La fábrica del hombre endeudado, reclama que “la deuda sirve para disciplinar a las personas, pues no se trata sólo de un problema contable, sino que tiene una dimensión más profunda, en la que convergen elementos morales, políticos y estratégicos”.
Y es que el neoliberalismo no es solo una ideología aséptica o un sistema segregatorio de acumulación del capital; es una herramienta de dominación y de autodominación personal y social. Porque el actual capitalismo es una picadora de carne que no sería nada sin nuestra activa colaboración. Y para ello se han articulado estrategias que transversalizan todos los sistemas sociales, económicos, culturales o políticos. Nos detendremos en los sistemas de protección social. Y es que desde hace tiempo las políticas públicas patologizan e individualizan aquellas biografías, itinerarios o sucesos que escapan a los procesos de normativización y normalización social. El sistema de salud y el de los servicios sociales victimizan los procesos personales haciendo creer al sujeto que él es el culpable de su situación. Reconversiones, paro de larga intensidad, precariedad laboral, exclusión social, pobreza endémica, divorcios, estrés, ansiedad, se envuelven en nuevas categorías gnoseológicas que explican los nuevos problemas sociales, problemas por otra parte absolutamente despolitizados en su origen, análisis y significado. Por ejemplo, los Servicios Sociales han inventado herramientas de normativización social como la Búsqueda Activa de Empleo, los acuerdos de incorporación, el itinerario de inserción y otras lindezas técnico-burocráticas, descontextualizadas de la realidad social en las que los sujetos victimizados y desautorizados se ven obligados a desprenderse de su protagonismo histórico. Ya no interesan las causas que han generado esas biografías de la pobreza, el abandono o la desesperación, como si los sujetos hubiesen elegido su propia miseria. Nada se opina sobre las condiciones y relaciones laborales, sociales, familiares, patriarcales, sexistas o de dominación. Nada sobre la inseguridad, las infraviviendas, los salarios parciales, los talleres ilegales y las múltiples formas de explotación invisible. Nada. Como si sólo nos interesara asistencializar a quienes van a la deriva, a quienes no asimilan su naufragio voluntario.

4. Gestión de la pobreza: la redención del pobre
Mientras la clase corrupta sale inmune de sus tropelías, los pobres se ven obligados a sentarse a diario ante el tribunal del Santo Estigma. Y no es una exageración. Una especie de culpabilización colectiva les obliga a rendir cuentas por su propia pobreza. A ser investigados por cobrar –los que cobran–, por percibir las ayudas que reciben: paro, subsidios de todo tipo y rentas garantizadas o rentas de inserción. A decir donde están, donde viven, con quién, donde están empadronados, si viajan o no, si salen del país o no, si se casan, se juntan o si les toca la lotería. En definitiva, un control de la propia subjetividad que ya anunciara Foucault el siglo pasado. La pobreza también tiene su propia gestión neoliberal. Una gestión que recorre de forma transversal casi todos los dispositivos de los sistemas de protección social, especialmente los de Empleo y Servicios Sociales.
Porque es aquí, en la cola del paro, en la ventanilla del desempleo o en las oficinas de los Servicios Sociales y en sus dispositivos de acompañamiento, acogida, orientación y prestación de ayudas económicas donde se han implementado dinámicas neoliberales de atención y control de la ciudadanía. Control que se realiza a través de herramientas formativas, de acompañamiento o enmarcadas en las denominadas políticas de activación y la autogobernanza amparada por el falso mito de la autonomía personal o la ilusoria empleabilidad. Muchos trabajadores pobres, precarios y precarias, subsidiados y desempleadas recorren las oficinas del SEPE y cuando no reciben ayuda aquí –hay que recordar que 1.200.000 parados no perciben ninguna prestación– acaban en los Servicios Sociales demandando Renta Garantizada. Uno de los principales dispositivos de lucha contra la exclusión social son los programas de Rentas Mínimas de Inserción cuyos destinatarios son personas con ingresos por debajo del umbral de la pobreza, trabajadores y trabajadoras pobres. Estos programas contienen dos elementos: un ingreso económico mensual que varía en función de cada Comunidad Autónoma y un Itinerario Personalizado de Incorporación Social, título rumboso donde los haya para denominar un contrato entre la administración pública y la persona beneficiaria donde se pactan una serie de acciones para favorecer la supuesta inserción social a cambio de la prestación recibida. Y en estas prácticas es donde las tecnologías del yo hacen su aparición en forma de herramientas de control y dinamización neoliberal basadas en la pedagogía del déficit. Ese ese sujeto intervenido es considerado huérfano de habilidades, actitudes, aptitudes o capacidades socio personales para enfrentarse a la adversidad de su existencia. Y así nos inventamos, al amparo de directrices europeas, una serie de dinámicas que intercambiamos desde los servicios de empleo y servicios sociales con la ciudadanía más precaria. Pero nada de hablar de la estructura económica que ha generado esa desigualdad y esa exclusión del empleo. De lo que se trata es de activar herramientas que responsabilicen al sujeto, que asuma su propio desclasamiento interior y lo reactive a través de tecnologías redentoras.
La formación se configura, así, como un mito, un estadio al que llegar. Sin formación no hay paraíso, aunque el paraíso ya no exista. Y es que en los distintos programas de activación para el empleo destinados a la población desempleada y a la población que está protocolizada y monitorizada por los Servicios Sociales, la formación actúa como motor de cambio. Y esto es lo que se vende a los pobres y desempleados como productos de salvación: cursos de formación pre laboral, de formación profesional, cursos para elaborar un currículum o cómo abordar una entrevista de trabajo, aunque sea precario, o la búsqueda activa de empleo, como si los sujetos estuvieran infantilizados para tal fin, o de habilidades sociales, personales y actitudinales. O incluso para mejorar la autoestima, cuando la autoestima no se mejora si no es con un empleo digno y una resocialización igualitaria, o de habilidades sociales, como si una no las hubiera demostrado antes para soportar esa pobreza o precariedad que padece. Y el colmo es la oferta de los cursos de inteligencia emocional entendidos como recurso reparador y redentor de nuestra situación, como si los culpables del desempleo fueran fuerzas internas que haya que gestionar emocionalmente pero no políticamente.

5. Sobredosis de solidaridad social que no repara el déficit de igualdad
Frente al descalabro de los sistemas públicos de protección social, frente a la saña de los recortes en los principales seguros vitales que nos han proporcionado más o menos seguridad ante la adversidad, frente al acoso y derribo de lo público como estructura de protección; no pocos colectivos civiles y religiosos, oenegés, entidades privadas de solidaridad con y sin ánimo de lucro y grupos ciudadanos de variada tipología, han izado la bandera de la desigualdad y la pobreza como formas de solidaridad redencionista. Numerosas iniciativas sociales y de apoyo mutuo tratan de salvar a la gente de los desahucios, de la pobreza, del frío, del hambre, de los cortes de agua y luz, de la precariedad y la carencia de las necesidades más básicas. Prácticas todas ellas loables, de reconocida solvencia solidaria, de gran reconocimiento social, pero que sigilosamente se formalizan como desplazamientos de las formas de distribución garantistas procedentes de los sistemas públicos. Como si los sistemas públicos, invisibilizados y descapitalizados, por no decir despolitizados, fueran incapaces de abordar este socavón social creado por la crisis. Y esto tiene efectos secundarios de obligada lectura. Los medios de comunicación al servicio de la ideología neoliberal dominante están fabricando un discurso tras el cual ese tercer sector de carácter benéfico es presentado como el único actor posible para responder a las situaciones de emergencia, pobreza y precariedad generalizada. Y eso provoca, no ya una desconfianza en los sistemas públicos, ultrajados como ineficaces por la ideología neoliberal, sino algo mucho peor: su retirada simbólica del imaginario colectivo como correctores de las desigualdades. De ahí a aceptar la caridad bien entendida y la beneficencia intensiva como únicas posibilidades para salir de la ciénaga vital, va solamente un paso: la aceptación merecida de la pérdida de ciudadanía reconvertida ahora en un sucedáneo de ciudadanía premiada con prestaciones graciables.
Pero la cuestión de fondo es cómo esa ingente sobredosis e inflación de solidaridad horizontal entre iguales se está convirtiendo, por acción u omisión de los sistemas públicos de protección ultrajados y descapitalizados, en la estrategia dirigida e invisibilizada de la nueva gestión neoliberal de la pobreza. Porque esta instauración de la caridad privada, la que nos sale del alma, con vocación social y aceptada como un valor innato de la gente a pie de obra y voluntarios de todo tipo y condición, está contribuyendo al apuntalamiento discursivo del final del estado social y democrático de derecho. Porque esa caridad bien entendida rompe, a sabiendas o no, con el principio de igualdad vital en democracia social. Cuesta decirlo, pero en esto también, como dice Marta Sanz, los que creen que no forman parte del discurso dominante cada día lo apuntalan más.

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Desolador panorama y una descripción metódica del desalojo de la conciencia. Lo que queda al acabar la lectura de este artículo es el sabor de la desesperanza y del declive de la especie humana como final de temporada entrópica.

Lo que el autor llama "caridad" se corresponde con el mismo pensamiento del catolicismo, tan lejos como el capitalismo, del factor humano. Ya que ambos sistemas tienen la misma base antropológica que los imperios. Al parecer el autor tampoco ha trascendido el concepto maquineto de ese estado-negocio, tanto a la derecha como a la izquierda, (la deshumanización no es ideológica sino metódica) que solo funciona desde los prejuicios y lejos de la realidad vital. Ese hombre que escribe estos argumentos no ha pasado hambre ni necesidades angustiosas por carencia de lo fundamental. Ese hombre seguramente escribe desde su mesa de trabajo, cómodamente, analizando con microscopio y demoscopia la realidad diaria como se analiza la bolsa y sus vaivenes, pegado al móvil, a  los datos del frío y lejos de cualquier riesgo contaminador de humanidad. Se huele hasta en la distancia.

1) Es evidente que la solución "caritativa" y lava remordimientos, como institución de remiendos sociales es una chapuza y una miseria, derivada de las heridas causadas por el capitalismo histórico y su crueldad.

2) Es evidente que el capitalismo es una enfermedad social que produce como resultado una sociopatía egocéntrica galopante y contagiosa.

3) Es evidente que ambas especialidades son causantes de un estropicio masivo en la humanidad, la una como causa y la otra como remedio.

4) También es evidente que las soluciones a las injusticias y desigualdades atroces no se han logrado implementar hasta ahora de un modo eficaz  y mucho menos universal, -si exceptuamos el estado de Buthan, que al parecer es el único que ha conseguido en el Planeta instaurar un PIB real y constatable, de  felicidad colectiva e individual, lo cual es un alivio, que nos permite tener esperanza en nuestra especie-, sino que se bambolean por el mundo entre vientos y mareas, guerras, abusos, mentiras, corrupciones y una insensibilización progresiva y extenuante que amenaza con liquidar la capacidad de reacción ante lo monstruoso y la histerización inestable y desequilibrada de las emociones incendiarias, mientras las conciencias se van despertando o atrofiándose y disociándose, en paralelo.

5) Esa dinámica del desajuste nos arrastra, si no despertamos a tiempo, a hundirnos en situaciones igualmente inhumanas por exceso que por defecto. Monstruosa es la indiferencia hacia nuestros hermanos de especie tanto por centrarse en el dinero y los intereses personales por encima de todo, como la delegación y el abandono autómata de la empatía en la máquina del estado para que con su entramado insensible y mecánico sustituya nuestros vínculos humanos interpersonales, en los que disfrutamos de la convivencia y del apoyo mutuo como medicina y terapias imprescindibles para no terminar convertidos en una parodia de nosotras mismas, en plan global.

6) Si la solidaridad se reduce a la limosna "caritativa" a cargo del estado y si la alternativa a esa "blandenguería" es el 'sálvese quién pueda forrarse a lo bestia', del capitalismo y su explotación desalmada, y si el apoyo mutuo de quienes despiertan y se asocian, crean observatorios sociales, centros como el EKO de Carabanchel, por ejemplo o como los ayuntamientos del cambio y de las CUPs catalanas, reivindican e implementan  otros métodos nuevos y creativos para un cambio en positivo  desde las bases, no basado en especulaciones teóricas ni en monsergas depresivas ,sino en la experiencia diaria del resurgir, del evitar desahucios y ayudar a recuperar la dignidad y la fuerza vital del hoy por ti y mañana por mí, que hace posible corrientes de participación en las instituciones que acaban por abrir brecha y producir los cambios imparables,  ¿qué solución ofrece el autor, qué alternativa? ¿el suicidio colectivo?

7) Para que el cambio social se produzca es necesaria, en primer lugar la toma de conciencia y eso no viene regalado, como no se aprende a nadar por correspondencia sino metiéndose en el agua hasta no hacer pie y moviéndose al mismo tiempo. Eso quiere decir que un estado sin ciudadanos solidarios entre sí, nunca será justo ni sano, ni agradable como para vivir en él, sino rígido, desconfiado, inhóspito, duro y psicópata, indiferente e insensible ante el dolor y los problemas connaturales a nuestra especie y al resto de la naturaleza, ya que estamos, lo queramos o no, inmersas en una evolución universal e inseparable, como lo están las células de los tejidos que componen entre todas, eso significa que las crisis de crecimiento y estancamiento que nos hacen pasarlo mal, porque aún no hemos sido capaces de descubrir y construir caminos comunes y más llevaderos, son connaturales a nuestra naturaleza, y que de nuestras actitudes dependerá la solución o el aniquilamiento. Para que esos procesos revolucionarios y/o resignados, no resulten fatales, está precisamente la capacidad humana de la cooperación, de la empatía, del poder colocarse en el lugar del otro hasta para entenderse uno mismo. Son esos vínculos humanizadores los que en realidad nos premiten avanzar y superar los peligros de nuestra misma ignorancia, de nuestra soberbia infantil llena de orgullo y satisfacciones miserables que confundimos con solemnes estupideces y rituales del supremacismo y la estupidez de las manadas de todo tipo. Tambien tan "intelectuales" como suicidas. 

8) Si llegase un día en que el ser humano fuese incapaz como especie de conmoverse ante el dolor de su próximo, prójimo, y capaz  de dejarle morir tirado en la calle si no hay disponible un estado y unas leyes capaces de evitar tal crimen, el ser humano habría muerto como tal. La ex-humanidad sería un ejército de zombis o de monstruos en el que sería terrorífico vegetar, porque vivir sería imposible sin conciencia ni capacidad para co-crear y compartir en cada momento lo que necesitamos, sobre todo en periodos difíciles, como éste, en  transición desde un plano maquinal impuesto por la alienación colectiva de un sistema inoculado por el lavado de cerebro colectivo a cargo de una oligarquía infiltrada en el tejido social, yendo hacia planos cognitivos y vitales más conscientes y liberadores, que no están hechos, ni prefabricados, sino que sólo se logran trabajando en común con el compromiso mutuo como factor consciente y creciente, en plan exponencial: cuanto más humanos somos y más lejos del automatismo nos vamos reconciendo, más logros y aptitudes desarrollaremos para seguir creando y regenerando nuestro entorno como hacemos con nosotros mismos. 

Es más, un estado justo, igualitario, libre, verdaderamente democrático y progresista, que sabe cómo gestionar acertademente hasta sus fallos para convertirlos en resiliencia, solo será posible si está formado por una mayoría de ciudadanos despiertos, solidarios, generosos, que dialogan y resuelven en vez de imponer sus teorías y castigar lo que no entienden, limpios de lodos, sin miedo ni prejuicios, pero éticos hasta las trancas y con una gran inteligencia colectiva capaz de comprender y dialogar, de poner en marcha sistemas abiertos co-responsables, educativos, prácticos, que no se aferren a dogmas inamovibles cuando esas 'verdades' están demostrando ser fatales para la mayoría, porque han caducado y las conciencias nuevas van por delante de lo viejuno, ya reducido a caspa, por eso casi nada funciona en él y todo se degrada rápidamente sin poder evitarlo. Esa dinámica requiere comprender que no es posible avanzar en un conflicto permanente de intereses, sermones y teorías que aplasta todo lo que  intenta nacer en otro plan más sano y facilitador. Como no es posible la vida en un campo de batalla donde se pelea sin tregua ni respiro y donde sólo se puede escapar o morir matando. 

Para evitar caer en ese estado mortal de necesidad, es urgente ir creando una nueva estructura social y racional-emotiva. Ir dejando en la biblioteca, con todo el respeto, los textos caducos cuya implementación nos conduce al desajuste e incluso al exterminio, por muy sagradas que en el pasado se hayan considerado sus lecciones, por la falta de experiencia, el miedo a avanzar en imaginación y propuestas si no vienen garantizadas por el aval de un éxito previo ( en España esa actitud es la clave de tanta mediocridad y de tanto fracaso en I+D+I) . Y eso significa que en el proceso encontraremos momentos muy difíciles de solventar, porque lo viejo ya no sirve y lo nuevo se está amasando y cociendo en el horno del presente y del futuro y aun no se puede comer. Nosotros mismos somos el resultado de ese tiempo periclitado y debemos aprovechar al máximo todo lo bueno que heredamos, especialmente, para no quedarnos atados a ello, y sin confundirlo con los detritus que esa herencia también nos ha dejado como residuos para reciclar y/o desechar.
En esta pasarela de tiempos, hay que sobrevivir y por eso la inteligencia colectiva va creando la solidaridad y su activismo, su tarea inmensa en la que combinar lo que necesitamos con el impulso creador de nuevas iniciativas, para poder llegar en grupos de ayuda a donde aún no pueden hacerlo las estructuras endurecidas y caducas del poder de los viejos estados petrificados en sus megalomanías supremacistas de ayer, que hoy son ya un estorbo y un grave problema ingestionable con las viejas herramientas, basadas en el poder y no en el servir, en el mandar y no en el cooperar, en la estrategia y las tácticas  cortoplacistas y no en la proximidad, la simbiosis, el diálogo y la cooperación. En el acaparar y controlar y no en el compartir y fluir juntos. En lucha devastadora, competitividad y rivalidades que creen competencia y no en la paz creadora de la lucidez compartida. En el almacenar del miedo en vez del distribuir  de la confianza que abre nuevas vías en vez de cerrarse en banda mientras infecta el mundo de bazofia exterminadora, que sólo funciona desde la imposición de absolutos y conditiones sine qua non. Menos ruidos y más nueces. 

Esa comprensión imprescindible requiere paciencia, debate y diálogo sin parar,  para los procesos cognitivos del cambio y urgencia apremiente, para reparar y solucionar los problemas constantes personales y comunes que se producen en el mismo proceso, como los conflictos armados, la migraciones, las hambrunas, las epidemias, las catástrofes ecológicas, la contaminación y la toxicidad mendioambiental...la escasez de recursos en unas zonas y el despilfarro e incluso la contaminación y las hecatombes provocadas por excesos de consumo, producción y mala gestión de las energías como los vertidos de crudos y de plásticos por todo el planeta. Toda la ayuda es poca en todos los planos. Por ello la mejor reflexión que se puede hacer es activa, práctica, nada especulativa ni narcisista. El  terrible narcisismo letal para la misma inteligencia, se cura conviviendo con aquello que se rechaza y se teme, porque, en realidad, se desconoce en vivo y en directo.
Por eso es necesario y moral que antes de hablar y de opinar, de influir en los que aun no se plantean nada definitivo, se experimente aquello que se dice, que se conozca a fondo el terreno que se pisa. Nada pueden aclarar sobre la solidaridad quienes la desprecian y la consideran un postureo sin comprender que el postureo es precisamente hablar de lo que no se conoce ni se vive como si se conociera y se dominase el tema, tratando, como la zorra con las uvas en la fábula de Esopo, de desacreditar como malo y poco deseable aquello que está demasiado alto para ser alcanzado por tan poca estatura a cuatro patas. 

Lo siento por CTX, pero antes de donar algo para que se escriban  especulaciones como ésta de hoy, somos muchas las que preferimos darlo a proyectos como Ayuda en Acción, Vicente Ferrer, Aldeas Infantiles, Médicos sin Fronteras, Save the Children, CEAR, ACCEM, UNRWA, proyectos en Hatí, en Kurdistán o en el Shara Occidental o a los desterrados rohinyas, y a todo aquello que sirva para cortar por lo sano los efectos secundarios de la crueldad y de la indiferencia mientras la ciudadanía del mundo se va organizando y creando plataformas nacionales e internacionales con las que llegar a los casos de emergencia que la política no atiende, tal vez porque no quiere, quizás porque no sabe ni puede y a lo peor porque está como los especuladores intelectuales e ideológicos: dedicada a elucubrar sobre sí misma y sus fijaciones mientras el mundo se desmorona infectado de dinero tóxico y tan mal repartido, de limosneo interesado en comprar el cielo como un fondo de pensiones pesetero, cuando lo que de verdad cura y libera es desprenderse del pastón para que fluya y elimine las desigualdades. Y entonces, quienes comparten esa experiencia riquísima , experimentan que el universo y su cuántica cualitativa, sabe repartir multiplicandos en vez de dividendos. Y que no es más rico quien más acumula sino quien no necesita acumular y todo le llega a su hora y en su momento  porque transita la vía de la justicia y de la empatía, que los latinos llamaban de la compasión y los griegos completaban con agradecimiento y afabilidad fraternal: eujaristós. Cualidades que sin duda ya no caben en la mente rutinaria  y mecánica del Big Brother orwelliano de quienes han convertido en profesión remunerada, lo que no es remunerable en sí mismo y solo compensa la maestría del corazón inteligente. O sea, el crecimiento de la inteligencia emocional, que nos libera de degenerar en animalidad exclusivamente institva y superviviente  o en máquinas funcionales/funcionarias del pensar sin sentir, del repetir trámites sin pararse a descubrir lo irrepetiblemente humano de cada situación y de cada persona. Es la diferencia entre la condición 'profesionista' y la  voluntaria, lo que no implica para nada que el "técnico" se implique además, como voluntario de facto. Es la diferencia que se puede apreciar entre la rigidez del espíritu de ventanilla y la disposición vocacional, el alma de quien estudió y se preparó solo para ganarse la vida y triunfar en una especialidad, o de quien elegió desde la luz de la conciencia y las razones de la empatía.

La fraternidad cuando se materializa, no sólo tapa agujeros materiales, también  es patrimonio inmaterial de la humanidad, porque además de llenar estómagos vacíos, curar heridas, quitar el frío, la sed y el dolor físico, alcantarillar, o construir escuelas y hospitales en lugares que ningún político ni rey inaugurará jamás, y que nunca contarán las noticias, hace que la vida de los olvidados tenga esperanza y ganas de seguir viviendo, cuando se percibe que personas desconocidas se preocupan por ti y no quieren que sufras, y que no tienes que hacer méritos ni esclavizarte para que te reconozcan como hermanos y te quieran de verdad por el mero hecho de existir con la misma energía y la misma "seridad". Y así el olvidado se siente vivo en el interés de sus hermanos de especie, recupera su dignidad igualitaria, sus ganas de vivir, el derecho a ser atendido con amor, sí, con amor, con esa ñoñería tan cursi, ¿verdad, Paco Roda? Y aunque no te lo creas, los estados olvidadizos poco a poco se dan cuenta del mal que hacen cuando ven que miles de voluntarios incansables y sin que nadie les pague, que no piden nada a cambio para sí mismos, y trabajadores comprometidos profesionalmente más allá de cualquier emolumento, les ponen delante sus vergüenzas y les obligan a cambiar con su exigencia ética más que con su agresividad y su rigidez.

En cuanto a este Paco Roda, no sé si tendrá familia ni amigos, pero si los tiene esperemos que todos sean como él, porque de lo contrario, lo pasarán fatal con semejante sensiblidad papel de lija fashion.
Internet dice que es trabajador social, menos mal.
¡Madremía!

 

 

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