Maltrato animal: El veterinario de 'Salvados' desmonta los argumentos de El Pozo en una carta
NACHO VALVERDE
Alfonso Senovilla, el veterinario que fue entrevistado por Jordi Évole en su último y polémico programa sobre la industria cárnica, ha desmontado los argumentos esgrimidos por la empresa de El Pozo para defenderse de las acusaciones y ha asegurado que “el
objetivo de tener a esos animales en ese estado es única y
exclusivamente sacar un rendimiento económico por la carne procedente de
ellos”.
En una carta abierta
publicada en la web del Partido Pacma, Senovilla asegura que la empresa
engaña a los consumidores cuando afirma que los animales enfermos que
se mostraron en el programa de Salvados “presentaban malformaciones, lesiones o patologías de nacimiento”.
“Alguien que tenga una mínima idea de cómo funciona
la industria del cerdo, sabe que un animal con malformaciones o
patologías al nacimiento es inmediatamente eliminado de la producción.
Es evidente que esos animales no han nacido con esos problemas, sino que
han adquirido las patologías que presentan a lo largo del ciclo de producción”, señala.
Además, el veterinario ha arremetido duramente contra
la empresa cárnica por señalar que esos animales heridos y enfermos “se
encontraban en esta área para su rehabilitación y recuperación”.
“Estos animales no pueden recuperarse de ninguna manera. Por favor, que no somos tontos. Por desgracia, estos animales ya no necesitan ninguna rehabilitación, lo que necesitan es dejar de sufrir”.
“Primero dice que los animales se rehabilitan y
recuperan, y después que no entran a formar parte de la cadena
alimentaria. Entonces, digo yo, ¿con qué fin pretenden recuperarlos?”,
argumenta Senovilla, que también dedica un espacio en la entrada del
blog a desmentir tanto las declaraciones del Gobierno de Murcia como de
las decenas de comentarios e informaciones en medios que han intentado
desacreditar la labor del periodista de LaSexta.
“Si yo fuera parte del sector porcino, en vez de
preocuparme tanto por defender lo indefendible y por justificar lo
injustificable, me preocuparía de tener a los animales en buenas
condiciones, para que cuando Évole vuelva a hacer un programa sobre
granjas dentro de algunos años, no se encuentre las barbaridades que ha
visto ahora”, zanja.:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Según iba viendo el domingo pasado el programa de Salvados, una extraña sensación de certeza me invadía. España es a efectos prácticos en lo que se refiere a malos tratos sociales, una granja de seres humanos hacinados, secuestrados, heridos, olvidados y explotados, tan sólo útiles para ser sacrificados y alimentar empresas piratas en paraísos fiscales, empresas corrompidas que son almas gemelas de unos políticos de la misma condición, que son además los vigilantes de las granjas humanas. Aquellas pobres criaturas mirando a la cámara, llenas de golpes, malformaciones y enfermedades de todo tipo, huyendo hacia la nada en la oscuridad del mogollón, cuya única esperanza es que pronto los conviertan en jamón o en morcilla. La terrible soledad del rebaño, donde cada uno cree ir a lo suyo, y sin embargo va directo a la masacre de todos, incluida la suya. La empresa tiene el nombre muy bien elegido: el pozo. ¿Qué mejor nombre para tal empeño?
Recuerdo que en algunos pueblos de La Mancha, cuando yo era chica, en el corral de las casas donde no había llegado el alcantarillado municipal, existía "el pozo negro". Una cloaca enorme abovedada, y subterránea, en donde se iba acumulando la mierda de los retretes y las aguas fecales. De vez en cuando se llenaba y olía a demonios en todo el entorno, hasta que se llamaba a unos especialistas que vaciaban la cloaca mientras la contornada se impregnaba de un pestazo repulsivo que podía durar horas si además era verano y había calma chicha en el ambiente meteorológico.
El pozo negro. Qué alegoría. Qué metáfora tan adecuada y tan repugnante para un estado que no se entera de por donde anda...como los cerdos camino del exterminio que solo gruñen por costumbre. Ellos no tienen forma de liberarse de su triste condición. Al parecer, España, tampoco.
Mis padres tuvieron una empresa que era una granja avícola y todos los días había que ir a curar a los cientos de pollitos que se herían y se picoteaban en cuanto veían sangre en algún hermano de camada herido. Recuerdo que iban personalmente a curarles, a vigilar la temperatura y las comidas, que no lo dejaban en manos de los trabajadores, que también lo hubieran hecho y que además insistían en que no era necesario que se desplazase nadie aposta desde la ciudad para hacer algo que podían hacer ellos perfectamente, que para eso les pagaban, entonces mi padre les decía que no era cosa de no confiar en ellos, sino de amor a los animales, que bastante servicio hacían a la humanidad sirviendo de alimento, que al menos el tiempo que viviesen lo hiciesen sin sufrir y tratados con cariño y dedicación.
Recuerdo a mis primos y tíos regresando rebosantes de trofeos de las cacerías en otoño, y alguna cabeza de venado disecada sobre la chimenea o el embutido de jabalí que hacía la cocinera con el botín. Y la cara de mi padre cuando escuchaba el relato de las aventuras cinegéticas de la familia. A veces alguien le preguntó delante de mí por qué él no era cazador como todos. 'Yo ya tuve bastantes tiros alrededor en la Guerra', era su respuesta. 'He visto tanto dolor en personas y en animales exterminados en masa por los bombardeos en las sierras, el los pueblos, en las cuadras, al lado de los ríos, al borde de las carretras... No quiero ver más muerte violenta de ningún ser vivo a mi alrededor y menos por gusto.' Durante los tres años de guerra le tocó hacer el servicio militar y estuvo como conductor de ambulancias en el frente de Madrid primero, en Aragón después y en la Batalla del Ebro, en Morella, para rematar. Le llovían la metralla, los bombazos y los tiros a lo largo de todo el recorrido, a veces las 24 horas; estaba saturado de horrores.
Muchos españoles entonces estaban igual pero no les afectaba del mismo modo, se habían endurecido y habían asumido con naturalidad la lógica de la violencia del más fuerte. En cambio mi padre descubrió en el mismo lugar y tiempo, su conciencia vital en medio del conflito y del odio, su unidad con la vida de cualquier clase y la empatía con el débil y el indefenso hasta hacerle solidario con los animales como con las personas.
Muchos españoles entonces estaban igual pero no les afectaba del mismo modo, se habían endurecido y habían asumido con naturalidad la lógica de la violencia del más fuerte. En cambio mi padre descubrió en el mismo lugar y tiempo, su conciencia vital en medio del conflito y del odio, su unidad con la vida de cualquier clase y la empatía con el débil y el indefenso hasta hacerle solidario con los animales como con las personas.
Está claro: se puede elegir, no estamos condenados a repetir esquemas aprendidos y normalizados si no queremos, si en nuestro interior encontramos la paz y el bienestar pensando y haciendo lo contrario de lo que hace la mayoría. Se puede decir basta sin que se hunda el mundo. Se puede y se debe mostrar a la sociedad el pozo más negro sobre el que se sustenta su negocio, su dinero, su comida, su fiesta, su ceguera y su irresponsablidad social que solo se ocupa de su mini mundo sin tener en cuenta que nada está separado en realidad aunque lo parezca en el tiempo y en el espacio. El continente Conciencia no tiene fronteras. La granja España hasta ahora es un corralón empresarial como el pozo. Negro.
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