martes, 20 de febrero de 2018

Desmontando himnos

¿Qué es un himno? Un canto dedicado a la exaltación colectiva de una idea, un programa de control masivo sobre el inconsciente popular. No aporta nada, -si se analizan los textos sólo se encuentran en ellos tópicos y verdades de perogrullo, sobadas por el tiempo y la manipulación sine die- pero que excita los ánimos y los dirige hacia una determinada trayectoria social y conductual con resultados políticos o deportivos, militares o religiosos. 
El himno es un panegírico a las tripas colectivas, a la emoción y al instinto pasados por el cálculo de la manipulación, que intenta convertirse en sentimiento, pero que no  acaba de cuajar como tal, porque el sentimiento lleva implícita una dosis de inteligencia, quita barreras psicológicas, universaliza, y por el contrario, la emoción pone límites hasta dejarnos clavados en una fijación determinada opuesta a todo lo que no es "lo nuestro", como la nacionalidad, el club de fútbol o el cuerpo militar (himnos de la Legión, de Infantería, de Artillería, de la Marina o de Aviación, del Vaticano, de Valencia, etc...). El himno con un texto añadido es la exaltación del ego multitudinario; ¿acaso tienen himno los médicos, los maestros, los albañiles, los músicos, las madres, las kellys, los intelectuales, los poetas o los científicos? No, porque son dedicaciones reales muy concretas y siendo la base natural e imprescindible de la sociedad no merecen ser cantadas; como a los soldados el valor, se les dan por supuestas su virtudes obligatorias y competencias inherentes a sus funciones.  Lo concreto no necesita incienso, porque es natural a la condición humana asumir sus compromisos sin ponerse laureles por ello. Una anomalía himnica es La Internacional, que no exalta a ninguna patria ni pone por las nubes a nadie, sino que le recuerda su función y su dignidad a la humanidad trabajadora sin fronteras. Hasta en eso se distingue la izquierda de la derecha.

 
Pero, ¿qué es una patria? ¿qué es el heroísmo? ¿qué es la fe? ¿qué es el valor? ¿qué es el orgullo, el honor y la grandeza supuesta que el himno endosa  a todos y todas, hagan lo que hagan y sean como sean, colándose en las entretelas del ánimo y consiguiendo nublar la razón y la evidencia con las emociones exaltadas por la repeticón de una letanía musicada sin más trascendencia que la de excitar lo más torpe y menos lúcido de nuestra psique? ¿Nos hace mejores el hecho de ser españoles, franceses o bolivianos? ¿Se puede dar por supuesto que toda la población de una pratria exultante es decente, responsable, solidaria y de fiar? Está clarísimo que no, sólo hay que ver lo que pasa en el mundo y en especial en España. El himno crea la ilusión de una excelencia imposble. Es un autoengaño que ni siquiera hemos decidido nosotras, sino un letrista sistémico, como lo es Marta Sánchez, cuyo numerito canta La Traviata per se. Huele a tongo pepero que appetufa. Una ex celebridad decadente de la que nadie se acuerda puede hacer juegos malabares por un par de shobresh y unos contratos sustanciosos en las fiestas ppoppulares. Y habría que pensar si  la letra la ha compuesto ella o simplemente canta en modo karaoke teledirigido por la voz de su amo.
En un régimen como éste, donde los jueces sentencian a la carta del Ejecutivo, en que los inocentes van a la cárcel por diferencia de opiniones con el poder y los chorizos gobiernan a sus anchas en plena libertad, cualquier barbaridad, por absurda que sea, es posible. En efecto, y en plan himno, cada día somos más grandes, más unos y menos libres y España, nuestra maravillosa patria, ya no es el patio, sino el país inmenso de Monipodio. Eso sí que es crecer, Mariano ojo ce lince. Te creeremos cuando tu himno sea Open the borders! o Libertad sin ira, y  tu patria la humanidad, mientras tanto, presidente, ni la mejor letrista del mundo mundial, conseguirá lavarle la cara a tu indecencia inhumana y a tu fariseísmo cruel. Menos himnnos manipulados y más justicia solidaria.

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