La puja involucionista
Fernando López Agudín (Público)
La última encuesta del CIS refleja la puja involucionista en el mayoritario bloque social de la derecha española. El Partido Popular se mantiene aún como primera fuerza, pero Ciudadanos se sitúa como tercera. En tan solo medio año, Rivera recoge los siete puntos perdidos por Rajoy. Nada las separa, todo les une, salvo el factor generacional. Los más jóvenes intentan sustituir a los más viejos para hacer lo mismo e incluso mucho más de lo mismo. Sobre el telón de fondo del neoliberalismo que comparten, su diferencia de hoy radica en el timing de la recentralización del Estado que preconizan ambos. Uno y otro, compiten por recuperar lo que AP y UCD se vieron obligados a ceder a PSOE, PCE, CiU y PNV en los lejanos tiempos de la transición. Nacionalistas e izquierda, es el análisis que subyace en esta estrategia, no eran y no son más que tigres de papel.
La subasta catalana, en la que pujan abiertamente, les confirma su apuesta. La de Rivera en Cataluña, desde Lerroux nadie había sacado tanto partido de la pluralidad social catalana; la de Rajoy en España, desde el Movimiento Nacional ninguna fuerza como el PP había rentabilizado tanto el españolismo. Va ganando Ciudadanos, pero los subasteros del Partido Popular elevan la oferta. Controlan el 155, el ministerio de Justicia y la Fiscalía General, que tiene la penúltima palabra en la Causa General que la Moncloa está montando en Madrid para el próximo otoño. Ahí va como aperitivo el 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal con la que se va a descabezar, el verbo favorito de la todavía vicepresidenta Soraya Santamaría, a toda la cúpula del soberanismo catalán. Es sólo Rajoy quien puede ejecutar el castigo que pide a gritos Rivera.
El mercadillo de la miseria, la prisión permanente revisable, redobla la apuesta por la Ley y el Orden. No hay más que presenciar los tres virajes de Ciudadanos sobre la propuesta presentada por el PNV, contra lo que denominan con razón como “cadena perpetua encubierta”, para ver como el Partido Popular les ha cogido con los pies cambiados. De pactar su derogación en el gobierno abortado de Rivera con Sánchez, pasó a la abstención en la admisión a trámite del proyecto del PNV, para acabar ahora mismo presentando una enmienda para endurecerla al grito de “quien la hace la paga”, como escribió Albert Rivera en twitter. La pugna no puede ser más rastrera. Ambos buscan instrumentalizar el dolor de unos padres o madres ante el brutal asesinato de sus hijos, con clara ventaja para Rajoy que denuncia la revisión permanente de los principios de Ciudadanos.
Es en la almoneda de la Zarzuela donde triplican su apuesta. ¿Quien de los dos va a ser borboneado? Rivera intentó con aquel gobierno non nato Cs-PSOE borbonear a Rajoy, pero ahora la Moncloa persigue borbonearle a través de la inaudita exaltación de la Monarquía con motivo del cincuenta aniversario del Jefe de Estado. Es la madre de todas las batallas porque desde el pasado 3 de octubre, el toque de queda sobre la rebelión catalana, Felipe VI es mucho más que un Rey constitucional. Si Rajoy goza del apoyo de los altos funcionarios del Estado, Rivera dispone del sostén de los altos ejecutivos del Ibex-35. Falta por ver si ahora en 2018 la Moncloa reedita su triunfo del 2016, cuando obligó a convocar las últimas elecciones generales de junio del mismo año. Para Rajoy la hegemonía política debe continuar en el Estado, para Rivera en el mercado.
¿Puede extenderse esta puja involucionista a Euskadi ? No es intención de Rajoy, pero podría serlo de Rivera. Salvo el ataque de Ciudadanos al Cupo vasco, no hay de momento ningún indicio. Pero cuando Rajoy no secunda la iniciativa de Macron sobre los presos etarras, aproximándolos a prisiones vascas, algo intuye. Sobre todo, además, cuando no desautoriza las declaraciones del coronel Manuel Sánchez Corbí, jefe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, en la que denuncia a “los malos, etarras, batasunos, peneuvistas e Iglesia vasca”, a la vez que sostiene que entonces “la mayoría de los españoles no desaprobaba matar a un terrorista”. No parece ser la forma más adecuada de ganarse el vital apoyo del grupo parlamentario del PNV a los Presupuestos del Estado.
El 155 más el 135 es igual a Partido Popular más Ciudadanos. Este común denominador de la derecha española, que marca la soberanía limitada de las clases sociales y pueblos que conviven en el Estado español, bien sumado a la creciente involución preconstitucional en curso, encorseta el escenario político. Es justo el cuadro institucional que la mitad de UCD y la totalidad de AP buscaban imponer tras la II Restauración de los Borbones en 1975. Vuelven hoy a intentarlo con otras siglas porque estiman, retrospectivamente, que se equivocaron mucho al evaluar entonces la correlación de fuerzas dada, según palabras de Aznar, la profunda “debilidad de los nacionalistas e izquierda”. De ahí la potente ofensiva desacomplejada del PP y Cs. De ahí, también, la muy intensa pugna de Rajoy con Rivera por rentabilizar el previsible triunfo electoral de la derecha.
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