domingo, 4 de febrero de 2018

Elegía e himno en favor de la política

Luis García Montero

Me he repetido muchas veces, como mucha gente se ha repetido, que el conflicto catalán estaba sirviendo para ocultar los otros conflictos que afectan a la sociedad española. Hay dos muy sonoros:
la corrupción y la desigualdad
. Por dura que sea la desigualdad social generada por el neoliberalismo galopante, por muy escandalosa que haya sido la
corrupción
representada por el
PP
y Convergència, la política española ha estado marcada por un debate de banderas.

Para pensar las cosas en serio no basta con comprender la superficie de esta ocultación. Hay que hacer un esfuerzo por buscar otros lazos entre corrupción, desigualdad y banderas. Que al nacionalismo catalán y a la derecha española le haya sido tan fácil ocultar la desigualdad social generada por sus propias políticas económicas con la excusa del enemigo externo se debe desde luego a una
pérdida radical de prestigio de la política
. La sospecha sobre la política, tan acrecentada por la corrupción o por su incapacidad de solucionar los problemas de la gente, no sólo ha generado desprecio para los políticos, sino que ha servido también para hacer desaparecer a la política de los ámbitos de actuación social.

Más que debates ideológicos,
la gente se moviliza por Causas
. El pensamiento democrático ha demostrado a lo largo de los años, con estudios jurídicos y sociológicos de calado, que el endurecimiento de las penas no provoca una reducción de los delitos y que la cadena perpetua o la pena de muerte sólo sirven para
confundir la justicia con la venganza
. El asesinato de una pobre muchacha y la infamia de un canalla particular, rumiados por los medios de comunicación de forma impudorosa, permiten que el padre de la víctima acumule firmas en favor de la prisión permanente renovable, o sea, una nueva forma de cadena perpetua. Quien quiera salirse de la lógica de la indignación primaria corre el peligro de quedarse fuera de la dinámica social.

Eso es lo que ha ocurrido también en el debate catalán.
Parecía obligado elegir un bando para gritar
. El nacionalismo catalán representado por Pujol y sus herederos ha mantenido una doble estrategia durante años: jugó a hacer política de Estado, pero al mismo tiempo invertía dinero y muchos esfuerzos en
convertir su ideología en un movimiento social no dirigido por políticos
. Cuando
Puigdemont
comprendió el pasado mes de octubre que la única salida sensata para el proceso era la política (una convocatoria de elecciones desde la propia
Generalitat
), no tuvo fuerzas para tomar la decisión, atemorizado por una dinámica que lo sobrepasaba.
Divertidos o indignados con su fuga a Bélgica y sus mensajes telefónicos, pocas personas parecen dispuestas a pensar en el paulatino empobrecimiento de la cultura catalana, la más viva de España durante décadas, conducida por el nacionalismo hacia una realidad provinciana cada vez más triste. Al calor de los enfrentamientos, nadie se para a pensar que el catalán, una lengua minoritaria en una realidad globalizada, sólo puede resistir y demostrar en el mundo su altísima tradición y su muy importante literatura, con la ayuda de una lengua hermana como la española, que se acerca a los 500 millones de hablantes y que se extiende de manera veloz sobre el futuro junto al chino y el inglés. ¿De verdad que nadie puede vivir como propio el empobrecimiento de algo que tiene al lado?
En la otra parte del conflicto, la más responsable porque ocupa una posición de fuerza, parece que nadie es consciente de la degradación que supone para la democracia española haber renunciado a la política en favor de las consignas patrióticas, la policía y los jueces. Y el problema se ha acrecentado también cuando los jueces olvidaron su oficio, como los políticos el suyo, y se dedicaron a participar en las Causas y las indignaciones patrióticas o populares más que en la aplicación de la ley. Entre la corrupción y sus órdenes en el conflicto catalán, el PP ha colocado a España en un lugar vergonzoso en el panorama internacional.
Cuando hablo de empobrecimiento, me interesa más la cultura que la movilidad empresarial, porque los dueños del dinero tienen siempre un mismo objetivo, ya estén en Madrid, Valencia, Sevilla o Barcelona. También el proceso nacionalista ha empobrecido mucho la cultura española. Algunas de las mejores cabezas de nuestro pensamiento han acabado en fabricadoras de libros o artículos baratos de autoayuda para votantes de Ciudadanos.
El caso es que estamos sin política, en manos de una lógica patriotera que nos acerca a lo peor de los movimientos nacionales que infectan la vida europea de vientos reaccionarios. El intento de crear un nuevo patriotismo basado en la reclamación popular de dignidad democrática y servicios públicos decentes ha sido borrado por el viejo patriotismo de las banderas manchadas de soberbia y autoritarismo. Que la experiencia de la gente sencilla, afectada por la explotación, se identifique con estas banderas y busque sus salvadores en sus verdugos, es el máximo problema que tiene hoy una izquierda en fuera de juego.
Para abordar este problema, para imaginar sus cambios constitucionales, sus acuerdos y su necesaria recuperación de la política, me parece conveniente cuidar un equipaje ético con dos ideas fundamentales. Una: la gente no es tonta y gusta de las cosas normales. Dos: al margen del Estado de derecho, sólo tiene futuro la ley del más fuerte.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Magnífica reflexión. Y muy rica en matices, que invitan a profundizar en el tema, a recuperar el sentido original de los términos que utilizamos para comunicarnos y que sufren constantemente agresiones deformadoras tanto desde las tripas como desde los dogmas, que son una modalidad mental de las tripas. Si el verbo no se hace carne ni conseguimos que habite entre nosotros, es seguro que lo sustituirá la incomunicación intro e interpersonal. 

Para recuperar la política lo primero es saber qué significa política en origen y qué hemos hecho a lo largo del tiempo con su esencia. La política esencial y sencillamente es la causa ciudadana, la politeia, el empeño individual y colectivo en el bien común y el apoyo mutuo, la gestión elemental y sectorial de las necesidades de la polis, la ciudad, el pueblo-municipio, la comarca, la región, el estado.  En origen ésa era la única idea movilizadora del concepto 'política'. Y la ciudadanía, que no es tan tonta y lerda como parece, tras largos siglos de comprobación in situ, ha ido comprendiendo que una cosa es la necesidad ineludible y el derecho legítimo a tener ideas y  a poder expresarlas y realizarlas limpiamente y que otra cosa mucho más resbaladiza, conflictiva e inútil, es crear ideologías de aparato con las que identificarse y juramentarse en sectas de mil colores, que trasvasan sus fijaciones a la política auténtica, ese concepto engañoso de la política y esa actitud son idénticas a las banderías, a las patrias creadoras de fronteras y nacionalidades excluyentes, divisiones irreconciliables, guerras y conflictos infinitos, mediante los cuales no se hace política, sino que se destroza la capacidad de hacerla. No es política sino un juego de mesa, la continua rivalidad de los partidos que gastan su energía constantemente en el rollo ególatra colectivo del ganar y perder poderes que cuando se consiguen raramente cambian nada a mejor, puesto que el bien común es para ellos una mera coyuntura publicitaria y electoralista, un mercadillo, en el que se juega con la voracidad de los chamanes ideológicos y con la emocionalidad de "las masas" como los ideólogos califican a la ciudadanía en la intimidad. 

La vida diaria de los seres humanos que habitan pueblos y ciudades, los politoi, -los políticos titulares- no necesita jerifaltes, ni "representantes" que hagan de esa representación sobreactuada una carrera ni un oficio, basta con que sean portavoces temporales y decentes, que cumplan con el encargo sin quedarse enganchados eternamente al cargo

La ciudadanía ha ido descubriendo que las ideas dan vida, pero también que las ideologías han derivado en  enrarecimiento social, que dan conflictos irresolubles más que resoluciones justas, que las ideologías son simples performances con ecos de las ideas que más pronto que tarde acaban al servicio de grupos de poder en constante rivalidad de personalidades poco sanas democrática, cívica y éticamente, solo son fabricantes de estrategias y tácticas oportunistas, y que ese sistema acaba con toda posibilidad de trabajar en serio por lo que importa: las causas comunes y justas que las polis y la politeia necesitan para tener una vida normal y sana. 

El 15M fue la eclosión imparable de esa nueva conciencia nacida de la percepción sincrónica, experimentada por los habitantes de pueblos y ciudades a lo largo y ancho del mapa ibérico. Era una reacción política ante la carencia de política real y la sobreabundancia ideológico-estratégica de los grupos de poder que desde siempre han partido el bacalao en las Españas, un estado de ínfima conciencia política y máxima manipulación ideológica.
La Idea mueve el ser, hace crecer a los seres humanos en todos los niveles de conciencia y da resultados de enjundia, en cambio las idelogías mueven solo las tripas y los intereses, ya sean personales, grupales, de partido o de negocio, por eso nos inculcan con tanta insistencia el señuelo tan resbaladizo de la "ilusión". Solo requiere ilusión lo que no puede realizarse. La ilusión sustituye a la acción, que es el resultado de la Idea, no de la ideología. Y mientras nos quedamos enredados en ella, ilusionadísimos y confiando en que los "especialistas" omniscientes y omnipotentes naden y piensen en nuestro lugar para "salvarnos", nos ahogamos indefectiblemente en el océano del desastre. Mientras los "especialistas" se lamentan de los mal que está el gobierno de turno pero no hacen nada para cambiarlo, ellos tienen secuestrado el equipo de submarinismo para pelearse en la superficie mientras a sus votantes se los tragan la olas; claro, no tienen equipo de supervivencia, porque con sus impuestos han pagado el equipo de los falsos políticos que se han empoderado a base de bien. Ellos incólumes y tan ricamente en sus escaños, haciendo tapón mayoritario para que los que han llegado desde la calle al escaño, como portavoces y no como porta humillaciones, no puedan hacer nada a pesar de ser los legítimos políticos, los que no se enriquecen ni medran a costa del prójimo, los que tras su servicio vuelven al pueblo, al campo, a la mina, a la pensión modesta que su cotización laboral y no los privilegios caciquiles, les hace posible. No son ideólogos, no son politólogos, no son sofistas mediáticos. Son seres humanos que con su conciencia, su ética y su lucidez hacen la verdadera política, unidos al resto de sus iguales, nunca por encima ni por debajo, nunca manipulando, sin estruendo mediático. 
Anoche mismo Cayo Lara vino a recordarnos en la tele (cosa rara, porque a esa clase de personas las evitan en todo lo posible), qué es la política sin nombrarla siquiera.

La política ya la tenemos en potencia, es la capacidad de gestionar en común lo que necesitamos para sentirnos seres humanos iguales en derechos y deberes, libres de opresión y de  coros de sirenas y sirenos cantamañanas a los que les pagamos las clases de canto, para acabarlo de arreglar. Es precisamente nuestra desgracia mayor ese modo de confundir política con  exhibición de egos ideológicos, que nos predican a todas horas en los medios, que a estas alturas ya deberían ser más enteros y responsables de lo que publicitan y expanden por todas partes. 

Somos politeia. Somos política. Pero necesitamos que los sofistas de la polis dejen de enredar la sencillez de lo verdadero y  se enteren de una vez por todas de lo que vale su prójimo de a pie más generoso y humano. Y eso se hace, como dicen en IU, cambiando el bando ideologista por el de la Idea, la luz, la inteligencia personal, social, y global, solidaria, justa y democrática, que no excluye a nadie, que empieza en casa, en la escuela, en el barrio, en el ayuntamiento, en la manifestación del yosotras y yosotros.


Los líderes del PSOE, Podemos e Izquierda Unida posan con el abanico símbolo de la reivindicación #MásMujeres. REUTERS/Javier Barbancho

Pero de momento esto es lo que hay en el ala  izquierda del paredón donde cada día el pp nos fusila un poco más; es un 66'66% de izquierda lo más unida posible y dentro de lo que cabe, más un 33'33% mediopensonista de Psoe que no sabe ni contesta. El caso es que si asistieran juntos y con la misma Idea a la moción de  censura que la política necesita más que el comer, Rajoy y sus desastres serían historia en cuestión de horas. Pero Pedro, el apóstol miedica de quita y pon, sigue negando a Jesús...o sea, al pueblo...y además, lavándose las manos como Pilatos, el testaferro del imperio giratorio Ibex35...Qué completito. Ains!

No hay comentarios: