El terrorista Évole
Ruth Toledano
eldiario.es
La noche del domingo 4 de febrero de 2018 quedará como un hito de la televisión generalista porque el programa Salvados de Jordi Évole ha mostrado en prime time
el horror de las granjas de explotación animal. El reputado periodista
pidió permiso a varias empresas porcinas para conocer por dentro las
instalaciones donde se encuentran los cerdos y todas, sin excepción, le
negaron la entrada. Un oscurantismo tan sospechoso que le impulsó a infiltrarse en una de ellas, acompañado por activistas de la organización animalista Igualdad Animal.
Lo que encontró tras esos muros tan férreamente protegidos por los
explotadores fue un infierno dantesco: animales cautivos, hacinados,
enfermos, enloquecidos, deformes. Évole se refirió a ellos como “monstruos”,
impactado por las malformaciones, heridas, mutilaciones y enormes
tumores que padecen, espantado por el abismo de sufrimiento al que son
sistemáticamente sometidos en aquella oscuridad.
De la carne de los monstruos
que vio Évole proceden las salchichas, los embutidos, las lonchitas de
york, la cinta de lomo adobada, el jamón que se vende en los
supermercados y que consume alegremente nuestra sociedad. La industria
que quiso ocultar a Salvados cómo viven y mueren
esos animales vende esos productos maquillando esa infernal realidad,
iluminándola de sonrisas, haciendo una publicidad más que engañosa donde
solo se ven verdes praderas e impolutos empaquetados. Mintiendo. Entre
las empresas de esa industria está la famosa marca El Pozo, a la que
provee de esa basura, material y moral, la granja donde se infiltró
Évole. Los verdaderos monstruos son los directivos de El Pozo, los
accionistas, los comerciales, los veterinarios mercenarios que
certifican con sus sellos de calidad una enorme, cruel y peligrosa
mentira. Los verdaderos monstruos son los médicos y pediatras que, comprados por el lobby de la carne,
recomiendan alimentar a los niños con esos productos. Los verdaderos
monstruos son los medios de comunicación que, salvo excepciones, han
silenciado durante demasiado tiempo la terrible injusticia, contra
humanos y no humanos, que comete la industria de la carne, cómplices de
su engaño (eldiario.es publica El caballo de Nietzsche,
primer espacio antiespecista en un periódico, desde el que informamos y
denunciamos sistemáticamente las prácticas de esta industria).
Que Salvados se haya atrevido a
hacer un programa así demuestra que las cosas están cambiando, que el
tiempo de la impunidad de la industria de explotación animal se encamina
a su fin, que la liberación de los otros animales está más cerca. Y si
un programa así ha sido posible es gracias a los muchos activistas y
organizaciones de defensa animal que llevan años denunciando lo que esa
industria quiere ocultar. Organizaciones que han sido despreciadas,
ninguneadas, silenciadas. Activistas que incluso han sido encarcelados y tachados de terroristas por hacer lo que ahora ha hecho Évole:
infiltrarse en las granjas y mataderos para grabar y mostrar al mundo
lo que sucede en ese pozo de los horrores. El terrorista Évole.
Ha sido gracias a las innumerables investigaciones clandestinas de
Igualdad Animal, que con empeño y rigor ha logrado llevar a los
telediarios de máxima audiencia las imágenes de su arduo trabajo;
gracias a los numerosos reportajes fotográficos y a un documental como ‘Matadero. Lo que la industria cárnica esconde’,
que el fotoperiodista Tras los Muros ha realizado grabando de forma
encubierta en 58 mataderos de México; gracias al activismo audiovisual
de Filming for Liberation;
gracias a las personas comprometidas con las víctimas no humanas que
día tras día difunden estos trabajos, interceptan camiones a las puertas
de un matadero, contribuyen al sostenimiento de los santuarios que han
refugiado a los supervivientes. Gracias al movimiento animalista es
posible que una cadena como LaSexta vea llegado el momento de hacerse
eco de lo que ya es un clamor: la industria cárnica miente.
La industria cárnica miente sobre las condiciones de vida de los
animales. La industria cárnica miente acerca de los probados daños para
la salud humana que provoca el consumo de carne, como ya ha admitido la
propia Organización Mundial de la Salud a pesar de la presión recibida
durante décadas por parte del lobby carnista. La industria cárnica
miente sobre los devastadores efectos medioambientales
de sus explotaciones. La industria de la carne miente acerca de la
relación entre su actividad y el hambre en el mundo. La industria
cárnica miente sobre el régimen, de esclavitud, en el que se encuentran
sus trabajadores, la mayoría migrantes sin opciones. La industria
cárnica miente aunque produzca, como Campofrío, flamantes anuncios en los que la cineasta Isabel Coixet dirige a un elenco de caras famosas
no solo dispuestas a dejarse engañar sino cómplices de una explotación y
un maltrato reiteradamente denunciados (esperemos que a través de Salvados se enteren de una vez).
Tras el programa Salvados,
la industria volverá a mentir, aduciendo que las imágenes televisadas
son un hecho aislado. Mentirán de nuevo: en todas las granjas
industriales de cerdos (y de otros animales destinados al consumo
humano) a las que han accedido, entre otras, las organizaciones y
activistas mencionadas, se ha encontrado siempre el mismo dantesco
panorama: cerdas inmovilizadas durante semanas en jaulas de gestación,
cerdos permanentemente encerrados, cerdos con grandes heridas abiertas y
accesos de pus, cerdos con las patas rotas y malformadas, cerdos
agonizantes, cerdos a reventar de antibióticos, lechones estampados
contra la pared o mutilados sin anestesia. La industria cárnica querrá
lavar la sangre, el pus, los medicamentos y el estiércol acumulados en
su imagen, y lanzará una campaña con asépticas instalaciones y animales
presuntamente sanos y felices. Mentirán: esa sangre, ese pus, esos
medicamentos y esa mierda es lo que hacen llegar a los platos.
Pero la industria de la carne sabe también que no podrá seguir
mintiendo mucho tiempo más. Por eso InterPorc, el mayor lobby español de
explotadores de cerdos, puso en marcha su perversa campaña 'Pork Lovers Tour'
y ha comprado anuncios en Google donde aparecen posicionados en primer
lugar si se hace una búsqueda con los términos ‘maltrato animal cerdos’.
Por eso Campofrío ya no ridiculiza en sus anuncios a los vegetarianos sino que anda haciendo publicidad de hamburguesas vegetales. Por eso Tyson Foods, el mayor productor de carne en Estados Unidos, está invirtiendo en desarrollar tecnologías para producir ‘carne limpia’ (células alimentadas). Por eso China, el mayor productor de carne en el mundo, donde se mata a 700 millones de cerdos al año, está sumándose también a esta alternativa incruenta, más barata y sin emisiones que suponen una de las principales causas del calentamiento global. Por eso en España importantes editoriales han publicado en los últimos meses varios libros centrados en los derechos animales y planteándolos como un asunto político al que ha llegado la hora de atender.
Por eso Jordi Évole se ha infiltrado con los activistas en las granjas
de los explotadores de animales y ha denunciado sin (apenas) mordazas a
una gran empresa como El Pozo. El terrorista Évole.
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