jueves, 1 de febrero de 2018



“Hay que dirigir los esfuerzos para con la Sociedad en tres principios claves: Agitar, educar y organizar”.


Autor: Arturo Colado
Fotografía: Francesc Sans
 Público

Con motivo de la retrospectiva que la Filmoteca de Catalunya dedica al director británico Ken Loach (que acudió a la proyección de su última película Yo, Daniel Blake, ganadora de la Palma de oro en el Festival de Cannes de 2016), hemos tenido la oportunidad de conocer las impresiones políticas y cinematográficas de este octogenario cineasta, regresado de su retiro en 2014 para hacer más patente, si cabe su compromiso con la sociedad que le rodea y la denuncia de sus miserias.




Mucha gente del norte de Inglaterra, de clase trabajadora y desempleada, votó a favor del Brexit. ¿Daniel Blake (Yo, Daniel Blake, 2016) lo hubiese hecho?
La mayoría de gente que votó a favor del Brexit apoyaba a partidos de derechas, conservadores. Fue, por tanto, esencialmente un voto de derechas, porque el voto de izquierdas supuso, únicamente, una tercera parte.
Es cierto que una parte de la clase trabajadora votó por el Brexit y, básicamente, se trata de gente que se siente abandonada, que se siente dejada atrás, tras el cierre de la industria, que no ha sido regenerada. Realizaron un voto de castigo hacia Europa, por estos motivos.
Es similar a lo que ocurre en Estados Unidos. Es la gente a la cual el Neoliberalismo, esta economía totalmente desregulada, ha destruido. Y creo que su opinión respecto a la Unión Europea es correcta. Porque su prioridad son los beneficios para las grandes empresas. La protección de los trabajadores es algo secundario. Igual que lo es la protección del Medio Ambiente.
La libre circulación de capitales supone que las empresas se establecen donde la mano de obra es más barata. Y la libre circulación de trabajadores, a menudo, se traduce en que el trabajo irá a parar a la gente que está dispuesta a cobrar menos.
No existe ningún intento ni voluntad de equilibrar en el Mercado la oferta de trabajo y la recompensa por realizarlo, salvo compensar el Mercado.
Lo más triste es que esta visión de Europa se ha acabado uniendo a la visión anti-inmigración de la extrema derecha. En lugar de apostar por la solidaridad, por ver cómo podemos vivir todos juntos, la Derecha ha conseguido introducir más división. Ha centrado el foco en la persecución de los inmigrantes.
Los argumentos de la Izquierda han quedado fuera de juego. Nadie los escuchó. Quedó fuera del debate, porque, además, los medios de comunicación están en manos del Establishment.
Daniel Blake se muestra en la película como alguien contrario a la tecnología y al progreso. ¿Realmente hemos de mirar hacia atrás y aprender alguna lección?
Las cosas nunca son tan sencillas. El problema no es la tecnología. La tecnología en sí es neutra. La cuestión es quien controla la tecnología y con qué objetivo.
Cuando era niño, después de la Segunda Guerra Mundial, viví un estado de ánimo general que hacía que la guerra alimentase un esfuerzo colectivo en busca de la paz. Existía una generosidad en el ambiente. La gente era buena vecina. La idea de “servicio público” era una idea popular y gustaba, a pesar de que la base de la sociedad ya era capitalista.
La ambición y avaricia individualista es lo que hizo que disminuyese el servicio público. Esto se produjo durante el gobierno de Thatcher.
Actualmente es lo que vivimos. Aunque es necesario entender que aquella tampoco fue una época dorada. Cada época tiene sus propios problemas.
 ¿Qué relación debe tener el cine con conflictos sociales como, por ejemplo, el que se está viviendo en Catalunya durante los últimos años, que atañe a la búsqueda de la independencia? Usted ha abordado en su cine temas de independencia de Irlanda y ha hablado de tensiones entre el Estado y la Sociedad…
(Risas) Estaba seguro de que se me iba a hacer estar pregunta… Tengo la sensación de que estoy a punto de entrar en un campo de minas…
Creo que hay una diferencia entre el periodismo y la gente que hace cine, que no está constantemente aportando noticias. Ambos son importantes, pero pienso que los periodistas y la gente que coge el pulso de la Realidad lo que hacéis es registrar, dejar huella de lo que ocurre en las calles. Es decir, registráis la historia tal y como ocurre. Seguramente conocéis aquella frase que dice que “el periodismo es el primer borrador de la historia” (Sonríe). La gente que hacemos películas tenemos un papel diferente. Lo que tratamos de hacer es ver la esencia del conflicto. Y esto, en general, sólo se puede hacer en retrospectiva. Puede que lo que hagamos es el segundo borrador de la historia.
En el caso de Irlanda, lo que tratamos de mostrar fue que era la última colonia británica. Y toda la lucha, toda la resistencia armada era una lucha contra una ocupación imperialista. Esto es muy impopular en Gran Bretaña, en Inglaterra, y fuimos señalados como gente que odiaba nuestro país. Cuando vinimos a España, intentamos mostrar el punto de vista de las brigadas internacionales que se solidarizaron con la República. Lo que quisimos era mostrar su experiencia dentro del bando republicano.
Nuestras directrices parten de identificar los intereses de la clase social trabajadora. Lo que intentamos, desde nuestro criterio, es basarnos en la idea de saber si los intereses de la clase social trabajadora están defendidos o, más bien, son atacados. Por tanto, tanto en el caso irlandés como en el caso español, intentamos descubrir en qué punto se encontraban estos intereses. (Sonriendo) Quizá he dado muchos rodeos para responderte…
Lo que espero poder descubrir durante mi estancia en Catalunya es donde radica el interés de esta clase trabajadora, en relación con el tema de la independencia. Cualquier sugerencia que podáis darme será bienvenida… (Risas)

Como cineasta comprometido que no ha vivido nuca de espaldas a la Realidad y a la Sociedad ¿Qué opina del conflicto que se vive aquí? ¿Lo ha seguido desde su país?
Sí, por descontado que he ido siguiendo el proceso catalán, lo mejor que se puede seguir desde otro país.
Lo que más nos ha sorprendido es el hecho de que, al intentar comprender este proceso, intentando descubrir cual es el programa social del movimiento independentista, un poco en oposición al programa social que se propone desde Madrid, no hemos sido capaces de desentrañarlo. No hemos acabado de verlo claro.
La clase trabajadora de una región, de una nación, de una zona… llamémosle como queramos (Risas) , tiene, creo, los mismos intereses que en otras regiones, zonas, de… (sonriendo) la Península Ibérica o, también, de Europa. Básicamente, a la gente lo que le interesa es tener una casa, un sueldo, salud, una pensión, escuelas… una seguridad. Y no hemos acabado de descubrir exactamente la conexión entre el movimiento independentista y si todos estos intereses irían hacia delante o hacia atrás.
¿Cómo se puede seguir siendo de izquierdas, progresista, idealista en el mundo actual?
Esperanza y optimismo. (Sonriendo) No es demasiado difícil.
El sistema esta cerca de colapsar. Las grandes empresas miran alrededor y únicamente buscan dónde y cómo pueden obtener mayor beneficio.
Recientemente leía en un diario británico que, cuando un niño queda huérfano, va con una familia de acogida. Este proceso suele ser gestionado por los consistorios. Sin embargo, dos terceras partes de esta gestión la realizan empresas privadas, que obtienen beneficio de la vulnerabilidad de estos niños. Además, estos beneficios van a cuentas bancarias suizas, evitando pagar impuestos.
Este es, sencillamente, un ejemplo de hasta qué punto el sistema está corrupto y hasta qué punto invade las relaciones humanas, personales, destruyéndolas de tal manera que, simplemente, no puede durar.
Estoy de acuerdo cuando se afirma que, en muchos lugares, la Izquierda puede parecer débil. Pero existe una rabia que está creciendo. Hay un sentimiento de insatisfacción creciente y una percepción de que este sistema es intolerable.
De hecho, en Reino Unido, el partido socialdemócrata ha realizado un salto considerable hacia la Izquierda, respecto a los tiempos de Tony Blair. Y creo que, por una vez, el resto de Europa puede aprender algo.
(Sonriendo) Por tanto, camaradas, marchemos hacia la Izquierda…
Afirma que tenemos que tender hacia la Izquierda. Que tenemos que tener esperanza y optimismo. Sin embargo, los resultados electorales en Europa, en España, incluido aquí en Catalunya, están demostrando que las clases populares están decantándose por opciones que, en principio, no están relacionadas con sus intereses. ¿Cómo cree que se debería actuar para tratar de cambiar esta tendencia?
Creo que lo que vemos es un fracaso de liderazgo político.
Ocurrió mismo en la Alemania de los años 20 y 30… y ya sabemos cómo acabó.
Creo, repito, que es una cuestión de liderazgo político. De cómo se analiza la política. De cuales son los programas que se presentan… Al fin y al cabo, siempre se trata de os mismo.
Además, creo que es importante decir que en elecciones anteriores se podía pensar en perder una batalla, con opciones de ganar la siguiente. Pero, ahora mismo, eso ya no es posible. Es un lujo que ha dejado de ser posible.
Sabemos que, si las cosas no cambian, el planeta no sobrevivirá. No podemos esperar que las cosas cambien con la llegada ahora de la Derecha, ahora de la Izquierda. Si seguimos pensando únicamente en el crecimiento económico y en el beneficio a corto plazo, agotaremos los recursos del planeta. Por tanto, la motivación de la Izquierda no debe ser sólo la justicia social, sino la protección del planeta en el que vivimos.
Existe una expresión, bastante escatológica, en inglés que dice “quita las zarpas de aquí”. Es el mensaje que debería tomar la Izquierda.
Deduzco que conoce la lacra de corrupción que corre por Europa y se “desmelena” en nuestro país. Son comunes los casos en que miembros o ex-miembros de los gobiernos se sientan ante los tribunales, sin que la Sociedad parezca reaccionar y la Democracia se vea afectada, cuando no recortada. ¿Hay alguna esperanza de acabar con esto?
En efecto. He seguido los múltiples casos de corrupción a través de la prensa y conozco, básicamente, lo mismo que vosotros.
Me parece bastante obvio que, como decían los socialistas americanos, hay que dirigir los esfuerzos para con la Sociedad en tres principios claves: Agitar, educar y organizar.
Se ha de hacer trabajo político. Se ha de trabajar con los sindicatos, en el caso de que éstos no estén también corruptos. Se ha de trabajar con asociaciones y comités locales. Se ha de dar respuesta a las verdaderas necesidades de la gente, ya sean educativas o de sanidad. No existe atajo alguno.
El peor enemigo es el fatalismo. La resignación es un camino sin retorno.
Cualquier victoria, por pequeña que sea, es importante, porque da confianza. Es necesario que la gente sienta que tiene poder, fuerza. Que puede intervenir. Es necesario construir este sentimiento de fuerza y de solidaridad.
Se ha de reclamar parte de la Historia. Se han de recodar las pequeñas y grandes victorias que se han conseguido. Hablar de posibilidad y encontrar nuestros puntos de unión para reclamar estos aspectos que conforman la identidad de la gente.
Hay mucho trabajo por hacer.
Usted empezó a ser conocido en nuestro país a partir de su película “Agenda oculta” (1990). Sin embargo, existía mucho trabajo anterior: Kes (1969), The Gamekeeper (1980), Miradas y sonrisas (1981) … caracterizadas por su colaboración con el guionista Barry Hines, fallecido recientemente. ¿Cree que, tras romper su relación con él, cambió un poco su perspectiva sobre su trabajo cinematográfico?
He trabajado con varios escritores y guionistas y todos son especiales. Específicamente, con tres guionistas durante largos periodos de tiempo. El primero fue, en efecto, Barry Hines. El segundo, Jim Allen, quien escribió “Tierra y libertad”, entre otras películas. Y ahora, desde hace unos veinticinco años, trabajo con Paul Laverty.
Los tres tienen cosas en común, pero el talento de cada uno de ellos es muy especial.
Barry Hines captaba, y utilizaba, perfectamente el lenguaje y la cultura de la gente de su región (Yorkshire). La compasión, la calidez, la humanidad de su forma de narrar era muy especial. Muy suya. Era, esencialmente, un novelista. (Emocionado) Lamentablemente, cuando era demasiado joven, alrededor de sesenta años, comenzó a sufrir Alzheimer, lo que le impidió seguir escribiendo.
En cada película existen muchas asociaciones. Y una de las esenciales se produce entre guionista y director. Son alianzas y, por tanto, con cada nuevo escritor, la relación cambia… y sería un error que no fuese así.
¿Qué proceso sigue para la elección de sus actores? ¿Cómo consiguen que actúen de esa manera, incluso en casos como Felices dieciséis (2002), en que parte del elenco lo componían chavales de la calle, sin experiencia actoral?
Junto con el guion, la elección de los personajes es lo más importante a la hora de realizar una película.
En primer lugar, se ha de encontrar gente que sea creíble. Que den una sensación veraz de pertenencia al lugar donde se desarrolla la película, a la clase social sobre la que habla la película. Y eso se nota en su piel, su manera de hablar, su pose. (Sonriendo) La burguesía no puede interpretar a un trabajador… y, probablemente, el caso contrario tampoco puede darse.
El trabajo del director es mostrarnos claramente, y cada vez más, esto a lo largo de la película. Dicho de otro modo, la película casi deviene en un documental de las personas que participan.
Si tienes una buena historia y un buen guion, por sencilla que ésta sea, cualquier conflicto que se muestre debe quedar patente por parte de los personajes que intervienen. Tienes que encontrar a través del guion la esencia misma del problema que estás planteando y que este problema permita ver un panorama mucho más amplio. Que únicamente con dos o tres personajes y sus interacciones puedas entender el contexto, la coyuntura de la sociedad que hay detrás.
Está búsqueda, este debate para encontrar los personajes y las situaciones adecuados es donde Paul Laverty lo clava.
¿Cómo sabe cuando tiene una buena historia entre manos?
No lo sé (Risas). Pienso que has de creer en el proyecto y que funcionará. No siempre ha estado así. En algunos casos pensamos que funcionaría y no ha sido así, ya sea porque el protagonista era erróneo o porque el guion y la narrativa no eran suficientemente correctos.
Si no funciona, mala suerte. Qué le vamos a hacer. Es una cuestión de instinto, intuición. Has de explorar, ir probando… y cruzar los dedos (Risas).
Con Jim Allen pensamos mucho durante el rodaje de Tierra y libertad (1995). La historia más evidente que teníamos que explicar era la lucha contra los fascistas. Sin embargo, el núcleo de la cinta era el dilema de la Izquierda sobre si la revolución no sólo era posible, sino, más bien, si ganarían la guerra a través de la revolución o dejándola de lado. Y este dilema resulta más interesante que la simple lucha contra los fascistas.
Si analizas la Historia, el Establishment ha querido siempre explicar e imponer, que la socialdemocracia, los estalinistas tenían la fantasía de que ellos eran los que luchaban contra el fascismo, cuando creo que la Historia es mucho más interesante cuando escarbamos bajo este discurso tan estandarizado.
¿Se considera heredero del Free cinema? Su trabajo se inicia justo desde que finaliza este movimiento. ¿Ve alguna relación?
Es interesante, ya que nadie habló del Free cinema hasta unos años más tarde. Creo que existe más en los libros sobre cine que respecto a nuestra propia experiencia.
Sí que es cierto que hubo cinco o seis películas a finales de los años 50 y principios de los 60 sobre la clase trabajadora del norte de Inglaterra. Y el gran logro fue que se hablase de esta gente.
Lamentablemente, la mayoría de estos directores fueron rápidamente hacia Hollywood o hacia el teatro. Y con la arrogancia de la juventud pensamos que era más una moda que un compromiso.
Sin embargo, creo justo decir que hicimos avanzar la historia del cine. Y que nos beneficiamos de eso.
Antes hablaba de pequeñas victorias. ¿Considera que su cine ha influido en la Sociedad, hasta el punto de promover algún pequeño cambio legislativo o tener incidencia en la actualidad?
Hasta hace poco hubiera dicho que Kes consiguió esa influencia. Es la historia de un niño de catorce años que entrenaba un halcón.
Asimismo, el telefilm Cathy vuelve a casa (1966), sobre las personas sin hogar, provocó un amplio debate.
Curiosamente, Yo, Daniel Blake, que muestra como se trata, como se castiga a la gente más vulnerable, siendo mi última película, ha sido la que ha generado un fuerte debate, al abordar un tema que todo el mundo conocía, pero obviaba.
Usted comentó que volvía de su retiro a causa de la situación de empeoramiento de la situación social general. ¿Está preparando algún nuevo proyecto para continuar con su labor de denuncia?
Estamos trabajando en una idea, pero, sinceramente, en este momento no sé si será realizable.
¿Sobre? ¿En Europa, en Inglaterra…? ¿La dificultad radica en temas económicos?
(Risas) En este momento no puedo desvelarlo. Traería mala suerte. Pero espero que sirva como aplicación general… La situación económica es muy similar en toda Europa. Es decir, un microcosmos que puede extrapolarse a cualquier otro lugar.
La dificultad es una cuestión de edad (Risas).

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