lunes, 11 de septiembre de 2017

Porca miseria


¿Cuántos tipos de referéndum se pueden celebrar en España?

En España, la democracia se asienta sobre un sistema de representación parlamentaria, en el que las decisiones sobre el devenir político del país emanan de los representantes elegidos por los ciudadanos en las urnas. Precisamente esta es una de las críticas principales a nuestro sistema, el hecho de que los ciudadanos sólo ejerzan la soberanía que proclama la Constitución cuando se celebran elecciones. Sin embargo, la Carta Magna auspicia ciertos instrumentos de democracia directa, aunque su alcance es limitado. Estas instituciones de democracia directa son: la iniciativa popular, el Concejo Abierto y el referéndum.
La iniciativa popular es un mecanismo según el cual, los ciudadanos pueden participar en el proceso legislativo mediante la presentación de proposiciones de ley que cuenten con un respaldo, como mínimo de 500.000 firmas. Sin embargo, esta iniciativa popular se topa con unos estrictos límites legales, y es que, las materias que deben ser reguladas por ley orgánica, los asuntos tributarios, los de carácter internacional, la prerrogativa de gracia, la planificación de la actividad económica y los presupuestos generales del Estado, no pueden ser objeto de esta iniciativa. Además, la iniciativa popular es prácticamente inviable debido a los recelos y restricciones que encuentra para ser admitida y tramitada por el Parlamento.

El Concejo de Abierto es una forma de democracia directa regulada por el artículo 140 de la Constitución, y sólo aplicable los municipios con menos de 100 habitantes. En estos lugares, son los vecinos quienes toman las decisiones y ejercen de autoridad, mediante la figura del alcalde y la Asamblea Vecinal, a la que pertenecen todos los electores.
El referéndum es una consulta a la ciudadanía, mediante una pregunta a la que sólo cabe respuesta afirmativa o negativa, es decir, que los ciudadanos expresan su acuerdo o desacuerdo con una determinada propuesta. La Constitución establece que el Estado tiene la competencia exclusiva para autorizar la celebración de referéndum, aunque existen diferentes tipos de consulta.
En el ámbito estatal se distinguen 3 tipos de referéndum:

- Referéndum de ratificación de una reforma de la Constitución, o bien total o bien parcial pero que afecte a los ‘títulos blindados’: Título preliminar (normas y valores del ordenamiento jurídico), el Capítulo 2 de la Sección Primera del Título I (derechos fundamentales), y el Título II (La Corona). Se convocará, de forma obligatoria, cuando el Congreso y el Senado hayan aprobado el nuevo texto constitucional, y el resultado de esta consulta será vinculante. Dada la dificultad para emprender una reforma constitucional de este tipo, hasta ahora no se ha realizado ninguna.

- Referéndum facultativo de ratificación de una reforma de la Constitución, siempre que ésta no afecte al Título preliminar, Capítulo 2 de la Sección Primera del Título I y Título II. Se convocará cuando las Cortes Generales hayan aprobado la citada reforma constitucional, y si una décima parte de los diputados o senadores lo solicitan, de forma que se trata de una consulta de carácter voluntario y no obligatorio, aunque si se celebra, su resultado será vinculante. Hasta el momento, sólo se ha celebrado un referéndum de este tipo, y se llevó a cabo en 1992 cuando se añadieron las palabras “y pasivo” al artículo 13 de la Constitución, por exigencia del Tratado de Maastricht.

- Referéndum consultivo sobre decisiones políticas de especial trascendencia, regulado por el artículo 92 de la Constitución. Se trata de un mecanismo que permite al Gobierno de turno conocer la opinión de los ciudadanos al respecto de alguna decisión o política que pueda resultar polémica. En este caso, es el Rey quien tiene capacidad para convocar este referéndum, a petición del Presidente del Gobierno, previa autorización del Congreso de los Diputados. Aunque el resultado de esta consulta no es vinculante, es una opción arriesgada para el Ejecutivo. Esta modalidad sólo ha sido empleada una vez en nuestra democracia, y lo impulsó en el año 1986 el presidente Felipe González para proponer la permanencia de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en la que el resultado fue favorable.

En el ámbito autonómico se pueden realizar 4 tipos de referéndum, aunque tres de ellos no pueden llevarse a cabo en nuestros días. El referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica y el referéndum de ratificación del proyecto de Estatuto de Autonomía, ya no pueden realizarse porque se celebraron cuando se terminó el diseño del Estado de las Autonomías. El referéndum sobre la incorporación de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca, es de imposible cumplimiento a día de hoy. Por lo tanto, sólo existe una modalidad abierta de consulta de tipo autonómico, y es el referéndum de reforma del Estatuto de Autonomía. Por último, algunos Estatutos de Autonomía incorporaron la posibilidad de que se celebraran referendos municipales.

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Estas son nuestras maravillosas posibilidades participativas como ciudadanía en   la política de nuestro modelito de estado. A quien se lea la Constitución, vea lo que hay al respecto, y no sea tonto de baba, no le queda más que intentar por todos los medios que cambie lo antes posible.
Todos los tipos de referendums que se proponen en el documento, tienen las alas recortadas a la medida del señorío feudal que mangonée el cotarro nacional en cada situación. Hay un tímido atisbo de ILPs (iniciativas legislativas populares) que no permiten tocar los asuntos que más necesitan reformarse: los tributarios, los de carácter internacional, la prerrogativa de gracia, la planificación de la actividad económica y los presupuestos generales del Estado. Cómo será la cosa que el referendum para preguntar sobre la posibilidad de una secesión legítima ni siquiera se contempla.

La misma Carta Constituyente es un magno carajal que se contradice  sin parar.
Considera al pueblo soberano, pero le encaloma para que decida por él un soberano que nadie ha votado, sino que vino de regalo con el atado y bien atado de una dictadura criminal; empezamos bien.
La división del territorio la calcaron de la geopolítica franquista solo que le dieron el eufemismo de CCAA (no son cajas de ahorrro, sino Comunidades Autónomas; como luego se verá, las tarjetas Black demostraron de sobra que las siglas eran una revelación previa de las maravillas que habían pergeñado en su día con el derecho de pernada) sin molestarse en consultar al cacareado pueblo soberano, si estaba de acuerdo o no; el cacicato y sus esbirros mediáticos objetan siempre que se podría haber rechazado el documento en 1978 votando que no y tienen razón...aparentemente. Porque aterrizando en la realidad: ¿acaso está en condiciones un paciente recién sacado de la UVI  de decidir qué tratamiento necesita para conseguir su recuperación? ¿Están en condiciones de recetarle el tratamiento los mismos médicos que le apalearon y le enfermaron antes de darle el alta subrogada y cogida con papel de fumar? 
Un pobre y apaleado pueblo al que después de tres años de guerra exterminadora se le encierra en la cárcel de una dictadura tenebrosa y cruel donde se le deja aislado, vigilado, amenazado y sin nada decente a lo que agarrarse, mientras la propaganda, las noticias y hasta los libros de texto le machacan con la suerte que tiene al contar con un caudillo elegido por la gracia de dios -y bendecido por la iglesia, su lugarteniente en la tierra,  hasta que el carcelero muere de muerte natural pasados los ochenta inviernos-, se traga el primer cuento que le cuenten y además, como  padece el síndrome de Estocolmo hasta ha terminado por sentirse huérfano de abuelo pendejo y bloqueado por el miedo a  quedarse como un esclavo sin amo o un perro sin dueño. ¿Qué clase de Constitución puede salir de semejante caos fraudulento y ensangrentado por los asesinatos y las torturas contra quienes osaban hacerse alguna pregunta y lo decían? ¿Cómo no confiar en el primer signo de comunicación entre el poder y la plebe que se descubre en la vida o en cuatro décadas que se debieron hacer eternas para los miembros de la generación de mis padres, que no fueron abducidos por el lodazal?
Me recuerdo, a mis 31 años, votando la Constitución con la carne de gallina y llorando de emoción e incredulidad en la fila camino de  la urna de aquel colegio electoral de Alcalá de Henares. No me parecía real que de repente, del estiércol repugnante pudiese nacer, como un milagro, una democracia viva y sana. Y, por desgracia, la historia ha demostrando, que en efecto, todo se redujo a unos calculados y retorcidos efectos especiales, que culminaron tres años más tarde en el montaje del 23F. Pero ya era tarde.

La inmensa mayoría de los pueblos de Iberia había mordido el anzuelo y aceptado el montaje como lo mejor que podría habernos pasado. Si se te ocurría poner en duda tantos milagros repentinos, se ofendían y te espetaban, "¿qué pasa, que preferirías lo de Franco? Al menos ahora tenemos democracia y normalidad, y libertad sin ira, guárdate tu miedo y tu ira, porque hay libertad sin ira, libertad y si no la hay, sin duda la habrá". Hasta con música.
Ése fue el chantaje que aceptaron hasta los comunistas, -se entiende por las circunstancias del exilio y el cansancio de una lucha estéril y sin fin, más el declive ético y político de la URSS y del maoísmo- y tampoco se les puede culpar de morder un anzuelo conciliador que te legaliza y te escucha tras años de persecución y calvario. Y además veías cómo España salía del lumpen y de la marginalidad  y que Europa era una madre acogedora que hablaba alemán y suspiraba en francés, y que los USA nos admitían en la OTAN frotándose las manos y que si se hacía una reconversión industrial del copón y se recortaban trabajos y derechos, no pasaba nada en realidad, porque mamá Europa y los hermanitos bondadosos, nos llenaban el frigo y nos hacían la compra y hasta nos pagaban las chuches carísimas de unos JJOO y una Expo que lo flipas. E incluso llegaron a conceder en Aquisgrán el premio Carlo Magno a la dignidad europea y regeneradora (¡qué ojo, xd!), nada menos que al mejor vendedor de enciclopedias de atrezzo que ha tenido la política española después de Kiko Ledgard y el Un, dos tres...Felipe González, el abogado de la Monipodio Factory, alias ex-camarada Isidoro. Qué temazo para una novela por entregas.

Pero, si en aquellas tesituras se te ocurría decir que la Constitución era un hatajo de remiendos fachas con retoques de chapa y pintura para cubrir expediente de un cambio que no era posible hacer en un par de años ni seguramente en una década con tal disposición y ceguera, y que se romperían a cachitos en cuanto hubiese vacas flacas, un vacío repentino y unas miradas de desprecio, como único argumento, te hacían aterrizar en aquella realidad que era una mentira coloreada como la copa de un pino y con muchas siglas políticas para confirmar lo equivocada que estabas y lo desconfiada que eras. Y hasta te llegabas a plantear si, después de todo,  tendrían razón, hasta que un buen día escuché a Julio Anguita diciendo lo mismo que yo. Y pensé, vaya, otro loco con el mismo tema. Ya somos dos. Por algo se empieza. Y desde entonces he votado a IU, excepto en dos ocasiones de voto útil a la desesperada: la que le dió 10 millones de votos al Psoe y la que colocó a Zapatero en la Moncloa y mandó a Aznar a hacer faes, tras el horror y las mentiras del 11M.

Ahora, a mis setenta recién cumplidos y con media familia en Alemania (que ni siquiera ppueden votar), la vida me recuerda que a lo mejor los poetas somos más profetas de lo que nos gustaría. Y que era cierto lo de que la Constitución era el timo de la estampita, inventada exclusivamente como un parche Sor Virginia, para que todo siguiera igual mientras aparentaba cambios decisivos que nunca han sucedido sino es, como asegura Rajoy, en plan cuanto mejor para ellos, -los constituidos en asociación psedopolítica para delinquir-, peor para la ciudadanía y viceversa. 

Lo que no me podía imaginar era que pasados 38 años del embolado, estaríamos peor aún de lo que imaginaba en mis peores previsiones y que sólo Catalunya, -en un ataque inicial conjunto con los corruptos y ladrones de Convergencia- sería el niño capaz de gritar sin miedo que la Emperatriz Constitucional va en bolas y que los sastres fraudulentos no sólo no le hicieron ningún traje mágico, sino que vaciaron el tesoro del reino y se lo llevaron de paraísos por el mundo en una fiesta permanente de indecencia y de expolio, en la que Convergencia se puso las botas igualmente. Con los falsos emperadores vendiendo armas por esos mundos homicidas, eso, sí, legales. Muy legales. Y con todos los tribunales de su parte. 

Sin embargo algo me dice que la conciencia de la España limpia de corazón y de ideas, no se traga el cuento y acabará por despertar ante la imposibilidad de seguir vivos. La calle y el Parlamento se unirán en una sola voz que retumbará en Europa y entonces la verdad será la única salida posible del agujero negro. O reconocer la verdad del engaño y cambiar de sistema y rumbo social, económico, político y ecológico, o el destrozo y el sálvese quién pueda del saqueo y la destrucción civil, con el fascismo en el cogote apuntando a matar desde el trono y la Moncloa, en medio de un mundo que agoniza globalmente. Por desgracia, no hay mejores horizontes si no espabilamos, se pierde el miedo y se da un golpe de timón, no desde las fuerzas armadas ni leguleyas, sino desde la inteligencia colectiva y su conciencia solidaria y justa. Una revolución de los claveles en un coro de voces plurales pero bien unidas por la misma melodía: el amor y la fraternidad que nos igualan y nos hacen libres de pesos muertos.



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