jueves, 14 de septiembre de 2017

Condición sine qua non

- Catedrático de Derecho Constitucional


Diada 2016 a Barcelona. Arc de Trionf La Diada de 2016. SANDRA LÁZARO

La celebración de un referéndum en Catalunya, a fin de que los ciudadanos de dicha comunidad manifiesten su voluntad de mantener su integración dentro del Estado español o de constituirse en Estado independiente, se ha convertido en una  condición sine qua non para que la competición política pueda desarrollarse con arreglo al canon de lo que se considera que es una competición democrática en cualquier país civilizado.
Es verdad que al constituyente español de 1978 no se le pasó siquiera por la cabeza que pudiera llegar a celebrarse un referéndum, a fin de que Catalunya y País Vasco pudieran independizarse. En esto el presidente del Gobierno tiene razón. Lo que ocurre es que, para tratar de evitar que tal eventualidad pudiera llegar a plantearse, fue para lo que se diseñó en la Constitución la vía de acceso a la autonomía de las “nacionalidades” que “en el pasado hubiesen plebiscitado afirmativamente proyectos de Estatutos de autonomía”, que consistía en el pacto entre los Parlamentos de dichas comunidades y las Cortes Generales, que posteriormente sería sometido a referéndum. El pacto entre el Parlamento de Cataluña y las Cortes Generales y el referéndum de los destinatarios del pacto es la Constitución Territorial de 1978. Dado que la reforma de esta Constitución Territorial exigía la renovación del pacto entre los dos Parlamentos y la ratificación del mismo en referéndum, el constituyente consideró que jamás se plantearía la convocatoria de un referéndum de independencia. El proceso diseñado en la Constitución para la aprobación y reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña garantizaba que así sería.


Y así ha sido hasta que el TC aprobó la STC 31/2010, sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya aprobada y en vigor desde 2006. Hasta ese momento el porcentaje de ciudadanos en Catalunya que aceptaban la Constitución y el Estatuto de Autonomía, el llamado “bloque de la constitucionalidad”, como fórmula de integración de Catalunya en el Estado español ha estado siempre en torno al 80 %. El independentismo ha sido una opción casi anecdótica hasta 2010. 
Es la STC 31/2010 la que lo cambió todo, en la medida en que destruyó la Constitución Territorial de 1978. La STC 31/2010 desautorizó el pacto alcanzado entre el Parlament y las Cortes Generales y desconoció el resultado del referéndum de ratificación de dicho pacto. Los dos elementos esenciales de dicha Constitución Territorial, el pacto interparlamentario y el referéndum, quedaron invalidados como fórmula de integración de Catalunya en el Estado.
A partir de ese momento, se produce una transferencia del apoyo ciudadano del “bloque de la constitucionalidad” a la convocatoria de un referéndum para que los ciudadanos de Catalunya se pronuncien sobre su integración en el Estado. El mismo 80% que ha estado apoyando ininterrumpidamente desde la entrada en vigor de la Constitución y el Estatuto dicho “bloque”, ha pasado a apoyar la convocatoria del referéndum. Todos los estudios de opinión lo confirman. Entre el 70 y el 80% se cifra el apoyo en Catalunya a la celebración del referéndum. Esto es lo que ha ocurrido entre 2010 y 2017.
Cuando esto ocurre, cuando el porcentaje a favor del referéndum alcanza en una sociedad el 80%, no es posible que se pueda abrir un debate político normalizado en ausencia del mismo. Sin referéndum falta el oxígeno imprescindible para que pueda existir un debate político. El único discurso posible es el de la reclamación de que el referéndum se celebre. O dicho de otra manera: el único discurso posible es el que en este momento representa el nacionalismo independentista. 
Mientras no se acuerde la celebración de un referéndum, los no independentistas estarán prácticamente privados de la palabra y condenados, por tanto, a la esterilidad. Lo estamos comprobando desde 2012. La única voz que se viene oyendo desde entonces es la del nacionalismo independentista. Una voz que prácticamente no había estado presente en el sistema político catalán en democracia, ha sido escuchada por un tercio del censo electoral, que es un 47% de los ciudadanos que ejercen el derecho de sufragio que acaba conformando una mayoría absoluta parlamentaria.
Enfrente no hay prácticamente nada. Puede haber una mayoría social que no quiere la independencia. Pero se trata de una mayoría que no puede expresarse políticamente en cuanto tal. Se ve obligada a expresarse de una manera fragmentada e inconexa, convirtiéndose de esta manera en poco relevante políticamente.
Mientras la posición del Gobierno de la nación siga siendo la que es respecto del referéndum, no hay debate político posible en Catalunya ni entre Catalunya y España. Los partidos de gobierno de España, PP y PSOE, cuya presencia relevante en el subsistema político catalán es indispensable para que dicho subsistema pueda considerarse parte del sistema político español, están condenados a la marginalidad. Y cada vez más. El Estado no puede estar ausente de Catalunya. No puede estar presente exclusivamente como “enemigo”, como lo calificó en su día Artur Mas.
Hay que darle la posibilidad a la eventual mayoría social no independentista de que se exprese políticamente en cuanto tal, restaurándose de esta manera las condiciones que hagan posible un debate político digno de tal nombre. Ya no hay posibilidad de dar marcha atrás y parar la historia en un momento en el que no hubiera sido necesario la celebración del referéndum. No hay debate político posible sin la celebración del referéndum. Hubiera sido preferible no llegar a este punto. Pero hemos llegado. 

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Este artículo es clarísimo. Desde el punto de vista del Derecho Constitucional, es impecable. Ojalá la cosa fuese así de fácil a la hora de solucionar conflictos como el actual entre Catalunya y el pp y los medios supuestamente 'equidistantes', -que no entre España y Catalunya-, susceptible de arreglarse con la sencilla y directa  aplicación de las leyes...si la esencia humana fuese solamente racional y no fuese además, emotiva.
Lo que de cara a la justicia y al derecho lo complica todo es que la esencia humana, además de razón tiene sentimientos, que son la síntesis saludable e imprescindible entre razón y emoción, conditio sine qua non con alevosía suficiente para ser humanos y no robots, ni computadoras parlantes y obedientes a una programación, por muy bien diseñada que esté.
El conflicto es mucho más profundo que la rivalidad histérica y personalista de los políticos en litigio, es un dilema de base que nos coloca ante lo que según nuestro sistema es una aporía irresoluble con las herramientas que hasta ahora tenemos disponibles: ¿hasta donde llegan las competencias de las leyes y hasta dónde los derechos legítimos, racional-emotivos, de la sociedad, que es el verdadero sujeto, objeto y motor de la política y de las leyes, integradas por seres humanos y no por pokemons? 

Las ideas tienen siempre una réplica como sentimientos o como carencia de los mismos; esta segunda opción nos llevaría por un lado al peligroso terreno de la psicopatía sociopolítica (mucho más frecuente y familiar de lo que imaginamos), cuyo estereotipo más claro es la delincuencia por vocación como individuos y por otro lado a las dictaduras por devoción, en lo colectivo, como soluciones drásticas con las que "arreglar" lo que la carencia de lucidez y de inteligencia emocional (o sea, inteligencia completa para vivir y organizarse sanamente) no puede solventar con medios decentes y sanos, de los que evidentemente carece y no está dispuesta a crear ni a fomentar, siguiendo paradigmas obsoletos y ya periclitados, pero aún en uso.
A la recíproca, los sentimientos también regulan las ideas y las moderan o las exaltan en la medida en sean razón o emociones las que tengan mayor peso y campo de influencia. La madurez de la conciencia individual y colectiva es el árbitro y de ella depende aplicar ambos ingredientes con el equilibrio adecuado a cada situación. Por eso, a veces, un encuentro limpio de recelos mutuos y un abrazo pueden solucionar lo que nunca solucionará una ley, mientras en otras ocasiones la ley aceptada sin humillaciones por ambos flancos, facilita el abrazo como rúbrica. La solución real siempre pasa por el abrazo, que no tiene por qué ser físico. El abrazo es el acuerdo sin tapujos a favor del bien común que convence a los dos contendientes por encima de sus egos, su soberbia y sus dogmas intocables, es decir sus tabúes, que no aplasta a nadie y que saca la mejor disposición y despierta las mejores cualidades en todos.

Las leyes que sólo reprimen y aplastan lo que molesta a los contendientes, sólo consiguen el efecto contrario al que pretenden. Así lo explica muy bien Yuan-Tzú, el gran estratega del siglo VII a.d.c., en su "Arte de la guerra" cansado de ser general victorioso sin ver jamás resultados justos; 'vencer' no es en realidad una victoria sino una chapuza, un fracaso, porque lo que destruye el vencedor creará rencor y rebelión contra él, le minará el terreno que pisa, y en cuanto haya ocasión volverá el conflicto, porque ha dejado muertos, heridos, arruinados y humillados sin más razón que la aplicación de la fuerza en su propio beneficio. Es el caso español. Franco acabó con tanta gente en todos los sentidos, que la memoria colectiva tomó nota y apuntó en la agenda de las generaciones posteriores. Por eso España, a pesar del intento del 78, no ha podido superar aún su lacerada historia y no lo hará mientras gobiernen los sucesores clonados del dictado,r favorecidos "legalmente" hasta por el recuento de los votos que es un pucherazo d'hontdiano.

Lo mismo que para el uso de las armas, les vale para el uso de las leyes. En el caso de Catalunya, el hecho de que 'ganase' Rajoy (insisto, ese marrón no es de España, sino del pp) significará que para equilibrar la balanza psicoemotiva, en realidad y por efecto rebote, gane el odio recrudecido del independentismo, que también es un sentimiento victimista que de ese modo se extenderá del 48% que no ganaría nada, al 80 o 90% que haría de Catalunya una rebelión de 7 millones  de personas; ¿cuántas cárceles debería habilitar el estado español para aplicar sus leyes anti-referéndum, que no existen en una Constitución que mucho abarca y poco aclara? ¿O tal vez piensa hacer con Catalunya lo que Felipe V hizo con Xátiva en la guerra de sucesión, pero en plan asfixia económica e institucional?¿Qué diría Europa? ¿Qué dirían los bancos y el turismo? ¿Qué diría el Vaticano de esa cruzada rajoyana y egocéntrica? Ese pueblo convertido en víctima por la torpeza de un cretino y sus palmeros tendrá todas las de ganar  a la hora de la verdad en prestigio, credibilidad y salud democrática. Y su desobediencia hasta las últimas consecuencias, tendrá mucha más fuerza que todas las leyes juntas; el independentismo, desde siempre marginal en Catalunya, se está convirtiendo en el objetivo más honorable, gracias a quienes a pesar de haber estudiado las leyes y hasta de ser números uno en sus promociones y oposiciones a Abogados del Estado, no han comprendido jamás el modo de aplicarlas con justicia e inteligencia, que son inseparables. 

A Rajoy también le mueven los sentimientos personales de miedo al fracaso, al ridículo y a terminar de cara al público como el mindundi venido a más que es en realidad, ocupando un lugar político que le desborda cada vez con más evidencia, circunstancia que para el independentismo catalán es agua de mayo. Por eso le provocan cada día con más intensidad y con más motivos, claro. En ese terreno las leyes y el derecho a palo seco tienen muy poco que aportar, seguramente aplicados a lo bestia y por gónadas sean más un estorbo y una trampa contra el propio aplicador que una ayuda. 
Los tiempos son otros cada día más intensamente, gracias a la locura del sistema. Lo que ayer era lo bueno, hoy es lo peor y al contrario. Es el turno de la inteligencia emocional aplicada a la política, al derecho y a las leyes, quien no lo entienda y pretenda ser eterno gobernante en el plan de estos Sénecas y Cicerones de alcantarilla, fracasará.


Esto pasa cuando los sociópatas se hacen con el poder. Y no soy equidistante. La sociopatía en este caso está de parte del pp. Lo del independentismo es un juego de rol que se aprovecha de la enfermedad sociópata, soberbia y estúpida de los gañanes políticos que han usurpado el gobierno de España por medio de mentiras, fraudes y corrupción, que, por cierto, nada tienen que envidiar en cuestión ética a lo de esa Convergencia que aún gobierna en Catalunya. 

La víctima, como siempre, es el pueblo que siente y padece, que muere en los atentados tan oportunamente cronológicos, y para el que sólo queda un solo y mismo decreto ley aplicable a ambos lados del Ebro: ¡que se jodan!  

Será ese pueblo el que abra los ojos y salga del encantamiento. Es él y solo él el que puede y debe acabar sacudiéndose de encima la costra de las manipulaciones del color que sean, sin olvidar que la desobediencia civil es un billete de ida y vuelta necesario para el equilibrio social; aplicable en los dos lados del muro que 'separa' falazmente, en plan David Copperfield o Juan Tamariz, dos modos de la misma esclavitud institucionalizada. Puro ilusionismo lejísimos de la realidad ciudadana, con el que nos entretienen mientras nos despluman y nos hunden el presente y el futuro.

Y el sentimiento siempre irá en la vanguardia como fuerza motriz. La ley en la retaguardia como intendencia imprescindible y terapia rehabilitadora. Si falta una de las dos y no es posible la rúbrica de su abrazo, todo será inútil y destructivo. No es Catalunya ni es el pp, somos nosotros los protagonistas, lo que nos venden son ideas publicitarias al servicio del mismo negocio y del mismo régimen aunque los del 'Sí' independendista se amparan en la idea de la legitimidad republicana no hay que dejarse arrastrar por las proclamas con el curriculum de Pujol, el Liceu y de toda la trama tres per cent, esa pringue del cohecho y la prevaricación corrupta, no se lava con jabón, sino con el rechazo social, que Esquerra y las CUP parecen amnistiar con tal de la independencia que no puede ser a cualquier precio para muchos catalanes éticos; las dictaduras mercantiles y financieras, como China, o los estados corrompidos y sostenidos por USA, como el Chile de Pinochet o la Argentina de Videla, también se llaman 'república', degradando el concepto y su dignidad. La república y la democracia basadas en la legalización de la sinvergonzonería y la demagogia no son diferentes ni mejores que  una monarquía o de una dictadura.

Estos intentos desesperados de salirse con la suya desde el poder y a cualquier precio, sin tener en cuenta a los pueblos a los que dicen representar, sólo son el viejo guión del fracaso que ya no nos sirve para la era de la conciencia cooperativa y solidaria que se está empezando a construir. Tarde o temprano lo comprenderán, pero puede que para entonces el sufrimiento social acarreado ya no tenga arreglo y los pueblos no les perdonen.

Sin que tenga que ver la vena independentista, el referéndum no permitido, en cualquier caso, seguiría siendo el abismo insalvable y el fracaso legislativo del Estado español, no sólo para los catalanes, sino también para todos los españoles demócratas, libres  e igualitarios. Y para la propia ley, incapaz de hacer justicia cuando ésta debe ir en contra de un régimen paneuropeo impuesto por manipulación mutiladora del artículo 135 de la Carta Magna (bastante menos magna de lo que quiere aparentar) basado en la "legalidad" exclusiva de intereses económicos caciquiles por encima de derechos, libertades y deberes prometidos e incumplidos desde las urnas, ofensa de lesa ciudadanía, ante la que la ilustre cegata de la balanza subrogada, sólo aporta el silencio o el mejunje acomodaticio de doblar la bisagra y mirar para otro lado, sin ver nada, como es lógico con una venda en los ojos. Qué triste y desafortunada metáfora. Precisamente la justicia debería llevar en el hombro, como Atenea, la diosa de la razón, los ojos humildes y vigilantes de una lechuza, que nunca se cierran, sobre todo en la noche de los dogmas y prejuicios, cuando las tinieblas pueden darnos gato por liebre en medio del autoengaño y el chanchullo.

No porque Europa, cuya CE no entra en ni obedece al Parlamento de Bruselas, aplauda a Rajoy y a su circo 'secuestracional' de la democracia, la Justicia se cumple. Una UE que paga mafias y pacta con Erdogán, para secuestrar y matar refugiados y perseguir ONGs no es garantía de nada decente ni justo y más que un aval de equidad es un cómplice interesado en que la justicia siga ciega y no de palo al agua. Así nos va. Como país y como proyecto europeo.

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