sábado, 30 de septiembre de 2017

La España derrotada


No puede ser de otra forma. España ha perdido de todas todas y pase lo que pase mañana en Catalunya, no habrá manera de lavarle la cara a la derrota de todo lo que significa grandeza de alma y de miras, presente luminoso y futuro digno.

Amenazas desmedidas y agresividad insoportable. Cerrazón mental a tutiplén, atmósfera irrespirable. La política usada como un hacha de sílex. La peor España que recordamos desde el 78, mucho más dañada en sus instituciones que la del 23F, que ya es decir. En aquellas fechas la ciudadanía mayoritariamente coincidía en  que Tejero y los cuatro locos que le secundaron o manipularon eran una anécdota vergonzosa y el fascismo de Fuerza Nueva una secuela minoritaria de dinosaurios expulsados de Jurasic Park. O que el vodevil del ¡se sienten, coño! había sido simplemente una estrategia para asustar a los reacios a aceptar la monarquía (que eran suficientes como para preocupar a los padres de la nueva patria) y afianzar en el alma colectiva la figura de un rey franquista como salvador de la patria y de la democracia, acabar con la Borbonfobia y las aspiraciones a que la regeneración democrática fuese la siempre esperada y nunca realizada III República.  Sobre todo cuando Carrillo, el comunista, se descolgaba cada vez con más frecuencia diciendo que España no sería republicana mañana sino luego, muy luego. Un luego que pronto comenzó a sonarnos a nunca. 

Esa fue la primera tirada de toalla de los españoles. La segunda fue el síndrome de la confianza ciega en el Psoe que duró la intemerata, catorce añacos de un tirón, a lo largo de los cuales hubo tiempo para todo, desde colarnos la OTAN a base de referéndum manufacturado con truco preguntil hasta someternos al expolio de una reconversión industrial de la que nunca nos hemos recuperado ni siquiera a base de burbujas o precisamente por ellas, hasta entrar en la Guerra del Golfo para (según frase textual de nuestro mesías avatar ex-camarada Isidoro alias Felipe González) pillar parte del pastel de la que nuestra neutralidad tontorrona en las dos guerras mundiales nos había privado y hasta para el puntazo de inaugurar la corrupción en masa y estrenar la primera versión en democracia del terrorismo de estado con un GAL despampanante, tras cuarenta años de experimentos anticuados en la misma especialidad.
Al menos en las décadas de la dictadura sabíamos de primera mano que nos gobernaba un genocida declarado, que, como Rajoy, se encargó de  adecuar en plan  ley todo lo peor, o sea  prisión aleatoria de cadena perpetua para cualquiera que no diese la talla del modelo social exigido, mordaza absoluta, torturas a lo bestia y penas de muerte a cascoporro, combinadas naturalmente con la comunión diaria y los paseíllos bajo palio del tirano por las catedrales con plenos poderes y encaudillado por la gracia de Dios. Que no fingía en absoluto; era lo que aparentaba y aparentaba lo que era a pesar del sambenito tan injusto que se cuelga a los gallegos a quienes se señala injustamente como ladinos y opacos que nunca te dicen si suben o bajan si vienen o van como las oliñas de la canción. Con Franco nanay, todo era tan evidente que daba miedo. Debió ser su única virtud: transparente como el que más. Un monstruo a cara vista . Así a lo bestia, sin cortarse un pelo. Nunca podremos acusarle de engaño alguno aunque sí de romper la tradición neblinosa de la Santa Compaña. Cuando pronunciaba y firmaba las sentencias de cualquier arrebato matarile, no te salvaba ni la paz ni la caridad ni las súplicas de los varios papas con que su reino se tropezó en los cuarenta años que resistió al pie del cañón y de lo que hiciera falta, a pesar de ser Paco Medallas un ejemplo de catolicismo ferviente y ortodoxo. 

Debíamos estar muy mal acostumbrados a ver las cosas como eran en realidad y sin tapujos ni paños calientes. Un tirano era un tirano y el terror era el terror. Sin más adornos ni circunloquios. Por eso nos creímos la democracia a la primera del cambio.  Y estábamos como niños con zapatos nuevos o como pensionistas de nuevo cuño social. Felices como perdices. Como franceses o ingleses o belgas y alemanes. Ya no nos miraban al otro lado de los Pirineos como a supervivientes en un campo de exterminio. Hasta nos ganamos el respeto por haber conseguido superar el infierno sin matarnos entre nosotros, que por lo visto era lo que todos esperaban de un pueblaco iracundo, cejijunto, primario, taurófilo y necrófilo hasta las trancas. Luego, poco a poco, fueron pashando coshash, como diría Rajoy y fuimos comprendiendo que la democracia era menos clara que la dictadura e incluso podía ser mucho más traidora: te cantaba al oído sus maravillas, te las creías, te confiabas, te alegrabas, te animabas y de pronto, zás, aquí te pillo y te las doy todas juntas cuando menos te lo esperes. Toma reconversión de todo lo habido y por haber. Y no te quejes que a los españolitos buenos que no protestan, mamá Europa les premia con regalos estupendos. Y así el encantamiento de la euroserpiente Kaa se fue apoderando del Mowgli español.
"Confía en miiiiii..." Soplaba sottovoce la muy cuentista en los Juegos Olímpicos de Barcelona, en la Expo de Sevilla, en los mundiales de Naranjito, -la premonición materializada de Albert Rivera- en el dopping  a saco de los deportistas que se pusieron a batir récords y a escalar podiums como nunca...Era un milagro, sin duda,  con que la vida nos compensaba por la paciencia que derrochamos al  dejar morir en la cama a un sociópata que nos había convencido de ser nuestro redentor e incluso había hecho la proeza de raptar a un príncipe heredero y educarlo desde niño para que como él, su maestro y hierofante, consumiera su vida en nuestro servicio generoso, sólo que desde la ventanita iluminada de la Zarzuela, desde las juergas y cacerías con las hetairas de turno y los elefantes asesinados a sangre fría, o los bamboleos irreverentes de El Bribón, su velero que volaba sobre las olas del ancho mar sujetando entre las jarcias y el velamen la inestabilidad de la ilustre y soberana cornamenta real, en vez de hacerlo desde la discreta lucecita El Pardo o desde el modesto y bien ganado Pazo de Meirás, que con tantos esfuerzos y ahorros adquirió aquel dechado de austeridad y sacrificio por la patria, ¡cómo no!, nuestro adalid y defensor de derechos, libertades y otras hierbas, eso sí, de un modo tan peculiar, virtuoso  y discreto que nadie lo habría sospechado jamás.

Así, en medio de esa nebulosa tan agradable fuimos entrando en un nivel de elevación tal que ya no supimos distinguir nuestro bienestar de nuestro dormitar, nuestros sueños de nuestra realidad, nuestras pesadillas de nuestros colocones mediáticos, nuestro vuelo sin fin de nuestra ostia total. 

En medio de tal nirvana nos daba igual cualquier cosa. Éramos capaces de ver en Felipe Gonzáñez a Macchiavelli, en Rubalcaba a Don Quijote, a Amadís de Gaula en Aznar, a Tirant Lo Blanc en Zapatero, a Maroto en el Doncel de Sigüenza resucitado, claro, a Juana de Arco en Rita Barberá, en Ana Botella a Hildegard von Bingen, a Doña Urraca en Esparanza Aguirre y al mismísimo Abderramán III en Mariano Rajoy...Estábamos desbordados por semejante desfile de heroicidad  democrática. Ante tal derroche heráldico y épico, ¿quién hubiera podido pensar que todo ello pudiera ser producto de tanta dosis de heroína en modo cantar de gesta?


El primer zambombazo que vino a sacudirnos y a pinchar el burbujeo fue la masacre del 11M en 2004, como respuesta talibán a las ansias imperiales y ardor guerrero de Aznar en Irak, refrendado por el genio de Bush jr. y la ética socialista pasada por agua de Blair en la quedada de las Azores. Un ostión inesperado y espantoso que dio paso a una especie de cambio de perspectiva instantánea que para huir  de la quema y de  la vergüenza, nos precipitó mediante el voto útil y escaldado en los cariñosos brazos del Psoe, que para entonces había cambiado el taoísmo gatuno, tan cínico como pragmático de González, por el talante abierto y decente de Zapatero. Que por cierto nos sorprendió comenzando a gobernar al día siguiente de jurar el cargo como  presidente del Ejecutivo.
Se vivía bien y no se pensaba en el futuro inmediato ni remoto. Todo era un presente continuo y suave. Recuperamos de nuevo el estado de nirvana, con más experiencia en socialdemocracia y más olvido in crescendo de la realidad. Un trabajador de la construcción podía ganar 2500€ mensuales y los inmigrantes establecerse sin problemas y con todos sus derechos respetados. La Seguridad Social cotizaba a lo bestia y el Pacto de Toledo garantizaba las pensiones sin problema alguno.

Por fin habíamos llegado a Wonderland. A nadie le preocupaba qué modelo de estado disfrutábamos, ande yo caliente y ríase la gente. Fue un buen tiempo con más ética y coherencia política que todo lo anterior, sin vanaglorias ni inciensos,la modestia y la cortesía en los modos institucionales, destacado por la igualdad, la paridad de género y la transparencia informativa hasta en los medios estatales, que fueron un ejemplo para el Occidente democrático; así que, pasado el trauma, reanudamos la dulce siesta y en ella levitamos otra vez, perdiendo de vista el suelo, en el que desde el laberinto del Minotauro en Wall Street (como lo llama Varoufakis), se tramaba entre silencio público, créditos a saco y latrocinio privado, la peor de las crisis económicas globales, después de 1929. Ya que EEUU, primero contagió la enfermedad bancaria urbi et orbe y luego nos exportó su déficit a la UE como mercancía obligatoria donde reponerse de sus excesos. España cayó en picado como todo el sistema en el que estamos insertos. Y la culpa no la tuvo Zapatero sino quienes le asesoraron mal. Él no es economista. Todo iba sobre ruedas para la economía del estado, pero fatal para las finanzas privadas. Y ahí Zapatero metió el zapato y la pata completa, porque eso ya era del dominio público y de sentido común. Y la cosa fue derivando y el Bilderberg entró en escena descaradamente.

Hasta aquel dies horriblilis en que el 135 de la Carta Magna nos despertó de golpe con la policía y el del banco para echarnos de nuestras casas, amparados en la  ley trajinada por la ministra de la Vivienda Carme Chacón, y  con la troika de fondo repasando las cuentas en black is black y unos pedazos de deuda privada que nadie sabía de donde salían así sin avisar, saltando de obligaciones a preferentes con una agilidad pasmosa y casi circense.
Zapatero hizo lo que pudo: proteger sin control estatal del Banco de España los bancos privados españoles con el dinero público, con el cual los altos cargos bancarios vieron abiertas las puertas de sus jubilaciones y se autoadjudicaron retiros multimillonarios, con lo cual, los ricos de siempre que  habían facilitado el crack en vez de ir a la cárcel por negligentes e irresponsables a la hora de gestionar los bancos, se hincharon a pasta y los pobres que compraron sus viviendas en el tiempo de las facilidades se quedaron atrapados sin trabajo por el estallido de las burbujas en falso y perdieron, por insolvencia, las viviendas que habían comprado cuando salía más barato comprar que alquilar. Eran miles de casos al mes, cientos de desahucios diarios. Por supuesto, completamente abandonados y olvidados a su suerte por un estado que creíamos gestionado desde el socialismo. No se les ocurrió negociar con la banca los desahucios a cambio de los rescates estatales a fondo perdido, por ejemplo, cambiando el modo de hipoteca impagable por alquiler con derecho a compra a la medida del poder adquisitivo del comprador-inquilino y con el estado como gestor y mediador. Los bancos estaban en deuda con el estado que sostiene la ciudadanía con sus impuestos, ¿qué menos que hacerles ceder su parque de viviendas expoliadas o devolver el dinero de sus rescates al estado, acaso los bancos dan dinero gratis a nadie, por qué habría que dárselo a ellos para cubrir su mala gestión y su expolio vuelto contra ellos? ¿Por qué se destrozaron las Cajas de Ahorro que dependían del Estado para proteger a la ciudadanía de la avidez de la banca privada? ¿Por qué se consintieron las tarjetas black? ¿Era esa política económica digna de una  conciencia socialista?

Todo esto ni Zapatero ni Jordi Sevilla, ni Solves ni Elena Salgado, asesor, ministro y ministra de Economía lo habían previsto. Ni la fallecida Chacón hizo nada por mejorar el desastre de ley que había pergeñado para los desahucios. Y eso, unido, a la gestión del gobierno europeo cuyo turno semestral le correspondía a España, diseñó la debacle que desbordó a Zapatero por completo. Se hubiese necesitado un Roosevelt, un Keynes y la capacidad para establecer un new deal español, imposible, una vez insertos de pleno derecho en la UE. Nos hubiera salvado la aplicación justamente del árticulo 135 de la Constitución. El miedo, como siempre, y la aplicación de "legalidades" ad  hoc  et contra natura, hicieron el resto de la faena: dejaron nuestra economía como la palma de la mano y dependiendo, además, de las exigencias de la troika implacable, que se camuflaba de lagarterana en la cara B del disco de las facilidades y bendiciones del Tratado de Maastrich. Un verdadero abrazo del oso, para las frágiles economía del Sur de Europa e Irlanda. Pero la socialdemocracia no había caído en ese detallejo. Lo suyo sólo era la alegría de las libertades y los derechos más vistosos. Lo demás daba igual. Lo bonito era la fiesta de las libertades. Sólo de las libertades.

Los grandes desastres como las grandes gestas, a veces dependen de cosas casi insignificantes. Inexplicablemente,el tortazo psicoemocional del gobierno socialista se produjo el día en que Zapatero dejó clarísima su distancia de semidiós con la plebeyez de la calle: reconociendo en un encuentro con los ciudadanos en directo televisado en la Primera Cadena, ante la pregunta de un espectador, que no tenía ni idea de lo que valía un café en la barra de un bar. Fue la debacle.
España es así, te puede perdonar un golpe de estado con una guerra civil exterminadora, una dictadura de cuarenta años, que la metas en la OTAN, que le quites la soberanía para apuntarte el tanto de que la has salvado de la cutrez y que te premien en Aquisgran, que montes un GAL con las mejores intenciones, que la saquees en corrupto finiquito simulado y diferido, pero ay de ti, si no sabes lo que cuesta un cortado en cualquier bareto...Fue el principio del fin, sin duda.

Un trauma horrible, un despertar tan desconsiderado, con la de cosas chulas que habíamos conseguido en tan poco tiempo: el orgullo gay y sus matrimonios, los trocitos de celuloide de la memoria histórica para formar el puzle que le diera sentido a nuestro presente y realidad honesta y adulta a nuestro futuro, el aborto comme il faut, las energías renovables que costaban un ojo de la cara pero eran tan limpitas y silenciosas...Los trenes de media distancia desapareciendo en la nada de estaciones fantasma y pueblos sin comunicación, pero eso sí, unos AVES increíbles, que no paran en ningún sitio y por eso te llevan en poquísimo tiempo de Valencia a Ciudad Real pasando por Madrid, por el  precio tirado de un finde en un balneario. Peccata minuta. La burbuja inmobiliaria. Los alquileres por las nubes y las hipotecas en oferta, sin que el estado manifestase la más mínima mala intención de regular precios y perjudicar a los buitres inversores, que son especie protegida e intocable a pesar de no estar en extinción sino en pleno apogeo. Además de la igualdad de género y que Susana Aido, ministra socialdmócrata acuñase el término 'miembra'. Todo un hito lingüístico. Un primor y un paso al frente de la civilización.


Vamos, que si no hubiese sido porque Zapatero tiró la toalla y le dejó a Rajoy el campo libre, sin que Rubalcaba ni Pedro Sánchez hiciesen nada para evitarlo, hoy no estaríamos viviendo esta aventura sorprendente de la que nadie sabe cómo y hasta dónde se dilatará en el tiempo y en el espacio, que es lo que pasa en las aventuras influencers de verdad y no en las paparruchas que nos cuelan en las series que todas son mentira.
Este estado de ciencia-excepción pone muchísimo. Lo único que sabemos con certeza además de la lista de los reyes godos y el elenco de tramas corruptas del pp, es que mañana para celebrar la llegada del mes de octubre habrá un safari de urnas y papeletas en toda Catalunya de aquí te espero. Seguro que Juan Carlos I el Emérito, no se lo pierde, aunque vaya en papamóvil  o en parihuelas si los mossos se ponen a exigir seguridad, recorriendo el terreno, que ya está viejecito, muy usado y para pocos trotes, pero conociendo su amor campechano  fifty-fifty por la caza y por la unidad de Ejpaña, seguro que aparece rifle en ristre aunque sólo sea para animar, cazando catalanes, oé, oé. 



Dice la tipa que ha titulado este post, que España está derrotada y todo porque no sucede lo que a ella le gustaría; pues que se fastidie, que España hace lo que le da gana y punto. ¿Se imaginan si todo saliese como ella quisiera, lo aburrido que sería esto? Menos mal que una está en todo; me he colado entre las teclas y la pantalla y, tras un golpe de estado escrituril, he tomado el mando absoluto y la he mandado a pelar calabacines y berenjenas. Hasta ahí podíamos llegar, que nos amargue esta tarde de sábado y las expectativas incandescentes de mañana 1O con sus ideas de bombera jubilada.





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