Al hilo de la Pasión Popular
Baltasar Garzón | Gaspar Llamazares
Parezca ahora que la Semana Santa se nos ha quedado un poco atrás cuando nuevas informaciones nos hacen acumular
indignación ante la evidencia
de
que la nostalgia por tiempos pasados en que las libertades y derechos
estaban mucho más limitados está muy viva. Y no solo viva en el sentir,
lo más grave es que se mantiene presente en canales oficiales de
comunicación, sea RTVE, sea la web oficial del Congreso de los
Diputados.
Precisamente, dicha web, que sí denomina dictador a
Primo de Rivera
,
evita el mismo término al referirse a Franco, quien según la misma no
lideró un golpe de Estado, sino una sublevación militar que el contexto
político y social venía justificar. Eufemismos y circunloquios para no
dar una versión imparcial. Además, presidentes de las cortes franquistas
figuran en igualdad de condiciones en la web, como si hubiesen sido
elegidos mediante algún sufragio democrático, junto a los de momentos
como la II República o del actual Congreso de los Diputados. Estamos
ante el relato histórico de una fuente de información oficial, útil y
accesible para cualquier público y al que pueden recurrir investigadores
de dentro y fuera, que favorece una construcción interesada que sigue
justificando una historia de vencedores moralmente superiores sobre
vencidos, enemigos de la patria. Es decir, pervive un espíritu pre
democrático que no debemos tolerar con nuestra denuncia.
Pero además, ese espíritu pre democrático entronca claramente con el
nacional catolicismo y pone en un brete la aconfesionalidad del Estado.
Por ello, remontarse de nuevo a la última Semana Santa es obligado. En
el clímax forzado de la nostalgia, el Partido Popular entró en el
esperpento de Valle Inclán entonando
El novio de la muerte
a cuatro voces. Un espectáculo en la celebración de una procesión malagueña que además fue acompañado de
una apasionada y ferviente retransmisión en directo
desde la televisión pública estatal. Una sobreactuación sin precedentes y casi provocadora en RTVE.
Asimismo, este último acto del ruedo ibérico vino precedido de
la orden de duelo y banderas a media asta
en los cuarteles militares y en el propio Ministerio de Defensa (María Dolores de Cospedal ya es reincidente en la causa).
Solo con estos acontecimientos podemos afirmar que el Gobierno se ha situado fuera de la Constitución en lo que se refiere a la aconfesionalidad del Estado.
De hecho, podemos afirmar que el PP, que gobierna, ha actuado como si
España siguiese imbuida en un nacional catolicismo de los que ya no
quedan en las “democracias religiosas” (si es que ambos conceptos pueden
ir juntos) de nuestro entorno europeo.Los excesos del Gobierno de Rajoy no pueden ampararse en la excusa de las relaciones de cooperación con las confesiones religiosas que contempla la Constitución. Tampoco tiene excusa la pervivencia de los acuerdos Iglesia-Estado ni su desarrollo, tanto en el ámbito educativo público como en la resistencia a la autofinaciación prevista en la Ley de libertad religiosa o en el eterno retraso de la efectiva separación entre la Iglesia y el Estado.
Inmediatamente nos responderán que nuestro laicismo trasnochado no es respetuoso con las confesiones religiosas ni su expresión pública.
Nada más lejos de la realidad. Precisamente porque las respetamos, queremos evitar su instrumentalización política y garantizar el reconocimiento del pluralismo religioso y la libertad de creencias.
Precisamente porque damos importancia a sus manifestaciones públicas, a sus contenidos religiosos y a sus formas culturales en sus fiestas y fechas señaladas como las procesiones y pasos de Semana Santa, nos parece aberrante la vinculación con la Iglesia católica del PP cuando gobierna en un estado laico, como así se define legalmente España.
Se justificarán como quieran, pero hemos vivido la politización más descarada del hecho religioso y el intento de identificarlo con el ser profundo de este país, situando a los no creyentes o a los creyentes de otras religiones fuera de esa supuesta identidad nacional católica.
No es casual que esa identificación se intente precisamente en este momento de crisis territorial de Cataluña con España y viceversa, ni tampoco de la crisis de la derecha por la primogenitura. Esta celebración nacional católica ha sido no solo un esperpento valleinclanesco, sino también una inaceptable operación de manipulación política.
Es por ello que desde Actúa cada vez vemos más urgente que un gobierno alternativo, desde el máximo respeto al hecho religioso en general y a la iglesia católica en concreto, culmine una ley de libertad de creencias que derogue definitivamente los restos nacional católicos del Concordato, constate la separación Iglesia-Estado y establezca auto financiación sin fisuras de las confesiones religiosas.
Decía Maquiavelo que la religión podría ser útil en manos del Príncipe siempre y cuando contribuyese a la cohesión y no a la división o el enfrentamiento. Se refería con ello a Savonarola y las negras consecuencias de la manipulación de la religión en la Florencia de entonces. Su dogmatismo moral enfrentó a creyentes y humanistas, a Florencia contra Roma y a unas clases con otras, incluso a franciscanos con dominicos.
Agitar el fantasma del nacional catolicismo en España no solo no une, fractura a generaciones, sensibilidades y creencias al tiempo que alimenta el imaginario de aquellos que asimilan una democracia con el régimen. Porque la pluralidad política cultural y de creencias es el principal valor de la democracia española frente a los riesgos identitarios o excluyentes.
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Baltasar Garzón y Gaspar Llamazares son promotores de Actúa
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