martes, 17 de abril de 2018

Cifuentes o la "moral" que renuncia al envoltorio después de comerse el contenido


Cada día estoy más convencida de que los problemas generados por la mentalidad franquista con que España lleva educándose desde 1939, nos han dejado k.o. como sociedad recuperable y que no va a ser nada fácil salir de ésta, no por falta de voluntad ni de ganas, sino por la masa madre del inconsciente colectivo con que se ha venido amasando y cociendo la sociedad mayoritariamente, por la normalización de lo aberrante, que produce en sincronía "natural" con el presente y el pasado, un pastiche indecente, anómalo  y enfermo de sí mismo, que ha ido tomando carta de naturaleza en la des-educación y en los referentes conductuales como el caciquismo, la sumisión y el contagio del prototipo corrupto como modelo de triunfador, de listo, de competente y resolutivo. Que se las sabe todas y siempre se sale con la suya sin tener en cuenta algo más que no sean sus intereses, especialmente en lo que se refiere al control de las tres pes fatales: poder, placer y pánico. Tres elementos interactivos e interdependientes para "ser alguien" en cualquier plano ínfimo de una población rebañil,  arruinada como proyecto social y como inteligencia colectiva. 

Un ejemplo de ahora mismo: el efecto Cifuentes, que ha provocado la estampida simultánea de un número ya incalculable de desapariciones en los curricula de certificados y titulaciones inverosímiles, pero muy eficaces a la hora de dar el pego para trepar profesional y políticamente, sobre todo. En una empresa es más difícil mantener vigentes esos fraudes, porque a la hora de ejecutar se descubre la incapacidad y el desconocimiento material de quienes se compran los títulos "oficiales" para rellenar el vacío de unos conocimientos teóricos y prácticos inexistentes. No así en la política, donde el figureo, la coba, el peloteo, el maquillaje, la cirugía plástica 'profesional' y el autobombo son las herramientas de trabajo imprescindibles y ya hasta virtuosas y ejemplares, pues al parecer sin ellas no se comen una rosca del poderío y sus fanfarrias, que al parecer son las únicas cualidades cuyo cultivo da resultados exitosos, independientemente de si hay o no cualidades reales, que son casi imposibles de desarrollar en medio de un ecosistema podrido y obtuso donde la valía y méritos auténticos son un estorbo que impide el éxito profesional, el prestigio social y dar el pego adecuadamente, que lo mismo se adaptan a un roto que a un descosido si se trata de llevarse crudo lo que haga falta.
Es cierto que reconocer el fraude y arrepentirse es menos cutre que no reconocerlo y encima fardar de ello, que es la norma del pp y de sus adeptos. Sólo que resulta insuficiente como justificante de lo injustificable.  ¿Qué habría  pasado de no haberse descubierto la patraña cifuentina? ¿Cuántos años y legislaturas recurrentes habría estado España en la inopia interesada de ese  propio mejunje marrullero, tan ppoppular como extendido?
Y aún más: ¿cuántos años llevaremos en este plan sin habernos coscado y quejándonos de lo mal que está todo, de la ineficacia de gobiernos  y ayuntamientos, de la torpeza de abogados, magistrados, médicos, de empresarios, funcionarios o enseñantes? Ahora se comprenderá por fin el éxodo forzoso de tantas personas muy válidas y competentes, y por ello con una ética que les impide navegar en la mierda comprando justificantes de la bazofia o resignadas a terminar de bedeles, de camareras o chicos de los recados con título universitario y no precisamente por falta de valía sino por un bagaje extra de ética que les impide zambullirse en una zahurda sin escrúpulos ni conciencia, como en el pasado y en el actual estado español, que con la ya mítica transición sólo ha cambiado de look, pero no de altura de miras ni de valores girando hacia la ética, ni capaz de detectar esa condición atávica, miserable e indecente.
En el franquismo la mujer del dictador tenía bula para esquilmar a joyeros y peleteros madrileños, -que para protegerse de los golpes de mano de la interfecta se hicieron un fondo de apoyo mutuo con el que ayudarse en la desgracia de cada atraco perpetrado por Carmen Polo de Franco, posterior señora de Meirás, proclamada, para más inri y contundencia, por el muy agradecido Juan Carlos I- y como herencia acreditada, en la transición sui generis que disfrutamos, el esquilme ya no se ha limitado a la jefatura del estado y su entorno, sino que campechanamente se ha ido 'democratizando' y el paradigma del trinke es mucho más accesible, si se puede comprar hasta esa Salamanca del refrán, que no prestaba lo que Natura no da, sino que, además, ha ido atomizando su función desde el poder político, permitiendo establecer un mercadillo de indecencias tituladas al alcance de cualquier incapaz que disponga de pasta para acreditarse adecuadamente en el escenario de la obscenidad privada y pública, ya convertida en negocio repartidor de títulos, escenario que funciona por sí mismo, como un desatado  deus ex macchina del tocomocho.

Un gobierno con capacidad para gobernar, debería saber que no basta con reconocer errores gravísimos ni siquiera con pedir perdón, que el mal mayor no es la dimisión de quien yerra y delinque, sino el sostenella y no enmendalla; ¿qué inocencia e impunidad se puede atribuir a un delincuente que es pillado con las manos en la masa, aunque él se empeñe en asegurar que no estaba delinquiendo, que había entrado con una ganzúa y había abierto la caja de caudales por equivocación y que está dispuesto a seguir en el mismo sitio, que no se va a ir aunque los testigos de la pilladura confirmen la verdad del delito? ¿Qué pensar del presidente de un gobierno y de un partido corrupto hasta las trancas, encerrinado en no hacer dimitir a los corruptos pillados en el merder? Pues la lógica de esa ilógica reacción de insania política, es concluir que ese presidente es rehén político-enjuaguista de la corrupta que delinque y se sabe con poder suficiente como para cerrar la boca a su jefe y salirse con la suya, máxime como afirmó ese alcalde leonés, si los enjuagues cifuentinos son una tontería comparados con 'su pericia' como gobernanta de Madrid, un cargo, según la mentalidad del pp, para el que la catadura moral es una bagatela y  hasta un handicap tiquismiquis, como el de aquel ministro socialista, Bermejo, que dimitió por no haber pagado la entrada en el circuito cinegético donde fue a cazar. Ignoraba que hubiese que pagar por ello, pero él, ministro de Justicia, consideró que su ignorancia de esa norma, que simplemente podría haber subsanado tras el episodio pidiendo disculpas y pagando el precio de la entrada, era una irresponsabilidad  importante en un cargo como el suyo. Y que mantener esa irregularidad perjudicaba la salud moral de la sociedad con  uan actitud poco ejemplar y un desdoro a su partido como parte política de la misma. Nada que ver, por cierto, con Felipe González.
Desde luego la envergadura jurídica del caso Cifuentes no tiene color con la insignificancia del caso Bermejo. Por eso, sabiendo que Rajoy es abogado, extraña tanto su actitud como hombre de leyes y habiendo precedentes clarísimos acerca de  cómo considerar tamañas irregularidades comparativas. Sólo hay que pensar, conociendo el percal, ¿qué habría hecho el pp con un caso Cifuentes en el Psoe?

La mugre en el pp es hereditaria por lo que se ve y se soporta. Y como los vinos añejos, 'mejora' con el tiempo, se perfecciona y aumenta exponencialmente. Ya escarmentados en tantos aspectos, los españoles y españolas normales se preguntan qué mecanismos  deben atar a Cifuentes con el pp, para que se la mantenga de todas todas en el cargo con la colección de tapujos que arrastra. Y no se puede olvidar a Rita Barberá, por ejemplo, otro caso muy similar en envergadura y carrera. Los abrazos y arrumacos de Mariano son gafes, Cristina. Aguirre supo hacerlo mejor. Dimitió a tiempo.

Ya estábamos avisados desde que en el siglo XVI Cervantes, que era un lince en eso de conocer el pelo de la dehesa, nos pusiera al loro acerca de estos peligros a la española: nos explicó en Rinconete y Cortadillo de qué pasta está hecha la Hispania sempiterna y nos dio la clave en el Quijote, que los listos de todas la épocas se tomaron a chacota, como una burla divertida, ingeniosa y esperpéntica contra los ideales de la Caballería, de un escritor rencoroso y dolido por el maltrato del poder contra su celo de inspector de impuestos, tras obligar a unos frailes se-villanos a pagar los sacos de trigo que debían al estado. O sea, tras denunciar la indecencia de los intocables y protegidos por los poderes de la católica e hiperbólica España, ya desde entoces tan adicta a los curricula vitae en plan estudiante, cura y barbero factotums.
Por desgracia, Don Miguel tenía y sigue teniendo más razón que un santo. Y hasta puede que si los españoles hubieran evolucionado con el tiempo, El Quijote sería ahora mismo uno de los mejores manuales prácticos para reconocer las patologías de una sociedad, que al parecer se repiten sin parar mientras los paradigmas sigan siendo paradogmas ennegrecedores del paisaje moral que nos aflige, aunque no tanto como para cambiarlo de una puñetera vez. Cifuentes y los esbirros de la pela infiltrados en la Universidad Pública, están descritos y son reconocibles en varios episodios de esa obra magistral. La poca vergüenza no conoce límites temporales ni fronteras espaciales. Sobrevive como las malas hierbas y se disfraza de cualquier modalidad aparente para seguir en la brecha en plan aquí te pillo y aquí te esquilmo. 

Y en fecto, en un país como éste, desde siempre y según parece, para siempre, -si no lo remediamos ya-, leer libros que ayuden a despertar conciencias, es lo peor que hay para la salud mental y el prestigio social del cotarro. Y no digamos nada si además los valores de lo leído se intentan llevar a la práctica...El resultado es la  locura, el descrédito, el fracaso y el pitorreo, de modo que el pobre Alonso Quijano, sólo consigue la curación de lo suyo al morirse reoconociendo su "error." Pero no todo es en vano, Cervantes no quiere cerrar capítulo sin dejar una esperanza en el aire: el mundo y sus poderes no han cambiado al paso del Caballero anómalo en decencia y en sueños de dignidad humana, pero Sancho, el pueblo dormido - y tan sensato, que en el episodio de la Ínsula Barataria consigue gobernar de broma, con mucha más lucidez y justicia que los duques y sus validos- , se ha despertado en contacto con la divina y estrambótica 'locura' de su mentor y ya no es el mismo que le recordaba constantemente que los molinos no eran gigantes, había comprendido qué era en realidad la apariencia y qué significaba la andadura de una mente y un corazón sanos y conscientes en medio de un manicomio total, que es justo, el revés de la inteligencia y la grandeza de miras de una especie humana despierta, que en el episodio de La Cueva de Montesinos, -en lo más hondo de sí mismo- se había reconocido reproduciendo en un estrafalario episodio, la postura de El Colgado, el arcano número XII del Tarot (cuyo origen es el mismo que el de la Kabala), y que seguramente el autor conoció y estudió en su largo peregrinaje como militar primero y como prisionero en Argel, durante años. El Colgado representa el mundo al revés, el paso que da la conciencia humana al decidirse a aplicar la comprensión de la inteligencia al mundo y el camino la lucidez del espíritu. Sólo caminando en el espíritu-conciencia el mundo tiene sentido y sólo descubriendo el sentido del mundo, se puede caminar en el espíritu, cuya sede íntima es la conciencia. Para descubrir ese paso, hay que entrar en la "cueva", -no en la de Platón, de la que hay que salir cuanto antes para descubrir la conciencia- sino en la intimidad del silencio interior, voluntariamente libres de ataduras mentales y de paripés. Honesta y sencillamente. Escuchando...Con la frescura y la transparencia de la humildad. Como aquella sorella nostra acqua, ella è casta, molto utile e preziosa,  explica Francesco d'Assissi, en su Cantico delle Creature escrito en el dolce stil nuovo, tan naïf como la vida y la naturaleza.

Nada es nuevo bajo el sol, dice un libro bíblico y dice una verdad como un templo. El episodio Cifuentes es tan viejo como al humanidad. Sólo cambia la pegatina. El contenido es tan arcaico como la parte dinosauria de la humanidad escondida aún en el cerebro reptiliano. Y sólo depende de los seres humanos  despiertos hacer que los cambios sean posibles y que duren lo suficiente como para que la educación logre cambiar el alma colectiva y, parafraseando a  Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, en el título de uno de sus libros ,que Así nos nazca la conciencia.

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