jueves, 19 de abril de 2018

Del blogg de Jorge Riechmann

ambigüedad esencial de lo humano

La imaginación, soberano privilegio según Luis Buñuel (cuando volvía sobre su vida en Mi último suspiro): “En alguna parte, entre el azar y el misterio, se desliza la imaginación, la libertad total del hombre. La imaginación es nuestro primer privilegio, inexplicable como el azar que la provoca. Es la felicidad de lo inesperado”.
Pero a Gabriel Albiac le preguntan en una entrevista sobre el lema sesentayochista “la imaginación al poder”, y contesta: “Los que hemos dedicado parte de nuestra vida al estudio de Spinoza sabemos perfectamente que la imaginación siempre está en el poder, pero no precisamente para bien. La imaginación es el sistema de ficciones y de distorsiones que permiten a un poder perpetuarse sin tener que recurrir a formas de violencia primaria.”

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Reflexiones secuenciales sobre la imaginación

Bueno, son opiniones y de ellas puede nacer el diálogo o el dogma cerrado sobre sí mismo. Todo depende de lo que se elige asumir. Para quien tiene conciencia y se siente libre y autónomo a la hora de descubrir y traducir a la vida, siempre subjetivamente, el significado de cada realidad objetiva , después de distinguirla de la ficción, no creo que necesariamente esa cualidad de navegar entre lo diverso tenga que significar ambigüedad, ni aceptación absoluta ni rechazo en bloque. Tal vez se trate a veces de aprender a mirar sin juicios ni prejuicios, de ser permitiendo que la esencia de las cosas y de los seres se manifieste y sea perceptible sin recortes, sin moldes ni opresión. 
(Creo que esa forma de mirar la he aprendido de los hijos y las hijas -hace tiempo que dejé de llamarles "mis", porque descubrí que no somos de ni pertenecemos a nadie sino a nosotras mismas y que cuando eso falla estamos perdidos como individuos y como especie-.) 

Veo en las palabras de Buñuel la definicón del artista abierto a todo y en las de Albiac la de un pensador disciplinado por un ideario al que es necesariamente fiel. Como no he conocido de cerca a ninguno de los dos autores , me quedo igual a la hora valorar cada visión. Sigo pensando que verba volant sed facta manent y que la mejor explicación de un ser humano es su vida no su discurso, sino el entramado de su existencia y lo que ésta haya dejado como impronta materializable en su entorno más directo, como la capacidad de transformar realidades, preferiblemente, a mejor.
Cuando estudié a Spinoza me impactó mucho más su visión de conjunto acerca de la conciencia y lo infinito, que su concepto del poder y la imaginación. Pero tampoco lo subí a los altares ni se me ocurrió hacer un código para mi pensamiento con el suyo. Lo aprecio como una linterna que me alumbró en mi juventud y sigue vigente como alumbrado vital. 
Nunca he visto a nadie como un pastor que me guía. Sino como alguien que camina a mi lado e intercambia energía, aunque no esté ya en el plano material, si lo está en la conciencia universal y en ella los lectores y estudiantes alargamos la vida y la influencia del compañero ausente, con la dedicación al estudio y reflexión sobre sus trabajos, que nos pueden ayudar a crecer y no sólo a hacer curriculum, almacenando datos e información sobre ellos. 

No tengo ni idea de la coherencia existencial de ambos autores y por ello no sé si esas ideas acerca de la imaginación me pueden servir de algo. No me siento capacitada para afirmar o negar con  contundencia ninguna de las dos premisas definitorias. Prefiero elaborar mi propia definición - al menos hoy, mañana no sé si será la misma, pues seguramente yo tampoco lo seré- porque esa definición refleja lo que comprendo y experimento en el presente.
Debo añadir que, personalmente, la lectura de cualquier pensador nunca es artículo de fe, sólo una especie de cucharilla que remueve en mi interior los posos de la curiosidad y de la necesidad de autoexplicarme las cosas mientras observo mis propias reacciones naturales y espontáneas, en las que puedo descubrir hasta qué punto llegan la gozosa  tabula rasa del eureka y las rígidas programaciones aprendidas e/o inoculadas por el sistema que me ha visto nacer y aun me rodea. 

La imaginacíón, para mí, -de momento y por ahora- es simplemente ese potencial renovable de que disponemos para crear y dar forma a cualquier cosa. Como con cualquier potencial a nuestra disposición libre en albedrío, podremos hacer con ella lo que queramos. Desde asesinarla o enterrarla viva, y dejar que otros nos diseñen el camino, la sociedad y la historia, hasta empatizar y convivir con ella e incluso permitirle que vaya a su bola y dejarnos hechos papilla, devastados por sus excesos al  no poder regularla e incluso convetirla en menú para el egocentrismo y puede que hasta en carne de manicomio ampuloso y falsamente genial, como en tantos casos.
Ni que decir tiene, que la locura, por muy original que sea, no es propia del genio sino del  enfermo psicoemocional. Es deplorable considerar "genial" a una idea suelta que ha dado lugar a pinturas, escritos, películas, movimientos culturales o músicas, cuando el autor-ejecutor es insoportable, sádico, pederasta, cruel, psicópata, adicto a lo peor,  alunado o loco de atar. Será habilidoso en un arte o en varios, pero quien no es capaz de hacer de su vida la mejor obra de arte útil e instructivo al bien común y por ello, práctico, ni de pensar en él por encima de sus obsesiones egocéntricas, ni de verse como uno más entre los demás mortales, valorándolos como a sí mismo, puede que sea un personaje brillante y habilidoso en un sector de la existencia, al que los aplausos y premios le inflen el ego hasta reventar, algo que seguramente necesita como una droga para tener un sentido con que vivir, pero nunca se es un genio en semejante estado. Ni un semidiós cuyos dictados marquen el camino de los demás sin que estos sean capaces de construir su propia vía. Su propia conciencia libre y sana. Independiente, autónoma y solidaria. Empática y ética. En ese caso la imaginación es una herramienta extraordinaria que permite repartir por el mundo el gozo de la inteligencia, de la normalidad saludable más hermosa  y del Amor con mayúscula, claro. Y sobre todo como un estímulo que no impone criterios admirables como axiomas impresos tanto en la cultura como en el inconsciente colectivo, sino como unas vitaminas para el alma y la conciencia, como alimento para el desarrollo esencial que potencien la lucidez del ser lo mismo que su libertad para elegir el mejor modo de emplear las herramientas como la voluntad, la inteligencia, los sentimientos y, cómo no, la imaginación.

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