COSAS
Almudena Grandes -El País
Al final, la disputa provocada por la reina Letizia ante la fachada de
la catedral de Palma es lo más, si no lo único, normal que ha pasado en
España últimamente. Los nietos y nietas son una fuente habitual de
conflicto en el seno de las familias, el arma favorita de muchos yernos y
nueras que escatiman visitas, devuelven regalos o no cursan
invitaciones para asistir a funciones escolares con el objeto de
castigar o marginar a los padres de sus parejas. El sentido patrimonial
de la prole y las tensiones en las familias extensas están tan
arraigadas en nuestra cultura que no resulta sorprendente que se
produzcan en el seno de la única familia española cuya vida privada es
un asunto público, ni que nuestras abuelas se organicen para abuchear en
la calle a quien, al cabo, es una nuera más, demasiado parecida a las
suyas propias. Otros tropiezos, otros errores, han producido efectos
mucho más anormales, aunque no dejen de ser típicos de esta España
hosca, convulsa e irracional en la que nos toca levantarnos cada mañana.
La calamitosa actuación de Cifuentes y la olímpica indiferencia de
Rajoy hacia la realidad de Cataluña, causa primera y última del revés
judicial alemán, están arraigadas en el mismo fenómeno. La soberbia de
la derecha española, la certeza de que este país les pertenece, la
judicialización sistemática de los problemas políticos, la costumbre de
una impunidad forjada a lo largo de décadas de escándalos de corrupción
culminados a menudo en delitos prescritos tras interminables procesos,
prolongados hasta el hartazgo ciudadano y más allá, han convertido a
España en la patria del “no pasa nada”. Y de repente resulta que no. De
repente, resulta que sí pasan cosas. Yo, personalmente, les doy la
bienvenida.
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