El poder elegido
Javier Aroca
El juez Lesmes,
presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, nos ha concedido el derecho a
la libertad de expresión en nuestras críticas a las decisiones
judiciales; otra cosa es cómo viene interpretando la libertad de
expresión, de manera continuada, el gremio al que pertenece; algo que no
parece preocuparle en demasía a pesar del recio chaparrón que sufre la
ciudadanía. Sin embargo, ha lamentado que la justicia, el sistema
judicial, pueda resultar gravemente comprometido si arrecian las
críticas desde los políticos, es decir, desde los representantes de los
otros dos poderes, el legislativo y el ejecutivo. Una manera de
entender, en todo caso muy sui generis, la libertad de expresión y la
separación de poderes. Restringida a quien más le conviene.
Lesmes y los suyos se han revuelto. No es la primera vez. Su soberbia y arrogancia corporativa no les permite entender el sistema democrático de otra manera. Al menos, ha citado los preceptos constitucionales que fundamentan su ministerio, pero se ha olvidado de aquellos otros, también en la Constitución y otras leyes que nos afectan, cimientos de la propia democracia y que de manera insistente, constante diríamos jurisprudencialmente, son interpretados de manera sesgada por su honorable corporación y que corroen el sistema de libertades.
Desde 1978 , los poderes democráticos electos han tratado de escribir, con mayor o peor fortuna, la partitura de la democracia que algunas de sus señorías se empeñan en ignorar o interpretar desafinadamente. En España hay muchos jueces buenos, justos, capacitados y honestos que han caído en el cesto de una justicia que no experimentó el saneamiento propio de una sociedad democrática sin anclajes en el régimen anterior. Bracean con energía y valentía para repuntar la institución y se nota, pero no basta .
Dios entregó a su pueblo elegido -lo eligió Él al parecer, aunque no constan documentos fehacientes- las Tablas de la Ley, concretamente a Moisés. Dios como fuente de derecho y de la arrogancia de sus jueces. En democracia los poderes, sin embargo, los elige el pueblo. La legitimidad de los jueces, sin principio electivo, no puede ser la memorística de origen sino la que se gana de ejercicio en el desempeño leal y responsable de la justicia que emana del pueblo. Y todos estamos sometidos a controles y equilibrios, y al escrutinio crítico del pueblo. Controles y equilibrios internos y externos, por tanto. Los jueces no está exentos, al contrario. La actitud de los políticos pacatos, afirmando de manera salmódica que acatan, se someten, pero no opinan ni critican es una actitud domeñada y irresponsable, contraria a los fundamentos de la democracia .
Los jueces están movilizados. En estos días atrás algunos juzgados han quedado inactivos por sus acciones, en el pleno ejercicio de sus derechos democráticos. En ese pleno ejercicio de sus derechos constitucionales, irán a la huelga en mayo. Quieren mejores condiciones salariales, más medios y separación de poderes. Será en este último caso que no la aprecian, pero ya se sabe, los jueces, en activo, no se pisan la manguera. Sería, no obstante, útil que dijeran alto y de manera contundente quiénes de entre ellos, con nombres y apellidos, atentan contra sus fundamentos, contra la separación de poderes, y qué jueces se dejan parasitar por los otros poderes, en grave deterioro de su independencia e imparcialidad, o giran como derviches enloquecidos pero sagrados en las turbulentas aguas de las puertas giratorias.
Seguramente que sus reivindicaciones, justas, van dirigidas a alguien, supongo que a los legisladores, para que hagan mejores leyes, y al ejecutivo, para que tome mejores decisiones políticas y presupuestarias. Un poder le habla a los demás poderes, en el ejercicio de derechos democráticos y constitucionales. Esa es la partitura de la democracia que algunos jueces parecen no querer interpretar.
Lesmes y los suyos se han revuelto. No es la primera vez. Su soberbia y arrogancia corporativa no les permite entender el sistema democrático de otra manera. Al menos, ha citado los preceptos constitucionales que fundamentan su ministerio, pero se ha olvidado de aquellos otros, también en la Constitución y otras leyes que nos afectan, cimientos de la propia democracia y que de manera insistente, constante diríamos jurisprudencialmente, son interpretados de manera sesgada por su honorable corporación y que corroen el sistema de libertades.
Desde 1978 , los poderes democráticos electos han tratado de escribir, con mayor o peor fortuna, la partitura de la democracia que algunas de sus señorías se empeñan en ignorar o interpretar desafinadamente. En España hay muchos jueces buenos, justos, capacitados y honestos que han caído en el cesto de una justicia que no experimentó el saneamiento propio de una sociedad democrática sin anclajes en el régimen anterior. Bracean con energía y valentía para repuntar la institución y se nota, pero no basta .
Dios entregó a su pueblo elegido -lo eligió Él al parecer, aunque no constan documentos fehacientes- las Tablas de la Ley, concretamente a Moisés. Dios como fuente de derecho y de la arrogancia de sus jueces. En democracia los poderes, sin embargo, los elige el pueblo. La legitimidad de los jueces, sin principio electivo, no puede ser la memorística de origen sino la que se gana de ejercicio en el desempeño leal y responsable de la justicia que emana del pueblo. Y todos estamos sometidos a controles y equilibrios, y al escrutinio crítico del pueblo. Controles y equilibrios internos y externos, por tanto. Los jueces no está exentos, al contrario. La actitud de los políticos pacatos, afirmando de manera salmódica que acatan, se someten, pero no opinan ni critican es una actitud domeñada y irresponsable, contraria a los fundamentos de la democracia .
Los jueces están movilizados. En estos días atrás algunos juzgados han quedado inactivos por sus acciones, en el pleno ejercicio de sus derechos democráticos. En ese pleno ejercicio de sus derechos constitucionales, irán a la huelga en mayo. Quieren mejores condiciones salariales, más medios y separación de poderes. Será en este último caso que no la aprecian, pero ya se sabe, los jueces, en activo, no se pisan la manguera. Sería, no obstante, útil que dijeran alto y de manera contundente quiénes de entre ellos, con nombres y apellidos, atentan contra sus fundamentos, contra la separación de poderes, y qué jueces se dejan parasitar por los otros poderes, en grave deterioro de su independencia e imparcialidad, o giran como derviches enloquecidos pero sagrados en las turbulentas aguas de las puertas giratorias.
Seguramente que sus reivindicaciones, justas, van dirigidas a alguien, supongo que a los legisladores, para que hagan mejores leyes, y al ejecutivo, para que tome mejores decisiones políticas y presupuestarias. Un poder le habla a los demás poderes, en el ejercicio de derechos democráticos y constitucionales. Esa es la partitura de la democracia que algunos jueces parecen no querer interpretar.
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